enero 18, 2001

Con licencia para intimidar

El Estado venezolano aparentemente le ha concedido licencia a unos abogados para que, cual Sheriff de Nottingham, anden por ahí intimidando a la gente al pago de unas rentas monopolísticas a Microsoft y otros productores de software. Su forma de actuar, amenazando con penas de cárcel a quien use un software copiado y enviando sus misivas en época de Navidad, para cobrar unos jugosos honorarios, se asemeja a la de unos simples mercenarios, tratando de cuadrar su rectangular hallaca.
En 1983, empecé usando Wordstar como programa de procesamiento de palabras. A los pocos años el mercado movió (cual queso) la frontera y tuve que migrar al Wordperfect. A mediados de los 90 no me quedó más remedio que cambiar nuevamente, esta vez al Word de Microsoft. Hoy soy un feliz usuario de ese programa y Bill Gates, la persona más rica del mundo. 
Pero la frontera se sigue moviendo, no tanto por el mercado, sino por la costumbre de Microsoft de sacar nuevas versiones que le permitan cobrar otra vez su peaje. Y...¡pobre del que se quede atrás! Los libros de instrucción para las viejas versiones desaparecen, la incompatibilidad crece y ¿qué consultor se atrevería a enviar una propuesta de trabajo a un ente multinacional en Word 97 en lugar de Word 2000?
El éxito financiero de Microsoft se basa, además, en que logra vender en 700 dólares un software cuyo costo variable no excede de 3 dólares. Lo anterior se debe en parte a sus derechos de propiedad intelectual, pero ante nada, por la manera abusiva de cómo ejerce un monopolio. Esto último, no sólo lo digo yo, en los Estados Unidos así lo han determinado los tribunales de ese país. 
Es por ello que hoy invoco el artículo 113 de la Constitución, que reiteradamente obliga al Estado a adoptar medidas para evitar el abuso de la posición de dominio, para solicitarle a nuestras autoridades que revoquen las licencias para intimidar, emitidas a favor de los agentes de Microsoft. Si esa empresa desea que en Venezuela se le protejan sus “derechos”, debe cumplir con lo siguiente:
· No aprovechar su posición de dominio y ajustar sus precios a la capacidad económica del mercado local. Dada la diferencia en los ingresos per capita, la protección real otorgada a Microsoft en Venezuela, supera ampliamente a la que recibe en su propio país.
· Como alternativa y por cuanto la protección de un derecho intelectual no puede significar un derecho a discriminar, todo usuario, por pequeño que sea, debe tener el derecho a comprar el software al mejor precio, tal como los que son ofertados por Microsoft a los fabricantes de computadoras. 
Conocemos asimismo que de no existir los impuestos de más del 400%, que los países consumidores le aplican discriminatoriamente al petróleo, se vendería un mayor volumen a mejores precios. Por lo tanto, mientras los modernos Francis Drake´s fiscalistas naveguen por nuestro mar petrolero, considero además que nuestros ciudadanos también tienen el derecho de, bajo ciertas circunstancias, poder darle un SI a la piratería.
Amigo intimidador, cuando quiera, en el corral que usted elija, le armo un computador con un software 100% pirata pero funcional y lo reto a que con sus tropas me la confisque, advirtiéndole al juez que en ella guardo, con derecho a la confidencialidad, propiedad intelectual mucho más valiosa que la suya.
El Universal, 18 de enero de 2001

enero 04, 2001

Mi plan Colombia

En momentos de desavenencias es importante dibujar las conveniencias, es por ello que firmemente creo que con la gente y tierra de Venezuela y Colombia podríamos construir una Nación capaz de competir, de tú a tú, con las demás superpotencias del mundo. No obstante, dadas las múltiples barreras mentales y reales que existen, probablemente me pregunten ¿qué lumpia me fumé?
Parafraseando a Carlos Zubillaga, considero que uno de los obstáculos a la integración de intereses de los dos países, se debe a que Colombia parece haberse desarrollado bajo la influencia de una clase dominante, que sólo buscaba dominar, mientras que en Venezuela, nuestro rumbo quedó marcado por una clase dominante que rehusaba dominar. 
Otro impedimento es la pérdida de confianza en nosotros mismos, causada ante nada por el evangelio de la globalización. Normalmente, nuestras condiciones geográficas, entre norte y sur, este y oeste, representarían para un filósofo del vaso medio lleno un cúmulo de fortalezas, pero lamentablemente, para nuestros filósofos de vasos medio vacíos, ellas sólo constituyen flancos débiles que proteger.
Para empeorar las cosas, hasta el ciclo de vida de Bolívar, su nacimiento y muerte, que tanto nos podría unir, en vez de constituir una plataforma para lanzarnos a un futuro más grande, sólo parece anclarnos en el pasado.
Ante estas dificultades es comprensible que la prudencia sugiera diferir un esfuerzo de integración para cuando existan condiciones más propicias. No obstante, la realidad es que nuestra Colombia, dicho esto con el mismo derecho y respeto con el cual espero que ellos puedan referirse a su Venezuela, enfrenta algo muy cercano a una guerra civil, que simplemente no podemos ignorar.
Por supuesto, si queremos conservar las ambiciones de lograr una futura y hermanada grandeza, no podemos participar directamente en este conflicto, pero creo que esto no deba significar que nuestra única alternativa de acción, sea la de apertrechar nuestra frontera y evitar el salpique de un Plan Colombia. 
Por el contrario, el momento es históricamente oportuno para relanzar un agresivo plan de integración económica que nos ayude, tanto a ellos como a nosotros, a comprender que los verdaderos obstáculos hacia un futuro mejor, se encuentran muy pero muy lejos de las causas de un conflicto fraticida.
En tal sentido, propongo que busquemos de inmediato reafirmar el Pacto Andino, por lo menos en lo atinente a Colombia y Venezuela. Para comenzar, debemos buscar alinear nuestras monedas a fin de maximizar el intercambio comercial colombo-venezolano e imponer unas significativas barreras comerciales externas y comunes, que nos permitan crear un importante mercado interno.
Lo anterior, cual exitosa angioplastia, podría desbloquear las arterias comerciales y oxigenar las economías hasta tal punto, que tanto Colombia como Venezuela, puedan observar nuevos y mejores horizontes y quizás incluso una bonanza que permita generar nuevas y pacíficas soluciones.
En tantos lugares del mundo observamos la presencia de guerras originadas por pasiones absolutamente inexplicables para un ser normal. Por Dios, pase lo que pase, les ruego que no le dejemos como herencia a nuestros hijos ese odio absoluto, eterno y corrosivo entre pueblos hermanos, que carcome una vida recién nacida.
El Universal, Caracas, 4 de Enero de 2001