enero 31, 2002

¿Pagar o no pagar?

LA DEUDA PUBLICA EXTERNA DE VENEZUELA sólo expresa el egoísmo y la arrogancia con que una generación se abroga el derecho de disfrutes anticipados, dejándole el mono a futuras generaciones.
Con recurrencia oímos a algunos que como Pablo Medina, exponen que la deuda pública externa de Venezuela fue fraudulentamente contraída, por lo que debe ser impugnada y no pagada. No soy abogado, por lo que su legalidad, a tantos años de ocurridos los hechos, me deja algo indiferente.
No obstante, sí estoy profundamente convencido del gran mal y del poco bien que esa deuda le ha significado al país y, en tal sentido, mientras nos neguemos a enfrentar nuestra propia responsabilidad, podemos entretenernos castigando a quienes al menos tienen la culpa de haber tentado a nuestros gobernantes...
En lo que sí disiento de Medina es respecto al castigo que propone. Siendo la deuda pública un vicio muy adictivo, prefiero que el país se libere del mismo, en lugar de pelearse con el proveedor. Amenazar con no pagar la deuda actual, simultáneamente que se contraen nuevas deudas a mayores intereses, es como mandar al culpable a una cárcel cinco estrellas de por vida, comprometiéndose uno a su mantenimiento. ¡Qué va! Apliquemos a la banca lo que equivale a una pena de muerte: ¡PAGARLES TODO! y más NUNCA solicitar créditos.
Reflexionar sobre la facilidad con que todos los políticos clasifican las deudas anteriores como malvadas y los créditos nuevos como buenos, permite ver con claridad lo turbio de estas aguas.
Sabemos que, independientemente de su legalidad, la posibilidad de que un país con nuestros antecedentes invierta bien un dólar de crédito nuevo, es definitivamente menor del 50%. Si bien hay quienes pueden buscar su fortuna jugando a esa lotería, a pesar de las ínfimas o inexistentes posibilidades de éxito, sin embargo, tanto un buen padre de familia como un país serio deberían abstenerse.
De no existir la deuda pública externa, tampoco existirían los actuales instrumentos para medir el denominado riesgo país, ese concepto maquiavélico mediante el cual se justifica un recargo a todo crédito privado.
De no existir la deuda pública externa, el país podría evitarse sorpresas como las sufridas por Argentina, que no hace mucho era considerada como excelente deudora y merecedora de nuevos créditos, y que de la noche a la mañana y sin mayores explicaciones, pasó a ser la maula del continente.
Mientras un gobierno pueda conseguir inmensos capitales con sólo firmar unos documentos y pagar comisiones (legales), sin duda que se dedicará a chuparle la media a la banca internacional y a las clasificadoras de riesgo, relegando a sus ciudadanos a un segundo e irrelevante plano.
Mientras el país esté dispuesto a contraer nueva deuda externa, con horror observaré cualquiermejora del país, que de seguro atraerá a los perros de deuda .
Mientras, en medio de las tinieblas, me consuelo pensando que quizás por la poca confianza que nos tienen, lograremos eliminar nuestra maldita deuda pública externa.

