Sin ser muy practicante, soy Cristiano, por lo que siempre he escuchado con atención lo que nos dice la Biblia. Hace poco oí una lectura del Evangelio según San Mateo, que me obligó a reflexionar. La lectura decía: “Por sus frutos los conoceréis.¿Cogen uvas de los espinos, ó higos de los abrojos? Así, todo buen árbol lleva buenos frutos; mas el árbol maleado lleva malos frutos. No puede el buen árbol llevar malos frutos, ni el árbol maleado llevar frutos buenos. Todo árbol que no lleva buen fruto, cortase y echase en el fuego”
Como no hay sociedad que aguante una falta de empleos, la principal responsabilidad de un Gobierno debe ser la de fomentar la generación de empleos dignos, por lo que dados los pésimos frutos actuales, estamos sin duda ante un árbol malo. No obstante, tampoco debemos ignorar que los malos árboles del hoy, pueden ser fruto de los árboles malos del ayer.
¿Cómo lograr salir de esta mala selva? No lo sé, pero quizás sea útil recordar algunos de nuestros árboles buenos y, en tal sentido, aún cuando sólo lo haya conocido muy poco socialmente, se me hace que Don Eugenio Mendoza Goiticoa fue un buen árbol venezolano.
Por supuesto que estoy simplificando y de seguro idealizando pero, de no habernos dejado Don Eugenio de manera prematura en 1979, quizás la historia de Venezuela hubiese sido algo distinta, considerando lo que su liderazgo pudiese haber impedido.
En la banca, el ahorrista recibía el 4% en libreta de ahorro o el 8% en cédulas hipotecarias y depósitos a plazo, el deudor empresarial o el comprador de vivienda pagaba 11% y la banca ganaba un margen razonable en un volumen de operaciones grandes. Don Eugenio jamás hubiese permitido solucionar nuestros minúsculos desequilibrios internos, exponiendo a nuestra pequeña economía a los mayúsculos vaivenes internacionales.
La industria y agricultura nacional, si bien no eran ejemplos de eficiencia, generaban los empleos que sustentaba una clase media creciente. Don Eugenio jamás hubiese permitido unas aperturas inocentes e idiotas.
Don Eugenio, con su ejemplo, siempre le hubiese recordado a nuestra clase dirigente sus responsabilidades sociales y seguramente hubiera expuesto a la vergüenza a quienes sólo se dedicaron a la exportación de capitales, sin siquiera saber qué hacer afuera con ellos, excepto perderlos en otras bolsas.
Dicen que nos hacen falta líderes políticos, pero también nos hacen falta líderes empresariales. ¿Dónde están los Don Eugenios de hoy? Necesitamos de su venezolanismo moderno.
El Universal, 25 de Septiembre de 2003