octubre 16, 2008

Un impuesto a la propiedad intelectual

Los billetes de dólares y de cuyo valor responde Estados Unidos, llevan impreso el lema abreviado de "In God We Trust", "En Dios confiamos". Una versión más completa sería "En Dios confiamos para que los políticos no circulen más dólares de lo que la economía pueda respaldar o que, en caso contrario, el contribuyente de Estados Unidos tenga la disposición y la capacidad de pagar con impuestos lo que haga falta". Lo anterior vale igual para todos los demás países.
Ahora y aun cuando el sector privado cargue con la mayoría de las perdidas iniciales de la crisis financiera, ésta terminará siendo extraordinariamente costosa para los fiscos también y sin duda en muchos casos sobrepasará su capacidad actual. En tal sentido algunos de los costos deberán ser pagados con más impuestos o, en su ausencia, se pagarán con la inflación, el impuesto a los pobres.
La sociedad lleva décadas sin analizar tributaciones que se ajusten a las nuevas realidades globales y que interfieran el mínimo posible con la recuperación de la economía, por lo que puede ser oportuno comenzar a reflexionar sobre el tema. Cualquier propuesta tributaria nueva debe además ser legitimada sobre las bases de la justicia y la racionalidad. En tal sentido estoy circulando algunas ideas para su discusión y la siguiente es una de ellas.
El impuesto sobre las ganancias derivadas de los monopolios creados por las propiedades intelectuales.
La mayoría o quizás todos los derechos de propiedad intelectual son otorgadas a quien corre la ultima parte de un relevo corrido con ingenuidad, creatividad y esfuerzos tenaces por generaciones de seres humanos. Los corredores anteriores permiten al último cruzar la línea final victoriosamente y levantar una idea terminada, aun cuando no necesariamente iniciada.
La particularidad de este relevo es que quien espera estar corriendo como el último relevista no puede estar completamente seguro de ello. Algunas veces correr la última parte o cualquier parte puede ser fácil; otras veces puede requerir de muchos esfuerzos en equipo y cuesta millones. La sociedad, para estimular la ingenuidad, la creatividad y el esfuerzo requerido de todos, para así ayudar a que el mundo progrese, ha decidido otorgarle a solo el corredor que cruce la meta final, el trofeo de un derecho de propiedad intelectual.
La parte problemática de este acuerdo social es que todos los derechos de propiedad intelectual crean un derecho a un monopolio y que como es ejercitado con poca o ninguna regulación, restricción o supervisión, significa que puede ser sujeto a una sobre-explotación.
Por cuanto todo derecho de propiedad intelectual otorgado impone a la sociedad la obligación de defender tal derecho, de muchas maneras, lo cual cuesta mucho, la pregunta que también queda por responder es si no hubiere sido mejor usar esos recursos para otros propósitos, por ejemplo financiar a otros para que corran el relevo.
No encuentro lógica ni justicia cobrarle a una empresa a quien se le ha otorgado el monopolio de un derecho de propiedad intelectual, por algo a lo cual generaciones anteriores han contribuido y en cuya defensa la sociedad debe invertir recursos, la misma tasa de impuestos sobre las ganancias que se aplica a una empresa que compite en el mercado sin ninguna especie de protección.
Por lo tanto he propuesto estudiar que las ganancias generadas por la explotación de un derecho de propiedad intelectual paguen un impuesto sobre las ganancias adicional, de por ejemplo 20%. Esos ingresos pueden destinarse a rembolsar la sociedad por los costos de defender las propiedades intelectuales y para ayudar a financiar a otros corredores en aquellos relevos de la humanidad destinados a desarrollar bienes esenciales que nos puedan servir a todos. 

octubre 09, 2008

¡Pum! ¡Pum!

Y quienes creen que lo que pasa en el mundo no tiene nada que ver con Venezuela son solo o unos inocentes estúpidos o unos criminalmente estúpidos.
Y "¡Pum!" nos explotará en la cara esa olla de presión que significan los precios de la gasolina contenidos al absurdo y que tendrán que ajustarse fuertemente, pero no como he venido rogando por años para corregir una sinvergüenza nacional, sino solo como el resultado de necesitar de nuevos recursos para seguir financiando otras posibles sinvergüenzuras de nuestros desgobiernos.
Y "¡Pum!" nos explotará en la cara esa olla de presión que significa una tasa cambiaria contenida al absurdo y que tendrá que ajustarse fuertemente, pero no para librarnos de un odioso sistema cambiario que coloca en manos del cacique de turno el poder de otorgar los derechos de paso en la economía, sino para ser sustituido por otro sistema de emergencia, que solo podemos rogar sea algo mejor.
Y en este país preso y desesperanzado, con todas las rutas de comunicación interna bloqueados por odios, ineptitudes, resentimientos y mezquinos intereses, sin ninguna parte con la suficiente credibilidad para lograr una representación sin que el lado contrario se sienta totalmente excluido… ¿Cómo hemos de manejar, responsablemente, el "¡Pum! ¡Pum!"?
Este Gobierno, y no obstante de lo que tanto habla en contra del capitalismo, basado en la creencia que el capitalismo mundial era lo suficientemente estable y prospero como para garantizarle su futuro particular, agarro de esas reservas internacionales que respaldaban la emisión de todos nuestros bolívares todos los dólares del mundo, para así financiar sus ocurrencias. Si a eso ahora le añadimos las pérdidas en el valor de las dizque reservas reales remanentes, pérdidas en la que de seguro ha incurrido como cualquier otro inversionista, y la disminución de ingresos corrientes para el país que ha de venir, solo podemos concluir que el gobierno terminará financieramente desnudado y, por supuesto, nosotros desnudos con él.
A la larga sabemos que el país cuenta con bastantes haberes, de toda naturaleza, suficiente como para saldar sus tantos pasivos, también de toda naturaleza, y salir adelante. No obstante el solucionar los desequilibrios en el corto plazo sin crear un saldo rojo que hipoteque la nación venezolana, no es nada fácil. Así que… ¿qué hacemos ahora con nuestra Venezuela hecha Zimbabue? Y no nos vengan con ese cuento que con salir del Mugabe criollo se soluciona todo.
Como mínimo y por cuanto la que se autodenomina Asamblea Nacional no tiene absolutamente nada que ver ni con representatividad ni con capacidad, necesitamos convocar, con urgencia, unas elecciones para conformar una Asamblea Nacional que le pueda servir al país para algo, o por lo menos que no lo estorbe. Por mí ya aprovecharía el 23 de noviembre para ello. Y que no se engañe nadie, la necesidad de una Asamblea Nacional funcional es algo hasta más urgente para el oficialismo.
Luego, una vez calmado lo peor, debemos asegurar que más nunca el Estado sea el sembrador de nuestra resultas petroleras y que estas nos sean entregadas directamente a los ciudadanos, para ver si así por fin logramos un gobierno en Venezuela que, en época de altos ingresos petroleros, se interese en gobernar para nosotros.
Esta semana son las reuniones anuales del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional. Asistiendo en nombre de la sociedad civil en general, de nuevo buscaré que el FMI acepte calcular las resultas petroleras como parte de la carga fiscal de los países petroleros, como si estas resultas petroleras hubiesen pasado por los bolsillos de sus dueños, los ciudadanos, y luego el Estado se los hubiese quitado vía impuestos, como de hecho hace el Gobierno en Venezuela quitándole hoy en día unos 200 dólares al mes, hasta al más pobre de nuestros pobres.