enero 17, 2002

Los puentes

Pocos asuntos son tan difíciles de manejar como la globalización de un país pequeño en vías de desarrollo, como Venezuela. Por un lado, se necesita construir puentes que permitan el acceso de lo bueno, pero al mismo tiempo hay que evitar que por esos mismos puentes se escape la voluntad de seguir siendo Nación.
El Dr. Lawrence Lessig, en su libro “El futuro de las ideas”, dice que “una época se define menos por lo que se cuestiona y más por las ideas que se toman por sentado” ... que “a veces causan que la sociedad se atasque”. Lessig sostiene que la tarea más difícil para los activistas políticos y sociales es el encontrar la manera de que los pueblos cuestionen lo que creen verdadero.
Sin considerarme un activista político y social, como economista y analista estratégico financiero sé exactamente a lo que Lessig se refiere, al haber observado cómo la sociedad venezolana se tragó íntegramente y sin cuestionar las verdades fashion de la globalización. Acusar a mis pares de ceguera requiere de una urgente explicación. 
¿Qué pasaría si los italianos se fastidian de la disciplina alemana (si es que ésta existe) y deciden mandar al Euro a la porra y regresar a la Lira? La respuesta: un absoluto caos, ya que no existe una sola norma sobre como manejar tal situación. La ausencia de una puerta de escape es uno de los aspectos menos conocidos del Euro, pero tenía que ser así. La única posibilidad de éxito para ese loco invento, que busca lograr la unidad monetaria antes de tener una unidad política, está justamente en que no hay para donde coger, ¡se quemaron todos los puentes!.
De igual manera, una Nación también requiere de ciudadanos con puentes quemados. La Gran Bonanza petrolera con su salida de capitales, ta-baratos y Ayacuchos puede que haya resultado en que una porción demasiado grande de nuestra inteligencia, empresariado y clase dirigente hayan establecido piéd-a-terres globales, físicos o espirituales, que le crearon conflictos de objetivos, que poco a poco y sin querer erosionaron su compromiso con el país. Claro que sí hay excepciones.
Nuestra sociedad civil parece estar despertando de su letargo. Muchos ya no se conforman con limitarse a expresar su insatisfacción con los decididamente no-fashion que ocuparon las sillas. ¿Qué deben hacer? Un buen comienzo sería cuestionando sus propios dogmas, desde la perspectiva de un aquí me quedo y aquí me muero...
Y hay mucho que cuestionar: la apertura comercial... improductiva y no retribuida; la deuda pública... generadora de riesgo país; las privatizaciones... que sólo buscan ingresos fiscales, la propiedad intelectual, marcas y patentes... cuando abusan, etc.
Y hay mucho trecho por andar. Hace poco, un Gran Gurú de los Conalternativas, un teleconomista, sin siquiera meditar sobre lo ocurrido en la Argentina, en una misiva a su tocayo, recomendaba para Venezuela: la dolarización, la eliminación del impuesto sobre la renta (distributivo) por un aumento a los impuestos al gasto (regresivo) y la imposición de un arancel bajo y único del 10%...
El Universal, Caracas, 17 de Enero de 2002


enero 14, 2002

¿Rumbo? ... ¡Empleos!

¿Rumbo? ... ¡Empleos!
¡Qué felicidad poder gritar: Viva, hemos tocado fondo! ... pero lamento decirles, que aún con la suerte de conseguir un buen equipo económico y el petróleo a 25 dólares, no vislumbro que logremos cambiar la dirección que llevamos desde hace un cuarto de siglo... la de palo abajo.
Hoy, en lugar de tierra cultivada capaz de retener la humedad, Venezuela parece un estacionamiento, donde toda lluvia económica que cae corre de inmediato al mar de las importaciones y al éxodo de los capitales.¿Qué hacer? 
En el mundo de hoy, el recurso más escaso son las fuentes de empleo, tan necesarias para combatir la destructiva ociosidad que, tarde o temprano, aniquila a cualquier sociedad. Por perseguir otros objetivos, posiblemente relevantes con un desempleo menor al 10%, enfrentamos una crisis donde los parados involuntariamente superan a los parados el 10D. En pro de Venezuela, el único rumbo de nuestras políticas económicas inmediatas debe ser el de la creación de empleos... a como de lugar.
Nuestra balanza comercial tiene que buscar su equilibrio desde ya, no en divisas sino en empleos. Muchos países venden turbinas, pero si por ejemplo un país europeo ofrece enviar a Venezuela, en lugar de a Mallorca, a 10.000 de sus jubilados para que, sujeto a normas, sean atendidos durante el invierno, se estaría generando una base sobre la cual desarrollar una industria de cuidado de la tercera edad creadora de empleo... Ello debería indicarnos a quién comprar turbinas.
En política cambiaria, notemos que entre una Argentina que con su caja de conversión fijaba el peso para combatir la inflación, sacrificando competitividad y una Venezuela que igualmente combate a la inflación, pero con su “caja petrolera”, revaluando el bolívar en términos reales, la diferencia es mínima.
Si en los Estados Unidos, para acceder a la vacuna contra el Ántrax a un mejor precio, estaban dispuestos a lanzar por la borda todos los tratados suscritos en materia de propiedad intelectual, nosotros, ante una crisis evidentemente mayor, también deberíamos estar libres para revisar los convenios comerciales vigentes.
Igualmente necesitamos planes de crédito a la vivienda, que ayuden a quienes estén más cerca de poder adquirirla, para que puedan hacerlo. Destinar fondos escasos para ayudar a quienes estén más alejados, por loable que sea, jamás generará los empleos con los que los pobres puedan subir... sostenidamente.
El Universal, Caracas, 14 de enero 2002




