La semana pasada en Washington, durante una conferencia, uno de los más dedicados apologistas internacionales de nuestro oligarca petrolero de turno, aceptó que en Venezuela se están violando los derechos humanos; tal como lo expresa el reporte "Democracia y Derechos Humanos en Venezuela" y los más recientes comunicados de prensa emitidos por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Habiendo retrocedido demasiado sus posiciones defensivas, el gran apologista trato luego de avanzar el argumento que, aun así, dicho reporte no servía para mucho por cuanto era obvio que solo perseguía un fin político. Estoy de acuerdo en que cuando enfrentamos la violación de un derecho humano, lo político no debe importar más que el ponerle un parado inmediato a esa violación individual. No obstante, el que luego se le dé un uso político a tal hecho se cae de maduro, por cuanto si no, cómo evitamos que se repita.
Digo esto ya que muchas de las discusiones sobre si algo legalmente configura o no una violación de los derechos humanos, frecuentemente solo sirven de pantalla tras la cual pueden ocultarse quienes no quieren verse relacionados con lo que por lo menos saben bien que son puras maldades. Esa excusa hay que erradicarla.
En tal sentido, si bien puede que el reporte de la CIDH sea un documento imperfecto, incluye tal cúmulo de evidencias que, añadido a lo que nuestros propios sentidos nos dicen, no puede dejar a nadie medianamente inteligente y no completamente entregado albergando dudas de que el gobierno practica la maldad. Una maldad que le resultaba bastante extraña a nuestra Venezuela, hasta cuando el oligarca petrolero de turno se dedicó de lleno a ponerla de moda.
Es por ejemplo el caso de David Pernía, a quien después de más de cuatro años de estudios y a solo catorce semanas de graduarse, no le aparecen su expediente en la UNEFA de San Cristóbal, solo por él no estar de acuerdo con el gobierno… en una democracia.
No sé si lo de Pernía constituya legalmente una violación de un derecho humano, la verdad es que poco me importa, por cuanto de lo que sí estoy seguro es que representa una pura maldad… una pura maldad que habrá de manchar y devaluar para siempre cualquier título otorgado a los demás graduandos de la Universidad Nacional Experimental Politécnica de la Fuerza Armada Nacional… aquella que se mercadea como "excelencia educativa abierta al pueblo".
Cuando salgamos de éste atolladero de nación en la que nos encontramos el 99% de los venezolanos, por supuesto que no debemos permitir que se viole un solo derecho humano de un solo ciudadano, pero igualmente tenemos simplemente que dejar de hacernos pura maldad, los unos a los otros.
Observando al gran apologista esquivarse y retorcerse concluí: Al fin ya la oposición no tiene porque perder ni un solo segundo más, convenciendo al mundo sobre que algo huele muy mal en Venezuela. Al fin podrán dedicarse por entero a hacer lo que debe hacerse… en Venezuela.
Igualmente hoy, muy especialmente tras las últimas desesperaciones del oligarca petrolero, nadie puede seguir teniendo en Venezuela una excusa medianamente válida como para quedarse silencioso ante la tanta pura maldad que se comete.
"¡Es que yo no sabía!" Pues vayan con ese cuento a otros… ¿A los papaúpas de Corea del Norte y de Zimbabue quizás?
El Universal
Habiendo retrocedido demasiado sus posiciones defensivas, el gran apologista trato luego de avanzar el argumento que, aun así, dicho reporte no servía para mucho por cuanto era obvio que solo perseguía un fin político. Estoy de acuerdo en que cuando enfrentamos la violación de un derecho humano, lo político no debe importar más que el ponerle un parado inmediato a esa violación individual. No obstante, el que luego se le dé un uso político a tal hecho se cae de maduro, por cuanto si no, cómo evitamos que se repita.
Digo esto ya que muchas de las discusiones sobre si algo legalmente configura o no una violación de los derechos humanos, frecuentemente solo sirven de pantalla tras la cual pueden ocultarse quienes no quieren verse relacionados con lo que por lo menos saben bien que son puras maldades. Esa excusa hay que erradicarla.
En tal sentido, si bien puede que el reporte de la CIDH sea un documento imperfecto, incluye tal cúmulo de evidencias que, añadido a lo que nuestros propios sentidos nos dicen, no puede dejar a nadie medianamente inteligente y no completamente entregado albergando dudas de que el gobierno practica la maldad. Una maldad que le resultaba bastante extraña a nuestra Venezuela, hasta cuando el oligarca petrolero de turno se dedicó de lleno a ponerla de moda.
Es por ejemplo el caso de David Pernía, a quien después de más de cuatro años de estudios y a solo catorce semanas de graduarse, no le aparecen su expediente en la UNEFA de San Cristóbal, solo por él no estar de acuerdo con el gobierno… en una democracia.
No sé si lo de Pernía constituya legalmente una violación de un derecho humano, la verdad es que poco me importa, por cuanto de lo que sí estoy seguro es que representa una pura maldad… una pura maldad que habrá de manchar y devaluar para siempre cualquier título otorgado a los demás graduandos de la Universidad Nacional Experimental Politécnica de la Fuerza Armada Nacional… aquella que se mercadea como "excelencia educativa abierta al pueblo".
Cuando salgamos de éste atolladero de nación en la que nos encontramos el 99% de los venezolanos, por supuesto que no debemos permitir que se viole un solo derecho humano de un solo ciudadano, pero igualmente tenemos simplemente que dejar de hacernos pura maldad, los unos a los otros.
Observando al gran apologista esquivarse y retorcerse concluí: Al fin ya la oposición no tiene porque perder ni un solo segundo más, convenciendo al mundo sobre que algo huele muy mal en Venezuela. Al fin podrán dedicarse por entero a hacer lo que debe hacerse… en Venezuela.
Igualmente hoy, muy especialmente tras las últimas desesperaciones del oligarca petrolero, nadie puede seguir teniendo en Venezuela una excusa medianamente válida como para quedarse silencioso ante la tanta pura maldad que se comete.
"¡Es que yo no sabía!" Pues vayan con ese cuento a otros… ¿A los papaúpas de Corea del Norte y de Zimbabue quizás?
El Universal