Una insostenible sostenibilidad
En el mundo académico de las finanzas internacionales se ha puesto últimamente de moda calcular lo que se conoce como el Nivel de Deuda Sostenible (NDS), que como podrán deducir, tiene que ver con la deuda pública, que puede tener un país sin entrar en crisis. Normalmente el NDS se calcula con relación al tamaño de su economía (PNB) o a las exportaciones del país.
Independientemente del enfoque científico que se le quiera dar al concepto de NDS, a los ciudadanos de países donde se evidencia la poca o nula productividad del endeudamiento público, esta moda debe parecerles algo obscena.
Si un crédito está bien otorgado, el crédito se repaga y el nivel de deuda no llega ni siquiera a ser un problema. Sólo los créditos malos o mediocres, aquellos que no generan su propia capacidad y fuente de repago, son los que se acumulan, por lo que se podría decir que lo que en realidad se está calculando con el NDS, es el nivel de créditos malos que pueden enchufársele a un país. Un país en desarrollo, con necesidades reales, francamente no puede darse el lujo de cancelar ni un céntimo en intereses por un nivel de deuda surgido de una serie de créditos, que en promedio son improductivos.
Desde la perspectiva anterior y visto que en verdad de lo que se trata es de sostener algo que debería ser insostenible, la pregunta que queda en el aire es si no sería preferible traspasar ese nivel y buscar librarnos de una vez por todas de esas hipotecas, en lugar de condenar para siempre a las futuras generaciones a vivir bajo la carga de un NDS perfectamente bien calculado… ¿Cuánta tortura aguanta el torturado antes de desmayarse?
¿Pero quién les manda a endeudarse?… preguntan quienes de sobra conocen la tentación que los créditos encierran para los políticos. En China, a los enemigos se les desea que vivan en épocas interesantes; en Argentina, por el sufrimiento provocado por un excesivo endeudamiento, parece que su enemigo les deseó la confianza de los mercados internacionales...
El día en que el país se coloque firme e irrevocablemente sobre la senda de cancelar totalmente su deuda, ese día se le abrirá un espacio inmenso de oportunidades al país. Lamentablemente no será fácil por cuanto uno de los ingredientes mágicos, que hace tan adictiva a la deuda pública, es aquél, que no obstante que se vocifere en contra de la deuda anterior, crea la ilusión de que los créditos nuevos sí serán buenos.