enero 03, 2002

La bomba de oxígeno

La bomba de oxígeno
Hace poco tuve la ocasión de comentarles sobre la adicción que tiene mi esposa por el jugo de naranja y hoy me referiré a otra, Margarita. Les aseguro que la Isla es para ella como una gigantesca bomba de oxígeno, a la que necesita recurrir cada tanto tiempo, a fin de lograr recuperar el equilibrio de vida que ella tanto necesita y que tanto necesitamos, mis hijas y yo, que ella tenga. Pero, en su adicción, no se encuentra sola, por las calles de Caracas deambulan miles de personas con una sola meta en la cabeza, retirarse a Margarita, lo más pronto posible.
Son quienes buscan escaparse de las tensiones de una metrópolis difícil, pero que, al contrario de un Di Caprio, no buscan algo perdido y lejano para aislarse del mundo, sino que ansían que su Playa los mantenga cerca de los suyos y de Venezuela. 
Son quienes siguen y discuten cualquier noticia relativa al desarrollo de su refugio, hasta con más ansiedad de la que pueden tener respecto de su actual residencia, ya que ésta es sólo temporal, mientras que la de Margarita será la final.
Son a quienes, si bien les interesa la evolución del turismo en Margarita, más importancia le dan al hábitat de la Isla y tiemblan ante propuestas de alcaldes creativos, como la de construir un bulevar de concreto en Playa Guacuco.
Son quienes en cada nuevo proyecto de construcción, ven la posibilidad de otro esqueleto sin terminar, que por décadas afeará la Isla, de allí que exijan que cada proyecto, antes de iniciarse, presente una fianza de fiel cumplimiento.
Son quienes con sus pagos de derechos de frente, condominio y facturas eléctricas, a tarifas de temporadistas, ayudan a mantener la Isla, sin derecho a voto. 
Son quienes saben que no existe otra isla en el mundo que presente esa mezcla ideal de naturaleza y humanidad, capaz de alcanzar el punto de perfección, con la sola presencia del interesado.
Comparto plenamente el sentimiento de mi esposa por Margarita, aún cuando en mi caso particular, entenderán que me resulta más productivo hablar de una adicción por ella y seguirla a donde vaya. Tan es así que, habiendo observado la actitud tanto más favorable y positiva de quienes visitan a Caracas, que la de quienes viven en ella, hace un año decidimos adelantarnos a los acontecimientos y nos “residenciamos” en la Isla... aunque llevamos once meses visitando nuestras hijas en la capital y viviendo en nuestro nuevo “pied-à-terre” caraqueño, que por casualidad es nuestro viejo apartamento.
Para nuestra suerte, el mundo globalizado todavía nos permite una semanita “en casa”, ...en nuestra PLAYA.
PD. A quienes nos visitan en estos días les ruego que aprovechen para ver en Porlamar lo que unos héroes están construyendo para cruceros turísticos, el Puerto de la Mar, un Señor Portal de entrada a Venezuela. Si les cuento que el apoyo unánime que debería tener tal proyecto se diluye por quienes consideran que “instalaciones” como las de Guamache son suficientes para recibimientos dignos, entenderán que en “L´aila”, también sufrimos de mentes de pollo.
El Universal, Caracas, 3 de Enero 2002