Eduardo Blanco en la introducción de Venezuela Heroica, 1881, escribe: “Al grito de libertad… aquel pueblo incipiente, tímido, medroso, nutrido con el funesto pan de las preocupaciones, sin ideal soñado, sin anales, sin ejemplos; tan esclavo de la ignorancia como de su inmutable soberano; rebaño más que pueblo; ciego instrumento de aquel que lo dirige, cuerpo sin alma, sombra palpable, haz de paja seco al fuego del despotismo…..transformóse en un día en un pueblo de héroes. Una idea lo inflamó: la emancipación del cautiverio. Una sola aspiración lo convirtió en gigante: la libertad.”
Y de joven, como tantos de mis compatriotas, claro que me embriague con el romanticismo de Venezuela Heroica. Entre otros, por cuanto mi ejemplar no venía con ese responsable prólogo de R. J. Lovera de Sola, en una edición de 1981 y en el cual cita a Mario Briceño Iragorry opinando que ese libro “promovió una concepción sui generis, que miró las espuelas de los hombres a caballo como argumento cívico”, y en que termina sentenciando: “Esa posición estancadora de la conciencia venezolana fue utilizada por la élite de poder para sustraer al pueblo de participar en la orientación del país. De allí a la justificación de los regímenes de fuerza hay poco trecho”
Pobre oiligarca de turno nuestro. Acercándose la gran fecha del bicentenario del 19 de Abril y debiéndose sentir cada vez más como un Vicente Emparan cualquiera. Con razón que se le ve triste. Algo así puede empañar cualquier evento… hasta podríamos decir que será para él un día emparañado. Si se le ocurriese escuchar la voz de la mayoría debería abdicar, para luego irse a hacerle la compañía a ese barbudo y malvado chupa-nuestras-resultas-petroleras cubano, y a quien sin duda le hace más caso que al pueblo venezolano.
Pero no es del Emparan que quiero hablarles, ellos vienen y se van, sino del pueblo venezolano. Es con inmensa tristeza que se puede constatar que en mucho aspectos cuando nos disponemos a celebrar nuestro grito de independencia hoy somos más dependientes que en 1810.
Y es que nuestro problema jamás ha sido el librarnos de un Emparan o de un rey o de un dictador el problema nuestro de siempre es el no atrevernos a ser realmente independientes… por lo que seguimos dispuestos a aplaudir, hasta rabiar, como las focas que somos, al petrócrata u oiligarca de turno o por venir, para que maneje las resultas petroleras de todos a favor de nuestro interés individual.
La semana pasada Gustavo Coronel en un artículo que tituló “200 años sin venezolanos” y que apunta a mucho de lo que aquí sostengo, decía con respecto a lo obtenido por el petróleo, “El dinero en manos de la gente ha sido mal utilizado mientras que en manos ciudadanas hubiese sido una fuente de mayor riqueza.” Eso requiere una aclaratoria. El dinero llegado a las manos de la gente siempre fue recibido como una benevolente dádiva del oiligarca de turno. De haberlo recibido como dividendo, sin debérselos a más nadie que no sea la providencia divina, a la gente le hubiese sido mucho más fácil evolucionar a ser ciudadanos.
Dios quiera que en 2110 no se celebren otros cien años de nuestra independencia siguiendo siendo una especie de aldea Potemkin de nación… pura fachada. Ojala que las resultas petroleras lleguen a ser nuestras de verdad o, si aquello no resultase posible, que simplemente desaparezcan por completo.
El Universal, Abril 15, 2010
Y de joven, como tantos de mis compatriotas, claro que me embriague con el romanticismo de Venezuela Heroica. Entre otros, por cuanto mi ejemplar no venía con ese responsable prólogo de R. J. Lovera de Sola, en una edición de 1981 y en el cual cita a Mario Briceño Iragorry opinando que ese libro “promovió una concepción sui generis, que miró las espuelas de los hombres a caballo como argumento cívico”, y en que termina sentenciando: “Esa posición estancadora de la conciencia venezolana fue utilizada por la élite de poder para sustraer al pueblo de participar en la orientación del país. De allí a la justificación de los regímenes de fuerza hay poco trecho”
Pobre oiligarca de turno nuestro. Acercándose la gran fecha del bicentenario del 19 de Abril y debiéndose sentir cada vez más como un Vicente Emparan cualquiera. Con razón que se le ve triste. Algo así puede empañar cualquier evento… hasta podríamos decir que será para él un día emparañado. Si se le ocurriese escuchar la voz de la mayoría debería abdicar, para luego irse a hacerle la compañía a ese barbudo y malvado chupa-nuestras-resultas-petroleras cubano, y a quien sin duda le hace más caso que al pueblo venezolano.
Pero no es del Emparan que quiero hablarles, ellos vienen y se van, sino del pueblo venezolano. Es con inmensa tristeza que se puede constatar que en mucho aspectos cuando nos disponemos a celebrar nuestro grito de independencia hoy somos más dependientes que en 1810.
Y es que nuestro problema jamás ha sido el librarnos de un Emparan o de un rey o de un dictador el problema nuestro de siempre es el no atrevernos a ser realmente independientes… por lo que seguimos dispuestos a aplaudir, hasta rabiar, como las focas que somos, al petrócrata u oiligarca de turno o por venir, para que maneje las resultas petroleras de todos a favor de nuestro interés individual.
La semana pasada Gustavo Coronel en un artículo que tituló “200 años sin venezolanos” y que apunta a mucho de lo que aquí sostengo, decía con respecto a lo obtenido por el petróleo, “El dinero en manos de la gente ha sido mal utilizado mientras que en manos ciudadanas hubiese sido una fuente de mayor riqueza.” Eso requiere una aclaratoria. El dinero llegado a las manos de la gente siempre fue recibido como una benevolente dádiva del oiligarca de turno. De haberlo recibido como dividendo, sin debérselos a más nadie que no sea la providencia divina, a la gente le hubiese sido mucho más fácil evolucionar a ser ciudadanos.
Dios quiera que en 2110 no se celebren otros cien años de nuestra independencia siguiendo siendo una especie de aldea Potemkin de nación… pura fachada. Ojala que las resultas petroleras lleguen a ser nuestras de verdad o, si aquello no resultase posible, que simplemente desaparezcan por completo.
El Universal, Abril 15, 2010