La Aplanadora
Si pensamos en lo poco que hemos logrado hacer con los recursos contratados y lo mucho que hemos tenido que pagar por ellos, la deuda externa venezolana luce inmensa, pero al comparar su tamaño internacionalmente más bien resulta modesta…
No obstante, para lograr atraer a un inversionista, por ejemplo a 15 años, Venezuela tendría que ofrecer tasas de alrededor del 16%, mientras que Estados Unidos sólo pagaría un 4% y países hermanos, como El Salvador, hace poco colocaron 500 millones de dólares, a 30 años, a poco más del 8%.
El tener que pagar tan altos intereses a pesar de la relativa poca deuda, obedece en parte a razones políticas… ¿quién diablos le quiere prestar a un país que noche tras noche aparece en la pantalla chica reflejando división y caos? No obstante, lo político no es lo más importante que evalúa el mercado. Por ejemplo, Rusia, que durante los últimos años se ha definido por un mayor centralismo, algo que las calificadoras sostienen que influye en aumentar el riesgo político, ha pasado de pagar el 16% en Febrero del 2001 al 9% hoy.
De allí que la principal razón del actual costo venezolano se derive del simple hecho de que el país cayó en la trampa del tarjeta-habiente moroso… un círculo vicioso… que funciona con los siguientes tres pasitos… bailados siempre para atrás:
Uno. Al observar que las tasas están altas y ante la ilusión de que las cosas mejoren pronto, el gobierno decide refinanciar la deuda a corto plazo.
Dos. La calificadora de crédito, observando que con esto el perfil de vencimientos de la deuda desmejora en algo, baja un poquito la clasificación de riesgo del país.
Tres. El inversionista, viendo la baja en la calificación de riesgo, decide, o frecuentemente es obligado, a invertir un poquito menos en el país, con lo que las tasas de interés suben algo…. uno, dos, tres… uno, dos, tres
¡Ay… si sólo Venezuela fuera un consumidor americano, de esos millones que lograron durante los últimos dos años refinanciar sus tarjetas a largo plazo y solucionar sus problemas!
¡Ay… si sólo Venezuela fuera una corporación y pudiera llamar a sus acreedores y ofrecerles bonos a largo plazo, con los cuales Venezuela estuviera mejor… con los cuales el valor de los papeles en el mercado fuera mayor… con los que los acreedores sonrieran!
¡Pero no! Lamentablemente Venezuela, como país, no cuenta con mecanismos para lograr una fácil reestructuración de sus pasivos (sin dar el alma en garantía)… a menos que:
1. Se apruebe La Aplanadora, que le prohíba al país: endeudarse a plazos menores de 15 años y por más de un cierto porcentaje de su Producto Nacional Bruto (40%) y que le obligue a incluir una cláusula que acelere el vencimiento si incumple con lo anterior.
2. Se negocie con las clasificadoras de crédito, sobre la base de esa nueva ley, una precalificación con la que puedan emitirse papeles a largo plazo… a tasas razonables… a menos del 8%.
Amigos, la obligación de discutir el país del mañana, no nos da el derecho a olvidar el país de hoy.
Publicado en El Universal el 19 de Diciembre de 2002