De nuevo, como parte de la “sociedad civil”, sea lo que sea que signifique eso, no estoy muy seguro de ello, participe en las reuniones del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional el fin de semana pasado en Washington. Una de los principales temas discutidos, eran los horripilantes números sobre el inmenso desempleo juvenil que agobia el mundo y que, por todo lo que oí, me parece que no se sabe cómo solucionar. Mis varios comentarios sobre el tema, en representación de mis aun no nacidos nietas y nietos fueron:
Si los jóvenes quieren conseguir empleos tienen que demandarlo con mucha más fuerza. Estoy seguro que una Ley que establezca que una vez la tasa de desempleo juvenil exceda cierto límite se hará un sorteo entre todos los funcionarios públicos, mayores de por ejemplo 50 años, para que un porcentaje alto de ellos tengan que renunciar y brindarle la oportunidad a los jóvenes… energizaría la atención del gobierno al problema. En mis adentros oía una pequeña voz que me recordaba la no plenamente confirmada antigua tradición vikinga, de sus viejos lanzarse voluntariamente por un precipicio, ättestupa, cuando ya no le eran útiles a la sociedad.
En el mundo los reguladores han impuesto unos requerimientos de capital a los bancos basado en los riesgos de incumplimiento percibidos por las calificadoras de crédito. Por cuanto los mercados ya incorporan esa información de riesgo en sus tasas de interés, eso significa que la misma información se considere dos veces, con lo que exageradamente se empuja a la banca hacia lo que oficialmente se percibe como de poco riesgo, triple-As y gobiernos, y alejándola de lo que oficialmente se percibe como de mayor riesgo, tales como los pequeños negocios y los empresarios… justo los que más chance tienen de crear empleo. Los jóvenes deberían oponerse a aquello y exigir que los requerimientos de capital de la banca se alineen mejor con el potencial de crearles empleos.
Si un joven (o un viejo) tienen intereses que los ocupen cuando están desempleados quizás basta suministrarles algo de comida y ropa para que se defiendan pero, si no tienen intereses sanos y por lo tanto pueden caer en la tentación de malas actividades, habría que además ponerles costosos policías al lado. En tal sentido preguntaba: “si se sabe que cientos de miles o millones habrán de estar desempleados, quizás de por vida ¿qué educación se les puede dar?” ¿Una maestría en desempleo? En cierto sentido esto está bastante relacionado con los escritos de Thorstein Veblen sobre la clase ociosa.
Igualmente oí un debate sobre los recientes incidentes en algunos países árabes. La mayoría de los panelistas mantenían que lo que verdaderamente provocó los estallidos en curso no era tanto que existiesen desigualdades sino que el origen de éstas se identificase como injusta. Pues bien, aquellos jóvenes de países donde sus gobiernos generación tras generación desperdician valiosos recursos naturales, como el petróleo, deberían exigir que las resultas de estas les sean entregadas directamente a ellos, para ellos mismos tener la oportunidad de ponerlas a mejor uso, sin tener que coserse bocas o vestirse de rojo para chuparle las medias a unos mediocres.
Algo dramático hay que hacer ¡YA!... por cuanto si no parece que lo única oportunidad para muchos jóvenes desempleados de salirse de su situación, es solo cuando se conviertan en unos viejos desempleados.