Durante una reunión internacional un reportero le pregunto al más alto funcionario venezolano ahí presente, “¿Quien le paga el sueldo a Usted?”. Su respuesta, “El pueblo de Venezuela”. O ése funcionario miente con asombrosa desfachatez, o es tan estúpido o inocente que se lo cree.
Solo para comenzar, si acaso los ciudadanos de Venezuela de verdad pagasen los sueldos de los funcionarios públicos, puede que ese funcionario ni siquiera estuviese representando al país; y aun cuando así fuese, de seguro que sus emolumentos de viaje serían tanto menores que en términos relativos hubiese acudido a la reunión en burro.
El sueldo, las prestaciones, los aviones de pocas plazas, las lujosas habitaciones hoteleras, los exquisitos restaurantes, los flux azules, las corbatas rojas, el diseñador de bigotes, el pulidor de zapatos y vocabulario, el maquillador, los guardaespaldas, y todo lo demás ingresos directos e indirectos de un alto funcionario público venezolano que dice respetarse, se cancelan ante nada con las generosas resultas petroleras que El Sistema le retiene al pueblo.
Si todo el ingreso del gobierno proviniese de los impuestos; no tanto de los impuestos anónimos como el IVA donde no queda el rastro final de quién lo pago; sino principalmente de los impuestos personales, con los de fortunas pagando millones y los pobres así sea una locha… ¿quién se puede imaginar que tuviésemos un gobierno como el actual?
No olvidemos que la Venezuela petrolera actual no es un país en el cual la ciudadanía le entrega recursos al gobierno para que éste gobierne para ellos, sino un país donde El Sistema retiene las resultas petroleras para que el gobierno gobierne a la ciudadanía. La diferencia, como entenderán, es verdaderamente abismal.
Solo para comenzar, por cuanto los ingresos del gobierno dependerían de cuán bien le va a los ciudadanos, en lugar de solo cuán bien le va al petróleo, de seguro que funcionarios públicos como el entrevistado se dedicarían a conseguirnos amigos más interesantes y menos bufos, en lugar de echárselas creándonos enemigos importantes.
Solo para comenzar, por cuanto los ingresos del gobierno dependerían de cuán bien le va a los ciudadanos, los burócratas públicos, en lugar de invertir nuestro dinero en sus nada rentables ocurrencias, harían lo posible por crear las condiciones que permita que las inversiones de los ciudadanos prosperen.
Solo para comenzar jamás se hubiese planteado la ridícula posibilidad que el sueldo de un funcionario público fuese cosa privada y no del conocimiento público.
Urgentemente necesitamos dejar ser un petro-estado donde el gobierno condescendientemente y como le da la gana le pasa un dinerillo a sus súbditos; para pasar a ser un país donde son los ciudadanos quienes pagan los sueldos de sus funcionarios públicos.
Para lograrlo necesitamos transformar en realidad el mito que “el petróleo es nuestro”. ¿Puede haber un mejor proyecto político alternativo que ése? ¿Puede haber una mejor manera de corregir los errores de cuartas y quintas?
Ante las elecciones oímos a los oficialistas desesperados de nuevo recurrir al refrán azul-azulito del “amor con amor se paga”. Tendrían razón, excepto que amor comprado con nuestro petróleo jamás es amor verdadero por lo que jamás se puede pagar con amor verdadero. Además, lo que más necesita el país es de buenos funcionarios públicos, y no de malos amantes.
El Universal