julio 17, 2003

Pónganos donde haya...

Recientemente visité un país de nuestra América, donde sobrevolé un valle, que parecía muy fértil, cual inmensa y tupida alfombra verde, bellamente tejida por cultivos de palma africana. Me entusiasmé, creyendo que al fin había encontrado el desarrollo en acción, eso es… hasta que aterricé.
El contraste entre la maravillosa vista de arriba y la miseria de abajo me gritó a viva voz que la palma africana, lejos de ser un motor de desarrollo, podía ser la madre de las trampa-jaulas de pobreza. Si en cambio tomamos, por ejemplo, un granito de café, puede que valga poco en el campo, pero permite al menos soñar con la posibilidad de capturar algo más de ese valor que se intuye cuando hay quienes pagan 4 dólares o más por una tacita, pero en el caso de la palma africana… no hay sueño posible, sus grasas saturadas, ya de entrada, son clasificadas como poco deseables.
En tal sentido, el difícil cultivo de la palma africana, parecería estar condenado a señalar la frontera del menor costo marginal global, es decir, donde menos tengan que pagar a los agricultores por su trabajo. Su cultivo tiene actualmente tan poco margen, que quizás ni siquiera alcance para pagar un sindicato, así que Señor Planificador, por si acaso, no nos ponga con la palma, pónganos donde haya…
Al analizar los márgenes agrícolas, no debemos olvidar que en la mayoría de los casos en que éstos permiten a los agricultores mantener un nivel de vida decente, ello se debe a que existe algún tipo de subsidio, protección o ineficiencias del mercado. De allí que si nos ofrecen cultivar palma africana en Francia, quizás lo pensaríamos…
Una cosa es ser un productor agrícola marginal y otra, muy diferente, un captor de rentas. En un supermercado de los Estados Unidos encontré 11 variedades de huevos, variando el precio por docena desde 95 céntimos de dólar por la producción de la industria avícola enjaulada, hasta 3.99 dólares cuando certifican que los huevos provienen de gallinas alimentadas orgánicamente y en libertad.
Para los países que hoy cifran sus esperanzas en Cancún y en la apertura agrícola, espero que lo anterior los hagan meditar y se den cuenta de que la sola apertura no hace milagros, si los agricultores paralelamente no cuentan con otras ayudas, como las que ofrecen muchos países desarrollados.
Amigos, si dejamos que la globalización sólo persiga el menor costo marginal de mano de obra, irreversiblemente llegará la Gran Deflación.
El Universal