Qué bueno fuese si todos los dólares preferenciales se repartiesen en cupos iguales entre todos los venezolanos con el explícito derecho de ser negociables, digo para que el subsidio implícito le llegue por igual al rico y al pobre y no como hoy, mayoritariamente a los vendedores internacionales de bienes y servicios, a los gestores e intermediarios y a los ciudadanos que más consumen dólares.
Qué bueno fuese si toda la gasolina que se vende a un precio menor que su costo de distribución se repartiese en cupos iguales entre todos los venezolanos, vía cupones negociables, digo para que el regalo de la gasolina le llegue por igual a rico y pobre y no como hoy, a quienes más la pueden consumir y contrabandear.
Qué bueno fuese si todos los derechos ciudadanos se repartiesen mediante un cupo igual a cada uno de los venezolanos, digo para que estos derechos amparen a todos por igual sin depender del color de la franela y del grado de necesidad con que se necesite de chuparle las medias al papaúpa de turno.
Qué bueno fuese si cada joven venezolano recibiese cupones, no negociables, con lo cual pudiera pagar todos sus estudios, digo para que le quede más claro a los maestros para quiénes deben trabajar todo el tiempo.
Genéticamente nos hemos convertido en una sociedad de arrastrados acostumbrados a tener que mendigarle favores a un sector político que, fascinado, encuentra en ello su mayor incentivo para aspirar a su cupo político. Lo triste es que la venezolanidad nuestra de hacernos los locos, nos impide darnos cuenta que podemos liberarnos de esa infectada llaga social, está a nuestro alcance, si sólo nos atrevemos.
Compatriotas, no quiero dólares preferenciales, no quiero gasolina gratis, no quiero ninguno de esos enredos administrativos… con que me den mi cuota parte del ingreso petrolero, la que por cierto a cada momento nos dicen que es nuestra, me basta y me sobra. Nuestra banca comercial es capaz de montar en poco tiempo un sistema ultraseguro y confiable que permita tal distribución.
Los gobiernos deben cobrar impuestos para cubrir sus gastos y hay una aceptación generalizada que estos deben basarse sobre una cierta progresividad que promueva una mayor distribución del ingreso. Este gobierno dice que distribuye sus ingresos considerando ante nada a los más necesitados, pero cuando nos ponemos a sumar la regresividad presente en el sistema de cambiario, en el subsidio de los precios de la gasolina y en los regalos a otros países, pues tendríamos que, como es costumbre reciente, mandarlos a lavarse ese paltó.
En Venezuela el día que nuestro éxito no dependa de nuestra capacidad para mendigar del sector público una cuota de favores algo superior al que logra mendigar nuestro vecino, o pedirle a otros que hagan el pedigüeñito a nombre nuestro, ese día sí podemos hablar de independencia en nuestro país.