Varios venezolanos se ofrecieron como candidatos a la Asamblea para representar, conforme al Artículo 201 de la Constitución, a todo el pueblo con su voto “personal”, obedeciendo “solo a su conciencia”, sin estar “sujetos a mandatos ni instrucciones”, para cumplir así con las responsabilidades asignadas a la Asamblea Nacional. Normalmente, quedar electo como diputado constituye un inmenso honor para cualquier venezolano que ama a su país.
¿Cómo deben sentirse entonces hoy quienes con sorpresa ven como, en lugar de este Diciembre haber sido electos a una Asamblea, lo fueron para formar parte de un coro vestido de rojo, donde no se les permite ni siquiera cantar, y cuyas posibilidades de expresión quedarán limitadas a levantar las piernas o los brazos, al unísono, tal cual unas (unos) Rockettes del Radio City de Nueva York, con la circunstancia de que, para colmo de males, están dotados con piernas mucho menos agraciadas?
Ni el país, ni la mayoría de los 167 diputados electos se han percatado del verdadero significado del 167 a 0. Un 167 a 0 es tan contrario a la esencia de la democracia, que hasta se podrían vender paquetes turísticos para permitir observar ese extraño fenómeno, que por cierto de repente también termina mercadeado como la Democracia del Siglo XXI.
Entiendo si muchos de Ustedes no lo creen posible pero, en estos mismos instantes, entre esos 167 venezolanos electos a la Asamblea, debe haber unos cuantos que están contemplando la posibilidad de renunciar, por la sencilla pero muy poderosa razón de que no están de acuerdo con un 167 a 0 y no desean que la historia de Venezuela los registre como formando parte de aquello. A ellos, quienes sean, si al fin deciden renunciar, lo que reconozco no será fácil, les aseguro que por lo menos este articulista les extiende su agradecimiento y apoyo.
¡No al 167 a 0! ¡No al 0 a 167! ¡Sí a 167 asambleístas venezolanos con criterios propios e independientes! ¡Feliz Año 2006!
Caracas, El Universal 29 de Diciembre de 2005