diciembre 29, 1998

Ranking de gestión municipal

Una elección, en donde hay posibilidad de reelegir, se convierte, indiscutiblemente, en una evaluación de resultados. Hemos presenciado unas elecciones en las que el número de los gobernadores reelectos fue verdaderamente impresionante. ¿Significa esto que la gestión de las Gobernaciones, en general, fue buena? Puede que sí, puede que no. Para un elector común, resulta muy difícil poder determinar, de forma objetiva, si la gestión de un Gobernador fue buena o mala.
El próximo año, con nuestros votos, nos toca evaluar la gestión de los municipios. El reto es importante. Si con nuestro voto premiamos a los que lo merecen y castigamos a los que no, sin duda el país se verá beneficiado. De igual manera, si nos equivocamos en nuestra evaluación, esto podría erosionar muchos logros a nivel del Gobierno Central o Estatal. 
Hoy, en el caso de un elector normal, poseedor de otras ocupaciones y preocupaciones, me pregunto: ¿Cómo ha de saber si los resultados de la gestión de un municipio, que a simple vista pueden parecer pobres, no se encuentran situados dentro de una muy buena gestión, destinada a lograr mejoras sostenibles? ¿Cómo ha de medir la gestión para establecer, al considerar los recursos disponibles, si existe excelencia o derroche? 
Imagínense la confusión de los padres, si de pronto la sociedad educativa decide eliminar la boleta. ¿Cómo harían ellos para evaluar la capacidad escolar de sus hijos, especialmente en materias que ni formaron parte del curriculum de los padres? Lo anterior, es similar a la confusión que puede sentir un elector, al momento de tener que elegir sus autoridades municipales.
Acabamos de oir expresiones tales como: "Democracia con hambre no es Democracia". En nuestro mundo actual, también pudiésemos decir que “Democracia sin información correcta y accesible, no es Democracia”.
Cuando, recientemente, tuve la oportunidad de viajar por un país de Centro América, me sorprendió la certeza con la que muchos profesionales, tanto de entes públicos como privados, nacionales e internacionales, sostenían opiniones consistentes en relación a cuáles municipios se encontraban bien gobernados y cuáles no. Esto me dio a entender, que en el campo de la administración municipal, existen ciertas variables que, objetivamente evaluadas, pueden permitir dar una opinión razonable sobre la calidad de su gestión.
De ser cierto, se me ocurre que una medida que pudiera ayudar a fortalecer la eficiencia de nuestra democracia, sería la de crear un “ranking” municipal para los más de 300 Municipios que existen en Venezuela. Dicho “ranking" pudiera indicarnos, como electores si, en términos generales, nuestro municipio se encuentra entre los buenos o entre los malos.
Estoy seguro que si en un país, se usara un índice de actuación, así sea éste imperfecto, en la elección para renovar a sus más de 300 autoridades municipales, ello permitiría al pueblo quedarse con los mejores y despedir a los peores, encaminándolo hacia un futuro distinto y mejor. Otro sería el futuro de un país en donde el criterio de decisión de los electores esté basado sólo en la simpatía del Alcalde o en la calidad de las cuñas promocionales.
Por supuesto, no creo que una medición, por objetiva que sea, pueda garantizar un resultado analíticamente correcto. Mucho menos, pretendo que un “ranking” pueda sustituir el valor de la suma de los votos individualmente emitidos. No obstante, considero, que un “ranking” razonable puede en sus extremos ( los mejores y los peores) funcionar como la información relativa a sus ingredientes, tales como grasas, calorías, proteínas y vitaminas, que aparece en el envoltorio de los alimentos. Esta información nutritiva no constituye una prohibición de ingerir los alimentos, pero sí un indicativo que nos permite racionalizar la dieta.
En estos momentos, daría la impresión de que el país apuesta a la descentralización. En tales circunstancias, creo que uno de los aportes más importantes que podría dejar la sociedad civil, sería el de constituir un comité evaluador de la eficiencia municipal, cuyo producto principal sea, justamente, el “Ranking” Municipal.
En el diseño del ranking, no hay necesidad de un exceso de precisión. Estoy seguro, que los 50 municipios que resulten “rankeados” como los mejores, estarán comprendidos entre los 150 mejores de verdad. De igual forma, los 50 municipios que resulten “rankeados” como los peores, con toda seguridad deben encontrarse dentro de los 150 que verdaderamente conformen los peores.
La sugerencia que hago no tiene la intención de reducir nuestros derechos como electores. Al declarar que no estoy en capacidad para analizar, si en mi municipio las cosas andan bien o mal (en términos de lo que se puede y debe hacer), lo que estoy solicitando es cierta ayuda externa, no me estoy calificando como un analfabeta electoral. Sólo deseo que me provean de unos lentes que me permitan ver mejor.

