RECIENTEMENTE les escribí acerca de la deuda pública externa odiosa, discutiéndose actualmente en el mundo las posibilidades de su repudio cuando es contratada por gobiernos o para fines ilegítimos. La otra cara de la moneda, es la del crédito odioso. Por favor, no vayan a pensar que la tengo agarrada con la banca, todo lo contrario, pero respeto demasiado el rol de la intermediación financiera, como para callarme cuando no cumple bien sus funciones. En 1981, el representante de un banco extranjero en Venezuela me mostró una carta donde su jefe le instruía "denle crédito al INAV..., que ese es el peor instituto público, por lo que es el que mayor margen nos paga y, tú sabes, al final sigue siendo tan público como el mejor y Venezuela tendrá que pagarlo igualito". ¿No les suena esto a un crédito odioso?
La primera pregunta, que debe formularle un buen banquero al cliente, que le solicite un crédito es el para qué y, si la respuesta no es satisfactoria, debe negarlo, sin considerar las garantías ofrecidas. Burdos fraudes, del tipo Parmalat, siempre existirán, pero la forma tan idiota como todos cayeron en la trampa nos hace sospechar, que este sólo sea el primer caso del nuevo riesgo sistémico en la banca, cuando, tentada por los reguladores de Basilea, subordina su propio criterio al de los dictámenes de auditores y calificadoras de crédito. Tal evolución, mala de por sí, resulta más grave aún en el caso de los créditos públicos, donde el para qué está siendo sustituido por un cuánto aguanta, maléficamente derivado del cálculo sobre el nivel de deuda pública sostenible.
Al pedir la eliminación total de la deuda pública externa (algo factible y que en nuestro país no requiere de exagerados sacrificios) mis colegas con frecuencia argumentan, que un nivel de deudas es bueno y necesario para el país... lo que no me convence, por sonar como si la deuda fuese similar a la electricidad, que debe mantener un cierto voltaje. Por cuanto la deuda pública siempre debe ser pagada, independientemente de que nunca nadie haya sabido su para qué (o para quién), peleo por ese día en que nuestro sector privado venezolano pueda acudir de nuevo a los mercados, libremente, sin tener que cargar con ese tamaño bacalao llamado deuda pública externa.
Para mí el Benemérito tuvo mucho mérito cuando liberó a Venezuela de sus deudas externas... él como que sí sabía, que para sacudir ese vicio, se requiere algo más que chicles o parches.