En un estupendo articulo de 1893 "Tiempos revueltos en Austria" el gran escritor americano Mark Twain buscaba explicar cómo sobrevivía el sistema de gobierno Austro-Húngaro que según el señor Forrest Morgan gobernaba con mucha estabilidad una colcha de retazos de naciones con historias, razas, lenguas y culturas muy distintas; y las cuales consideraban a las otras naciones tan extranjeras como si no hubiese un gobierno común.
Escribía Mark Twain que casi a diario le explicaban que una revolución no tendría éxito aquí: "No podría, usted entiende. En términos todas las naciones en el imperio odian al gobierno, pero también se odian los unos a los otros, con dedicada y entusiasta amargura; no hay dos que puedan combinar; la nación que se subleve tiene que sublevarse sola; entonces los demás con alegría se unirían al gobierno en contra de ella; y solo tendría la posibilidad de una mosca contra una combinación de arañas. Este gobierno es totalmente independiente. Puede ir por su propio camino y hacer lo que le plazca; no tiene nada de qué temer.
En países como Inglaterra y América, donde existe una sola lengua y los intereses comunes son públicos, el gobierno debe considerar la opinión pública; pero en Austria-Hungría existen diecinueve opiniones públicas distintas -una por cada Estado. No -dos o tres por cada Estado, por cuanto hay dos o tres nacionalidades en cada una. Un gobierno no puede satisfacer todas estas opiniones públicas; solo puede hacer como si trata. Este gobierno hace aquello, busca causar la impresión que trata; y no tiene éxito; pero eso no le preocupa mucho al gobierno".
Eso parece confirmar y justificar la prevalente fe austriaca en que en esta confusión de elementos no relacionados e irreconciliables, esta condición de incurable desunión, hay fuerza… para el gobierno".
¡Ajá! ¿Desunir para gobernar? Esa estrategia como que se nos hace algo familiar en un país donde el monarca que casi se cree Habsburgo divide hasta los suyos para mejor seguridad suya. ¿Y cómo se hace para salirnos de éstas, de manera pacífica y no sarayeviana? Comprendiendo que los votos del lado contrario son más importantes que los votos del lado propio.
Si yo estuviese en una mesa coordinadora, del lado que sea, no perdería un segundo, ni gastaría un bolívar en encuestas sobre quién le gusta más a los supuestamente míos, sino que me dedico de lleno al estudio de quién entre los supuestamente míos causa el menor rechazo entre los supuestamente contrarios y quiénes entre los del supuestamente contrario le causan el menor rechazo a los supuestamente míos. Y alrededor de éstos, los menos horribles, construyo mis opciones. Repito tanto sobre las suposiciones, por cuanto, quién sabe, de repente, entre tanta división, se descubre una gran unión y que la mayoría somos los mismos con un solo objetivo básico.
Así que amigos, aun cuando la fortaleza de un monarca autócrata petrolero pueda estar en la desunión, no olvidemos que la fortaleza de una nación está en la unión.
El Universal
Escribía Mark Twain que casi a diario le explicaban que una revolución no tendría éxito aquí: "No podría, usted entiende. En términos todas las naciones en el imperio odian al gobierno, pero también se odian los unos a los otros, con dedicada y entusiasta amargura; no hay dos que puedan combinar; la nación que se subleve tiene que sublevarse sola; entonces los demás con alegría se unirían al gobierno en contra de ella; y solo tendría la posibilidad de una mosca contra una combinación de arañas. Este gobierno es totalmente independiente. Puede ir por su propio camino y hacer lo que le plazca; no tiene nada de qué temer.
En países como Inglaterra y América, donde existe una sola lengua y los intereses comunes son públicos, el gobierno debe considerar la opinión pública; pero en Austria-Hungría existen diecinueve opiniones públicas distintas -una por cada Estado. No -dos o tres por cada Estado, por cuanto hay dos o tres nacionalidades en cada una. Un gobierno no puede satisfacer todas estas opiniones públicas; solo puede hacer como si trata. Este gobierno hace aquello, busca causar la impresión que trata; y no tiene éxito; pero eso no le preocupa mucho al gobierno".
Eso parece confirmar y justificar la prevalente fe austriaca en que en esta confusión de elementos no relacionados e irreconciliables, esta condición de incurable desunión, hay fuerza… para el gobierno".
¡Ajá! ¿Desunir para gobernar? Esa estrategia como que se nos hace algo familiar en un país donde el monarca que casi se cree Habsburgo divide hasta los suyos para mejor seguridad suya. ¿Y cómo se hace para salirnos de éstas, de manera pacífica y no sarayeviana? Comprendiendo que los votos del lado contrario son más importantes que los votos del lado propio.
Si yo estuviese en una mesa coordinadora, del lado que sea, no perdería un segundo, ni gastaría un bolívar en encuestas sobre quién le gusta más a los supuestamente míos, sino que me dedico de lleno al estudio de quién entre los supuestamente míos causa el menor rechazo entre los supuestamente contrarios y quiénes entre los del supuestamente contrario le causan el menor rechazo a los supuestamente míos. Y alrededor de éstos, los menos horribles, construyo mis opciones. Repito tanto sobre las suposiciones, por cuanto, quién sabe, de repente, entre tanta división, se descubre una gran unión y que la mayoría somos los mismos con un solo objetivo básico.
Así que amigos, aun cuando la fortaleza de un monarca autócrata petrolero pueda estar en la desunión, no olvidemos que la fortaleza de una nación está en la unión.
El Universal