Publicado en Economia Hoy, Caracas 29 de Diciembre de 1998

Ranking de gestión municipal

Una elección, en donde hay posibilidad de reelegir, se convierte, indiscutiblemente, en una evaluación de resultados. Hemos presenciado unas elecciones en las que el número de los gobernadores reelectos fue verdaderamente impresionante. ¿Significa esto que la gestión de las Gobernaciones, en general, fue buena? Puede que sí, puede que no. Para un elector común, resulta muy difícil poder determinar, de forma objetiva, si la gestión de un Gobernador fue buena o mala.
El próximo año, con nuestros votos, nos toca evaluar la gestión de los municipios. El reto es importante. Si con nuestro voto premiamos a los que lo merecen y castigamos a los que no, sin duda el país se verá beneficiado. De igual manera, si nos equivocamos en nuestra evaluación, esto podría erosionar muchos logros a nivel del Gobierno Central o Estatal. 
Hoy, en el caso de un elector normal, poseedor de otras ocupaciones y preocupaciones, me pregunto: ¿Cómo ha de saber si los resultados de la gestión de un municipio, que a simple vista pueden parecer pobres, no se encuentran situados dentro de una muy buena gestión, destinada a lograr mejoras sostenibles? ¿Cómo ha de medir la gestión para establecer, al considerar los recursos disponibles, si existe excelencia o derroche? 
Imagínense la confusión de los padres, si de pronto la sociedad educativa decide eliminar la boleta. ¿Cómo harían ellos para evaluar la capacidad escolar de sus hijos, especialmente en materias que ni formaron parte del curriculum de los padres? Lo anterior, es similar a la confusión que puede sentir un elector, al momento de tener que elegir sus autoridades municipales.
Acabamos de oir expresiones tales como: "Democracia con hambre no es Democracia". En nuestro mundo actual, también pudiésemos decir que “Democracia sin información correcta y accesible, no es Democracia”.
Cuando, recientemente, tuve la oportunidad de viajar por un país de Centro América, me sorprendió la certeza con la que muchos profesionales, tanto de entes públicos como privados, nacionales e internacionales, sostenían opiniones consistentes en relación a cuáles municipios se encontraban bien gobernados y cuáles no. Esto me dio a entender, que en el campo de la administración municipal, existen ciertas variables que, objetivamente evaluadas, pueden permitir dar una opinión razonable sobre la calidad de su gestión.
De ser cierto, se me ocurre que una medida que pudiera ayudar a fortalecer la eficiencia de nuestra democracia, sería la de crear un “ranking” municipal para los más de 300 Municipios que existen en Venezuela. Dicho “ranking" pudiera indicarnos, como electores si, en términos generales, nuestro municipio se encuentra entre los buenos o entre los malos.
Estoy seguro que si en un país, se usara un índice de actuación, así sea éste imperfecto, en la elección para renovar a sus más de 300 autoridades municipales, ello permitiría al pueblo quedarse con los mejores y despedir a los peores, encaminándolo hacia un futuro distinto y mejor. Otro sería el futuro de un país en donde el criterio de decisión de los electores esté basado sólo en la simpatía del Alcalde o en la calidad de las cuñas promocionales.
Por supuesto, no creo que una medición, por objetiva que sea, pueda garantizar un resultado analíticamente correcto. Mucho menos, pretendo que un “ranking” pueda sustituir el valor de la suma de los votos individualmente emitidos. No obstante, considero, que un “ranking” razonable puede en sus extremos ( los mejores y los peores) funcionar como la información relativa a sus ingredientes, tales como grasas, calorías, proteínas y vitaminas, que aparece en el envoltorio de los alimentos. Esta información nutritiva no constituye una prohibición de ingerir los alimentos, pero sí un indicativo que nos permite racionalizar la dieta.
En estos momentos, daría la impresión de que el país apuesta a la descentralización. En tales circunstancias, creo que uno de los aportes más importantes que podría dejar la sociedad civil, sería el de constituir un comité evaluador de la eficiencia municipal, cuyo producto principal sea, justamente, el “Ranking” Municipal.
En el diseño del ranking, no hay necesidad de un exceso de precisión. Estoy seguro, que los 50 municipios que resulten “rankeados” como los mejores, estarán comprendidos entre los 150 mejores de verdad. De igual forma, los 50 municipios que resulten “rankeados” como los peores, con toda seguridad deben encontrarse dentro de los 150 que verdaderamente conformen los peores.
La sugerencia que hago no tiene la intención de reducir nuestros derechos como electores. Al declarar que no estoy en capacidad para analizar, si en mi municipio las cosas andan bien o mal (en términos de lo que se puede y debe hacer), lo que estoy solicitando es cierta ayuda externa, no me estoy calificando como un analfabeta electoral. Sólo deseo que me provean de unos lentes que me permitan ver mejor.
Economía Hoy, Caracas 29 de Diciembre de 1998



