Sin duda que los villancicos no tienen las mismas posibilidades de ataño para alborotar las felicidades navideñas en nuestra Venezuela. Basta ver las tantas caras amargadas que nos rodean por doquier.
Encontramos las caras amargadas por las tantas tristes realidades, pero, ante nada, las más amargas de todas, son las de quienes saben que protagonizan una vulgar mentira bufa, y son demasiado débiles y cobardes para salirse.
Observen por ejemplo las caras de los asambleístas actuales y las del tren ejecutivo. Ni una sola cara refleja el éxtasis revolucionario de quienes creen en lo que hacen. No, son las caras de uno tan pobres pobres diablos qué, si uno lograse hurgar suficientemente profundo en nuestra cristiandad navideña, hasta nos deberían causar lástima.
Son los que promulgan leyes que deberían ser innecesarias como las que dicen "En los servicios de radio, televisión y medios electrónicos, no está permitida la difusión de los mensajes que: Inciten o promuevan el odio y la intolerancia por razones políticas" para luego tener que aplaudir a su cacique cuando incita sus odios y sus intolerancias políticas.
Son los que promulgan leyes habilitantes pero que luego cuando tales leyes no sirven para que el responsabilizado habilitado cumpla con sus deberes, deben igualmente aplaudirlo cuando repite su llantén existencial de “la culpa la tienen otros”
Son los que consideran que una asamblea ilegítima nacida de unas elecciones ilegítimas puede extender su ilegitimidad más allá de su propio periodo… algo así como habilitar a un presidente para que siga siendo presidente una vez vencido su periodo presidencial. Estar obligado a tales payaserías no puede sino causar amargura.
Resaltar la importancia de la Ley Habilitante diciendo que “permitirá a los productores agrícolas del país, recuperar las tierras afectadas por las fuertes lluvias” solo permite dos caras, la de muerto de risa o la de la amargura… y la primera requiere de asambleístas y no de corderos.
En la semana Laureano Márquez escribió “En Venezuela las revoluciones más que acabar con las arbitrariedades, terminan siendo simplemente un cambio de arbitrarios, un “quítate tú pa’ ponerme yo… Una de nuestras desgracias es que somos un país de “plan B”, que pocas o raras veces ha tenido “plan A”, esto es, un modelo, una noción, un proyecto de país sustentado no en la idea de que somos una mina de extracción, una taquilla de cobros, sino una comunidad con destino, con proyectos colectivos que vayan más allá del exclusivo provecho personal… ¿Será que hay algo en nuestra constitución que nos impide apropiarnos de nuestro destino?”
Si señor Márquez. Cada vez que las resultas petroleras que le llegan directamente al gobierno pasan del 5% del PIB, del 15% de las exportaciones o del 25% de los impuestos cobrados a los ciudadanos, tenemos un gobierno rico que no depende de los ciudadanos y unos ciudadanos que solo esperan y negocian favores del gobierno; y eso le amargaría la vida e impediría apropiarse de su propio destino a los ciudadanos más ciudadanos que usted se pueda imaginar.
Amigos, con música de “Si la Virgen Fuese Andina” canten conmigo:
“Si el gobierno fuese pobre, y los ciudadanos mandasen, Venezuela sería, grande entre los grandes” bis
“Sería un país contento, nada de amargados, ciudadanos generosos, con espíritus levantados” bis.
Feliz Navidad 2010 les desea a todos,