febrero 09, 2006

La Revolución Emprendedora

Cuando leí en el Financial Times de Londres los resultados del estudio hecho por Global Entreprenuership Monitor, se me nublaron los ojos al ver que Venezuela rankeaba en un clarísimo primer lugar mundial, en términos de la proporción de personas entre 18 y 64 años que califican como emprendedores empresariales. Venezuela 25%, seguida por Tailandia 21%, con Estados Unidos con un 12%, España, Alemania y Francia con un 6% y Japón relegado al penúltimo lugar con un 2%.

Se me nublaron los ojos, al pensar en donde podríamos estar si esta revolución se hubiese aliado con nuestros emprendedores para rescatar la responsabilidad social que tanta falta le hace al país, en lugar de entramparse en las telaraña de la corrupción, la ineptitud y la de un socialismo primitivo.

Se me nublaron los ojos al pensar en donde estaríamos si en esta revolución, en lugar de seguir la tradición venezolana de los gobernantes de turno de usar los ingresos petroleros para financiar sus propias ocurrencias, los hubiere usado para apoyar las iniciativas de nuestros emprendedores, con educación, infraestructura e instituciones funcionales y creíbles.

Chávez, a estas alturas, ya intuye que no hay manera que pueda llevar al país adonde algunos ilusos quieren que lo lleve, por la sencilla razón de que el país se le muere en el camino. La “conciencia revolucionaria”, aquélla que ni se compra ni se vende, aquélla que según la teoría sería necesaria para lograr transformar el petróleo en energía útil para el país, simplemente no existe suficientemente, ni aquí, ni en ningún lado.

La frustración de Chávez, si le concedemos el beneficio de la duda, es entendible, pero si en lugar de amargarse y desesperarse corre hacia adelante y lanza una contrarrevolución, basado en “la conciencia emprendedora”, de repente consigue su salida, y nosotros la nuestra.

Que Chávez pueda ser un buen vendedor de la iniciativa privada es difícil, pero no imposible, si alcanzara entender que eso no requiere de su conversión al neo-liberalismo. Por ejemplo, pocas políticas públicas podrían impulsar más un modelo de democracia participativa, que la de entregarle los excedentes petroleros directamente al pueblo. Ali Primera, en su Sangueo para el regreso tenía toda la razón cuando sostenía que el pueblo es sabio, y que merece que le saquen a los mercaderes del templo público, quienes al fin y al cabo son los que más disfrutan y manosean la patria, en lugar de amarla.

El Universal, 9 de Febrero del 2006