diciembre 15, 1998

Una petición para la Constituyente

Sin menospreciar los derechos que actualmente tenemos como electores, con frecuencia, me he preguntado, sobre lo irrelevante que resulta poder elegir los representantes de una Asamblea Legislativa, cuando no tenemos derecho a elegir la directiva de lo que es, para todos los fines prácticos, el ente mas importante en Venezuela, Pdvsa.
Pertenezco a los que sostienen que en 1974 Venezuela perdió el equilibrio interno, debido al aumento de los ingresos petroleros y a la estatización del petróleo. Consecuencia de lo anterior, es que hoy, 25 años mas tarde, con vergüenza contemplamos, cómo nuestra sociedad ha desperdiciado una oportunidad de oro, de lanzar a nuestro país sobre la senda de un desarrollo real y sostenible.
Hoy, entre otros factores, a razón de la inmensa caída de los ingresos petroleros, que coadyuvó a propiciar un nuevo reacomodo de poderes, tenemos la posibilidad de rectificar. Por favor, hagámoslo antes de que un aumento en los ingresos del petróleo nuevamente nos emborrache. 
En la Constituyente, que con toda seguridad viene, cifro mis esperanzas para lograr dominar, en favor del país nacional, aquél poder omnívoro que representa la chequera del petróleo.
El primer cuarto de siglo de nuestra industria petrolera transcurrió bajo la consigna "Por favor, ante nada, no politicen a Pdvsa". Al inicio, la industria despolitizada y autónoma funciono bien. Lamentablemente y por un proceso propio a la naturaleza del ser humano, se inició, de forma irreversible, un proceso degenerativo. Como era de esperarse, resultó imposible obtener resultados consistentes de una organización, que no estaba sujeta a una verdadera rendición de cuentas.
Evidencia de la degeneración de Pdvsa abunda. Como ciudadano, entre muchos otras cosas, me ha molestado la monárquica concentración de poderes; la absurda asignación de prioridades, que ha sembrado a un país, falto de escuelas y hospitales, con estaciones de servicio en acero inoxidable, capaces de satisfacer cualquier antojo por papitas fritas. 
Igualmente me he quejado de la intromisión de Pdvsa en las actividades del Gobierno, repartiendo, a diestra y siniestra, dinero ajeno para programas de desarrollo social y cultural. Tampoco estoy de acuerdo con las vacilaciones entre el abra y el cierre de la producción; con la incapacidad de proyectar la posibilidad de la caída de precios, que actualmente nos afecta; con las millonarias campañas publicitarias para promocionar la imagen de la industria y con la incapacidad de lograr una necesaria protesta nacional, cuando la prohibición del uso de la Orimulsión en Florida.
Finalmente, y probablemente más que nada, me ha perturbado ese desentendimiento total para con las realidades de un país sumergido en problemas morales y éticos, que permite a una alta gerencia, amparada por el aura de la tecnocracia y de los recursos abundantes, hablarnos, con sonrisitas, de "un país condenado al éxito".
En este momento soplan vientos de cambio. No obstante, y con el derecho moral que me asiste, por haber cuestionado, de forma abierta y constante, la gestión de la industria petrolera, debo alertar que la solución no se encuentra en permitir que el péndulo histórico simplemente nos lleve, desde la indiferencia y arrogancia de la tecnocracia, a la ineficiencia de la politización.
Igual que una tecnocracia autónoma, no responsable ante nadie, irreversiblemente termina actuando de forma equivocada, resultan las consecuencias de una politización. Una vez disminuido el calor inicial de un espíritu de rectificación y una vocación de servicio, que puede embriagar a la primera generación de autoridades, sería inocente suponer que la politización no derive sus propios males.
Por supuesto, lo peor que puede pasar es que la política y la tecnocracia se den la mano y lleguen a un acuerdo de convivencia a espaldas del país. Hoy, algunos venezolanos sospechamos, justamente, la existencia de tal acuerdo. Por lo menos, no resulta difícil plantear tal hipótesis, al contemplar, tanto la cooperación de la industria en levantar recursos al Fisco, como la permisibilidad con la cual el Gobierno se ha hecho de la vista gorda ante aparentes exabruptos de la industria.
En 1961, cuando se promulgó nuestra actual Constitución, el petróleo era operado por terceros. Digan lo que digan, cuando el país asumió la responsabilidad de operar la industria petrolera, la realidad del país cambió de manera dramática. Dicho cambio aún no ha sido reflejado en nuestra Constitución. 
Hoy, nos resulta indispensable asegurar para nuestra industria petrolera una estructura de poderes, que tenga posibilidades de armonizar, a largo plazo, entre las necesidades propias de la industria, como ente inmerso en un mundo competitivo y los objetivos propios del país. Cuando próximamente el país busque, probablemente vía la Constituyente, formas de asegurar la autonomía y la real independencia del sector judicial, aprovechemos la ocasión para hacer algo similar para la Industria Petrolera.
En tal sentido, propongo que los Miembros de la Junta Directiva de Pdvsa, sean elegidos de forma nominal por toda la Nación. La Junta, que pudiese tener 9 miembros, renovaría cada 3 años la autoridad de tres de ellos, por un período de 9 años. 
Una Junta conformada de esa manera, que garantice su autonomía, que responda directamente ante la Nación, sería la mejor forma de asumir el compromiso de administrar, en provecho de las generaciones futuras, el bien con que la Providencia nos ha bendecido. Lo creo mucho mejor, que dar bandazos entre técnicos y políticos.
En tal Junta pueden estar hasta los que hoy he criticado. Mis criticas están centradas en la forma cómo se encuentra organizada Pdvsa y no en las personas que, como en muchos otros casos, simplemente son el fruto del ambiente que los rodea.
A mis lectores, que con frecuencia me han oído proponer la idea de crear una oficina del Ombudsman Petrolero, para asegurar tanto el entendimiento, como la participación del sector civil, les quiero decir que no la he abandonado, sólo que, con la Constituyente a la vuelta de la esquina, surge la oportunidad de lograr algo aún mas significativo para mi país.
Economía Hoy 15 de diciembre de 1998



