marzo 15, 2001

¿Podemos generar empleos así?

¿Podemos generar empleos así?
Pasé mi adolescencia en una Europa, donde el héroe del día era el gobierno que lograba devaluar su moneda más que el vecino, para lograr así darle un empujón a su economía. Puede que esto haya influido en mi formar de pensar, pero creo haber visto pocas cosas tan dañinas para nuestra Venezuela, como el haber permitido que el bolívar se haya revaluado tanto en términos reales. 
No se trata de que Venezuela no tenga con qué respaldar la actual fortaleza del bolívar, por lo menos en el corto plazo. Lo que algunos nos preguntamos es si el país en verdad tiene con qué generar suficientes fuentes de trabajo.
Simplificando, podemos decir que hemos tenido épocas con una moneda fuerte y mucho proteccionismo y otras épocas con menor protección, pero compensadas con una moneda débil. Hoy, quizás por primera vez, nos estamos enfrentando al mundo, desprotegidos y con una moneda fuerte debido a un proceso de apertura, que redujo las protecciones tradicionales, que ha coincidido con el fortalecimiento del precio del petróleo. ¿Podremos superar ambos obstáculos?
Al observar a nuestra pequeña e incipiente industria vuelta ruinas, provoca sentarse a llorar. Si bien como industria competitiva, quizás nunca sirvió para mucho, sin embargo fue una buena escuela y una gran fuente de trabajo digno para una generación de ingenieros, administradores y obreros venezolanos. Y no lo digo por nostalgia. Sin desvalorizar el rol de los servicios y del comercio, creo que ningún país logra desarrollarse sólo sobre la base de mesoneros y buhoneros. En algún momento, habrá de requerir lo que a veces llamo la biodiversidad profesional, que incluye, por ejemplo, torneros y agricultores.
Tampoco mantengo que un bolívar artificialmente débil o su alternativa de proteccionismo, sean unas soluciones económicamente eficientes, pero ante la disyuntiva de tener que escoger entre favorecer una actividad interna, no tan productiva, y una actividad externa, por productiva que sea, siempre me quedo con la primera. Acepto que son inmensos los problemas que se derivan de mantener un bolívar débil o una industria o agricultura muy protegidas. No obstante, el reto radica justamente en lograr minimizar los daños, no en “vender los sofás”.
Con frecuencia repito que Venezuela, contrario a lo que muchos sostienen, no es un país rentista. Considerando que sus ingresos provienen de la venta de un activo no renovable, Venezuela más bien es un país en liquidación. En tal sentido, mantener un bolívar fuerte sobre la base de la liquidación de un activo, es sólo dárselas de rico, sin serlo. 
Claro que estoy encantado con la disminución en la inflación, sostenida por la fortaleza del bolívar pero, si nos estamos muriendo... ¿qué nos importa si nos entierran en blue jeans o de etiqueta?

Hace semanas, con una larga y variada hoja de experiencias profesionales, se me ocurrió “enlistarme” y responder al llamado de la Asamblea Nacional, que buscaba asesores económicos. Más vale que no. Fuí sometido a un interrogatorio académico, donde se me preguntó hasta sobre la curva de Phillips, de la cual sólo me recordaba el nombre. A los “sacerdotes” o sindicalistas neoliberales que me examinaron, no les interesó ni por qué yo estaba ahí, ni lo que yo creía poder hacer por mi país y ante opiniones tan herejes y tan faltas de ética como las aquí emitidas, me excomulgaron.