agosto 25, 2005

Folclore rojo

Aun cuando estoy seguro de que hubo muchas cosas buenas de las que siempre se dan cuando una juventud se reúne, lo muy poco que pude ver del Festival de hace algunas semanas no me gustó, me molestó y me entristeció. 
Me encanta el folclore cuando éste se encuentra orientado a recordar y a honrar el de-donde-venimos, pero no me gusta cuando usándose de manera exagerada y compulsiva busca imponer el sabor de un hacia-dónde-vamos. 
Me molestó mucho el oír a varios de los invitados referirse a nuestro Presidente como "comandante". Acepto que así lo llamen algunos venezolanos, si les da la gana, pero ellos deberían demostrar mayor respeto a nuestra Constitución, donde se establece que nosotros elegimos el Presidente y no somos comandados por nadie. 
Me dio mucha tristeza ver la carita del niñito, que lanzando sus consignas desaforadas de "patria o muerte", nos evidenciaba que la pérdida de las ilusiones infantiles no sólo ocurre cuando la sociedad los abandona, como en el caso de nuestros niños de la calle. 
En cuanto a que si era un festival comunista, eso no me importa mucho, justamente por lo folclórico. De las 15 capitales mundiales donde se han celebrado estos eventos, ya 12 de ellas son decididamente ex comunistas, que buscan afanosamente conectarse con las economías desarrolladas.
Lo que sí nos preocupa es cuando los organizadores del show, en su entusiasmo, nos quieren poner a bailar en su producción. ¡Eso sí que no! Nuestro Simón Bolívar luchó demasiado para darnos la independencia necesaria para que Venezuela pudiera conectarse e incluirse entre los grandes países líderes del mundo, para que hoy, en su nombre, nos desconecten, sólo porque les dé nota la posibilidad de un liderazgo entre los excluidos. 
El mundo se está poniendo bien chiquito y la humanidad se verá forzada a encontrar nuevas maneras de convivencia jamás antes imaginadas. Venezuela y su gente tienen con qué ocupar un lugar prominente en el diseño de los grandes portones de entrada al futuro, por donde también deberá ayudar pasar los excluidos, como para ocuparse pintando unas ilusorias puertas de escape rojas. 
El futuro de Venezuela no está en doblegarse y aceptar fatuamente las realidades globales, sino en buscar la manera de cómo administrarlas a su favor. Por ejemplo, no creo que tengamos nada que ganar con estar tan a la punta del "outsourcing" de moda, como para neo-liberalmente contratar a Cuba para el manejo de nuestro Estado Mayor.






agosto 11, 2005

Buscando otro gallo

En la contraportada de un libro, sobre como enderezar la economía de Europa, leí a un crítico felicitar al autor por un trabajo completamente objetivo, libre de clichés y eslóganes y pensé: ¿Que diablos hace uno con algo libre de clichés y eslóganes cuando lo único que vende son eslóganes y clichés?
En un reciente artículo, en este periódico, de nuevo alguien argumentaba la necesidad de que el país abandone sus ideas de líderes mesiánicos e igualmente pensé: ¿Qué diablos hace uno sin líderes mesiánicos, cuando la única manera de vender los eslóganes y clichés es con buenos vendedores de ilusiones?
En nuestra Venezuela tenemos una larga experiencia de que los eslóganes y los clichés, vendidos por un buen vendedor, son tan poderosos, que neutralizan el impacto político que los pobres resultados de las diversas gestiones multibillonarias y longevas, de 40 ó 7 años deberían haber producido. 
Entonces, para combatir lo negativo de los eslóganes, clichés o líderes mesiánicos, parece que no nos queda otra que generar nuevas ofertas de eslóganes y clichés y conseguir a unos vendedores mesiánicos, que sabemos existen, para por lo menos tener una variedad de donde elegir. 
El primer paso de este proceso comienza por reconocer, que los personajes actualmente conocidos como de oposición no han logrado nada, aún con muchísima exposición en medios, lo que no vale la pena darse más golpes de cabeza buscando a lo que obviamente no se encuentra entre ellos.
Por cuanto el fin a veces justifica ciertos medios radicales y como además sabemos que vivimos en un mundo mediático, usemos entonces a los medios y promovamos el concurso “Buscando otro gallo”. 
Sólo podrían participar los amateurs políticos y quienes no hayan protagonizado debates en alguna televisora nacional. Para el caso de que fuesen más de 30 los interesados(as), se haría una preselección pública. Luego, cada semana, se televisaría un debate, de uno contra uno y del cual, sujeto a la coincidencia de criterio entre un jurado y el voto popular telefónico, para dificultar una trampa en las llamadas, el ganador pasaría a la próxima fase. Cada candidato tendría el derecho de estar acompañado por tres asesores, expertos en la creación de eslóganes, clichés e ideas. 
El concurso captaría una audiencia inmensa y al final tendríamos otro gallo para cantar, con una buena exposición de medios y unos clichés y eslóganes comprobadamente atractivos, listo para enfrentar al titular reinante.