diciembre 01, 1998

Servicio y fuentes de empleo

Antes de seguir, por favor estimen, el porcentaje de la población en edad de trabajo, de Estados Unidos de America y Europa que hoy en día encuentra empleo en los sectores de agricultura e industria. 
Del material provisto por la Comision de Empleo de la Comunidad Europea, leemos que tal cifra es aproximadamente el 2.5% en la agricultura y el 17.5% en la industria, tanto para EUA como para Europa. O sea hoy solo un 20% y ademas, cada dia menos.
Debo reconocer que la cifra del 20% me sorprendio. Crei que era mucho mas elevada. Probablemente estamos predispuestos a considerar como "trabajo verdadero", aquel que se relaciona con el sector agricola e industrial y por ende a creer, que los paises desarrollados generan muchos de estos empleos.
El problema del creciente desempleo es mundial. En Europa tienen serios problemas y desde el año pasado, dieron inicio a un esfuerzo por tratar de lograr coordinar las políticas aplicadas por los paises miembros. Estados Unidos, EUA, por contraste, ha logrado generar tal nivel de empleo que es la envidia de todo el mundo. 
La diferencia entre EUA y Europa, no tiene nada que ver con agricultura e industria. En EUA en 1997 los empleados en el sector servicio representan el 54% de la población en edad de trabajo, mientras que en Europa solo conforman el 39%. La inmensa diferencia de un 15% de empleos en el sector de servicios, explica entonces por si solo, la diferencia entre el éxito de EUA y el fracaso de Europa. 
Lo anterior debe ser de interes para Venezuela. Cuando en nuestros pais se discute sobre la creación de oportunidades de empleo, los comentarios, instinctivamente se orientan a la agricultura y la industria. De igual manera, cuando se habla de ventajas comparativas, con frecuencia nos referimos a estas dentro del contexto de una producción agrícola o industrial. 
El sesgo anterior y de ser verdad que cada dia la agricultura y la industria tiene menos importancia, como generadora de empleo, puede conducir a implementar politicas equivocadas. Reflexionemos.

Economía Hoy 1 de Diciembre de 1998