A VECES DEBEMOS enseñarle a los alumnos a no tenerle miedo al éxito, decía una maestra de color, con 32 años de experiencia en los colegios públicos de Washington. Tiene razón, pero en Venezuela a veces tenemos hasta que pelear contra las ganas de fracasar.
La globalización es algo irreversible. Hasta a Estados Unidos le ha tocado dar su brazo a torcer (o así pa rece) y desconectar los subsidios, que artificialmente venían manteniendo con vida a unos pocos de sus culti vadores de algodón, a costa de muchos otros agricultores en los países pobres.
Por ser un fuerte crítico de la manera como Venezuela ha manejado la globalización, puede que sea tildado de globalifóbico, tanto por los ineptos, que ni se dan cuenta de sus peligros, como por los sifrinos, que sólo la ven como algo fino. No obstante, la verdad es que entre quienes peleamos, para que Venezuela tenga éxito con la globalización y quienes creen que el país puede tener un mejor futuro, dándole la espalda, hay un mundo de diferencias.
Reconociendo que la globalización es difícil y trae riesgos, los que aceptamos el reto de nadar con la corriente y buscamos sacarle el mayor provecho para el país, sentimos simpatía y comprensión por quienes de verdad creen que estaríamos mejor como ermitaños. Los que sí no merecen nuestra simpatía, comprensión, ni perdón, son quienes se oponen a la globalización, sólo para garantizar el fracaso del país y asegurar así esa mediocridad, que les permite mantener su propia cuota de poder.
Por cuanto a la larga, el fracaso no es sostenible, ni en un mundo globalizado, ni en uno colonizado, o tenemos éxito en nuestra tierra Venezuela, u otros lo tendrán en ella. En tal sentido, los busca-fracaso, entre quienes siempre encontramos a algunos que dicen actuar en nombre de quien nos ganó la patria, cínicamente se dedican a perderla.
A los que creen que lo anterior es imposible, a cuenta de las buenas intenciones de su proceso, basta recordarles que si bien es difícil mantener una revolución sin recursos, más lo debe ser con esa abundancia, que atrae a todo tipo de calaña.
A los que creen que todo se arreglará con sólo salirnos del proceso, ¡cuidado! ya que nuevamente podemos terminar con los ojos claros y sin vista, no por miedo al éxito, sino por las tantas ganas al fracaso.
A los que creen que de la globalización sólo saldrán perdedores, descuiden, cada día somos más quienes queremos hacer ganadores de todos. ¡No le tengamos miedo al éxito!