“No somos suecos” es la respuesta que frecuentemente se oye cuando se exige algo más de orden y de responsabilidad social en nuestro país. No obstante que José Ignacio Cabrujas puede haber tenido algo de razón cuando decía que “no hay peor fusión en la vida que la de unos latinos obedeciendo órdenes luteranas, es decir, reducidos a la asepsia y privados de sus reales ganas”; el “no somos suecos” también es un total irrespeto al venezolano; como cuando implica que fuésemos algo menos que los suecos; como cuando es usada por los gobernantes para excusar su propia incapacidad.
Claro que no somos suecos, pero eso no nos libra de nuestra responsabilidad, como venezolanos, de hacer algo mucho mejor de nuestro país. Además, y como la historia de la civilización nos enseña, si no logramos enrumbar a nuestro país, y en eso ser algo suecos, terminaremos siendo un país de suecos, chinos, cubanos, estadounidenses, colombianos, brasileros o cualquier otra cosa, menos venezolanos.
El 16 de Abril del 2002 publiqué aquí un artículo titulado “La Nueva Oportunidad de Chávez” en el que decía: “La historia buscó primero su expulsión, pero luego se arrepintió y decidió darle otra oportunidad. Hoy sólo depende de él, si quiere usar ese regalo para lograr asentar en los anales históricos a su gobierno como beneficioso para Venezuela, o si simplemente se da por satisfecho con la adulancia. Como venezolano no puedo desear otra cosa que no sea que la batee de jonrón… Durante su primer turno al bate Chávez se perjudicó alineando en el gobierno unos cuantos bienintencionados, que si bien serían una maravilla revisando gastos como comisarios de un condominio, sin embargo no sirven para planificar el futuro de un país y mucho menos para hacerlo”. Terminaba instando, “Hugo Chávez, agradezca su segunda oportunidad, regalándose la posibilidad de hacerlo bien. Si no lo hace, que Dios y la Patria se lo reclame.”
Desde esa fecha, Hugo Chávez, en mucho debido a una oposición que le ha servido de pega-loca para aglutinar sus muy disímiles apoyos; a una utilización obscena de las fortalezas propias de ser gobierno y al controlar férreamente la logística electoral, ha logrado mantener su turno al bate.
No obstante, y aún aceptando que el paro petrolero le hubiere dificultado a quien sea hacer una buena labor, por un tiempo corto, ya está más que claro que a los “bienintencionados” los debemos poner entre comillas y que los resultados siguen siendo tan pobres, que ni siguiera Chávez logra hacerse el sueco.