En la contraportada de un libro, sobre como enderezar la economía de Europa, leí a un crítico felicitar al autor por un trabajo completamente objetivo, libre de clichés y eslóganes y pensé: ¿Que diablos hace uno con algo libre de clichés y eslóganes cuando lo único que vende son eslóganes y clichés?
En un reciente artículo, en este periódico, de nuevo alguien argumentaba la necesidad de que el país abandone sus ideas de líderes mesiánicos e igualmente pensé: ¿Qué diablos hace uno sin líderes mesiánicos, cuando la única manera de vender los eslóganes y clichés es con buenos vendedores de ilusiones?
En nuestra Venezuela tenemos una larga experiencia de que los eslóganes y los clichés, vendidos por un buen vendedor, son tan poderosos, que neutralizan el impacto político que los pobres resultados de las diversas gestiones multibillonarias y longevas, de 40 ó 7 años deberían haber producido.
Entonces, para combatir lo negativo de los eslóganes, clichés o líderes mesiánicos, parece que no nos queda otra que generar nuevas ofertas de eslóganes y clichés y conseguir a unos vendedores mesiánicos, que sabemos existen, para por lo menos tener una variedad de donde elegir.
El primer paso de este proceso comienza por reconocer, que los personajes actualmente conocidos como de oposición no han logrado nada, aún con muchísima exposición en medios, lo que no vale la pena darse más golpes de cabeza buscando a lo que obviamente no se encuentra entre ellos.
Por cuanto el fin a veces justifica ciertos medios radicales y como además sabemos que vivimos en un mundo mediático, usemos entonces a los medios y promovamos el concurso “Buscando otro gallo”.
Sólo podrían participar los amateurs políticos y quienes no hayan protagonizado debates en alguna televisora nacional. Para el caso de que fuesen más de 30 los interesados(as), se haría una preselección pública. Luego, cada semana, se televisaría un debate, de uno contra uno y del cual, sujeto a la coincidencia de criterio entre un jurado y el voto popular telefónico, para dificultar una trampa en las llamadas, el ganador pasaría a la próxima fase. Cada candidato tendría el derecho de estar acompañado por tres asesores, expertos en la creación de eslóganes, clichés e ideas.
El concurso captaría una audiencia inmensa y al final tendríamos otro gallo para cantar, con una buena exposición de medios y unos clichés y eslóganes comprobadamente atractivos, listo para enfrentar al titular reinante.