Es una vergüenza que todo lo magnifico del pueblo venezolano se reduzca a causar penas ajenas, cuando vez tras vez la nación se dobla ante una de las ocurrencias de un cacique de turno. La historia ya debería habernos enseñado que para lograr y sostener una nación solida y vibrante, resulta indispensable tener ciudadanos capaces de resistir los cantos de las sirenas políticas… en otras palabras una ciudadanía a prueba de líder.
Lo anterior no es fácil, en ninguna parte del mundo, muy especialmente cuando la inmediatez de la política y los avances comunicacionales atentan contra la relevancia de los parlamentos y ayudan a crear la ilusión de un líder que trabaja con efectividad, en vivo y en directo... sin necesitar o merecer que se le interrumpa.
Por supuesto, si al cacique, de entrada, además se le otorga el control de una chequera repleta de resultas petroleras, y lo que convierte cualquier equilibrio de poder en puro cuento chino… estamos más que fritos.
La actual Asamblea Nacional, con su resultado de 167 a cero, en un país notoriamente polarizado, es ilegitima. En tal sentido absolutamente todas las decisiones del Ejecutivo que deberían haber contado con su aprobación, son igualmente ilegítimas. En momentos en que nos acercamos a poder tener una Asamblea legítima, le recuerdo y le ruego a ésta, que no se preste ni un segundo para legitimar lo ilegitimo del líder.
La venidera Asamblea tiene la responsabilidad histórica de evitar que nuestro país se desangre, asumiendo el rol de una Asamblea de Unidad Nacional. Esa responsabilidad recae muy especialmente sobre los hombros de quienes están ahí para supuestamente ser los asambleístas del cacique, estén en mayoría o no.
Si me tocase ser orador de orden para la apertura de tal histórica Asamblea, usaría cada segundo para recalcar la importancia de reubicar al país con respecto a sus resultas petroleras. A tal fin diría:
No es socialismo, de ninguna especie, cuando un gobierno retiene las resultas petroleras y no las entrega a los ciudadanos, por cuanto no cree ni quiere confiar en que los ciudadanos sepan administrarlas… o sea donde se propone la participación ciudadana pero se teme a que participe de verdad.
No es capitalismo, de ninguna especie, cuando un gobierno retiene las resultas petroleras y no las entrega a los ciudadanos, por cuanto no cree ni quiere confiar en que los ciudadanos sepan administrarlas… o sea donde se defiende el libre mercado pero se teme a un mercado libre de verdad.
Lo más importante para que Venezuela logre salirse de manera pacífica del juego trancado por el petróleo, es iniciar el debate sobre cómo lograr que la ciudadanía tome una mayor posesión sobre las resultas petroleras… por cuanto propiedad dispuesta por otros, simplemente no es propiedad.
Repartir las resultas a la ciudadanía no tiene nada que ver con debilitar al Estado. Obligar al Estado a depender exclusivamente de las contribuciones de la ciudadanía es la única manera de conseguir un Estado que hace bien lo que debe hacer y no se mete en lo que no debe hacer.
Terminaría por recordarle a la Asamblea Nacional que le corresponde “Organizar y promover la participación ciudadana en los asuntos de su competencia”, por lo que los parlamentarios, para cumplir con su deber, deben ayudar a construir una sociedad a prueba de líder... comenzando, por supuesto, por lograrlo ellos mismos.