abril 03, 1998

Impuestos: ¿Deber o Traición?

Es la época del impuesto sobre la renta y acabo de cumplir con mi deber de ciudadano. Debo reconocer que comparado con lo que hubiese tenido que pagar en otras latitudes probablemente el ejercicio no me salio muy costoso. ¿Porqué no me siento satisfecho? ¿Será porqué me corroe una sospecha, ya con vicios de certidumbre, que de no haber pagado el impuesto mi país pudiese estar mejor?
El mismo día de mi declaración, justo al terminar de llenar mi planilla, leí en la prensa sobre la participación fiscal de PDVSA para 1997, equivalente a 4,87 de todos los bolívares del mundo y que, al recurrir a la calculadora, básicamente se traduce en 200.000 Bolívares por cada venezolano, rico o pobre, joven o viejo.
Me imagino que en el mundo internacional de las cargas fiscales, los 200.000 Bolívares y que equivalen a un monto cercano a los 400 dólares por año, no llegarían a ocupar una posición prominente pero, si lo expresamos en términos de algunos servicios públicos prestados, las cifras resultan abrumadoras.
Cada jubilado venezolano de aquellos a los que cariñosamente se denominan los viejitos, está supuesto a recibir 50.000 Bolívares mensuales. Usando la tecnología provista por la contabilidad moderna, la re-expresión, podemos entonces afirmar que cada venezolano, rico o pobre, joven o viejo contribuye al fisco, vía la cesión de sus ingresos petroleros, una cantidad equivalente a 4 meses de jubilaciones. Con esta cifras probablemente tendríamos derecho a aspirar, como contribuyentes, a un lugar en el Guiness Book de Records.
Y todo esto antes de incluir el impuesto a las ventas y cuyo monto no puede ser discriminado en el precio de venta del producto y para así tratar de ocultarle al contribuyente la realidad del tributo. Si a causa de mala conciencia o vagabundería que lo discutan otros.
Y todo esto antes de incluir los demás impuestos ocultos tales como las altas tarifas telefónicas que pagamos, a cuenta de que el fisco, para levantar nuevos recursos, venda cara las concesiones. Ya las autoridades (Conatel) anunciaron que para la próxima licitación de una concesión de teléfonos celulares "no hay que repetir el error de venderlo muy barato, en detrimento de los intereses del Estado y hay que cobrar mas de US$ 100 millones". Por supuesto que los 100 millones tendrán que ser repagados al inversionista por los usuarios, vía una tarifa más alta. Por supuesto nadie consideró el interés y el derecho del ciudadano de poder comunicarse de forma económica. Cualquier día de estos anuncian una concesión de aire puro.
Y todo esto antes de incluir los impuestos ocultos presentes en la prestación de unos pésimos servicio públicos.
Y todo esto antes de incluir las inmensas contribuciones que le hacen al fisco los médicos, profesores, maestros y demás profesionales que si trabajan y cumplen con sus deberes, percibiendo un ingreso menor al que les podría corresponder.
Y todo esto antes de los Impuestos sobre Activos Empresariales donde aún empresas que pierden deben pagar.
Y todo esto antes de los impuestos que hay que pagar sobre las ganancias derivadas de una revaluación teórica de los activos, pero donde según las últimas nuevas del Seniat, las pérdidas históricas sufridas, para fines de su compensación, no pueden ser re-calculadas a fines de considerar verdadero valor actual.
Y todo esto antes de considerar los impuestos astronómicos cobrados vía la seguidilla de devaluaciones y cuyo impacto queda evidenciado al establecer que nunca, antes o después de Colón, el sector público haya sido tan grande en relación al sector privado. La esencia de un modelo neoliberal es la reducción de la influencia del sector público. La interpretación tropicalizada que nuestros gobernantes le han dado a dicho modelo, les ha permitido justificar la venta de todo lo que ya paso la vida útil para ellos, sólo les causa problemas o peor aún requiere de inversiones. Daría la impresión que el sueño que en un horizonte visualizan, es quedarse con todos los ingresos fiscales pero sin ninguna de las correspondientes obligaciones.
Y toda ésta serie de inagotables contribuciones fiscales, voluntarias e involuntarias, abiertas o ocultas, son justificadas bajo la amenaza de que si no, viene el déficit fiscal, viene la inflación, y con estos dos viene el lobo. Señores, la inflación lleva años y hace tiempo que el lobo vino. Me parece que resultó ser el mismo fisco.
El problema de Venezuela no se encuentra por el lado de la contribución fiscal. El problema de Venezuela se ubica con una claridad cristalina por el lado del gasto fiscal. Es en tal sentido que presiento que, habiendo pagado mi planilla de impuestos, de verdad le pueda haber hecho un daño a mi país. Como alguien dándole drogas a un drogadicto. Como alguien dándole licor a un alcohólico.
La intención de estas notas no son la de satisfacer una simple curiosidad intelectual. La próxima vez que vean un niño sucio y hambriento abandonado en la calle y sin esperanzas, recuerden que el también le entrego al Estado de Venezuela, en 1997, 200.000 Bolivares.

Traducido del Daily Journal