marzo 28, 2000

¿Apertura II?

 Desarrollar, de manera racional, el sector gas en la Venezuela actual conforma un reto muy interesante por cuanto, en esencia, significa buscar justificar nuevas calorías para un país energéticamente obeso. 

A veces, un análisis hecho por alguien que, por no estar demasiado cercano a la industria, corre menos riesgo de no ver el bosque por los arboles, puede proveer una visión distinta y, aún así, válida. En tal sentido, quisiera compartir algunas inquietudes surgidas luego del estudio del problema existente y del análisis de varios documentos relativos al tema.
Antes que nada, conviene recordar que existen dos tipos de gas. El gas asociado, que se obtiene como resultado de la actividad petrolera y el gas no asociado, también conocido como gas libre, que proviene del desarrollo y explotación de yacimientos independientes. Hoy voy a referirme principalmente a los proyectos de gas libre, tanto para el mercado nacional como para el internacional.
Para desarrollar un proyecto de gas, el inversionista necesita contar con un precio que genere los suficientes ingresos para cubrir sus gastos operativos, amortizar su inversión y obtener algún rendimiento. Existen muchos modelos teóricos para fijar tales precios, pero...¿verdaderamente responde éstos a nuestras realidades?
En el mercado nacional, una de las dificultades presentes, para desarrollar los proyectos de gas, radica en que existen tantas fuentes de energía en Venezuela, (hidro, petróleo y gas asociado), que se hace difícil obtener, vía el mercado, un precio que permita al gas libre competir. En tales circunstancias, la teoría que con mayor frecuencia se menciona, recomienda fijar una tarifa, calculada sobre la base de simular un mercado, obteniéndose así un precio para el gas igual al costo marginal de su desarrollo más un razonable rendimiento.
Partiendo de la base de que nuestro consumidor estaría renuente a pagar una tarifa más alta que la necesaria, la única interpretación natural, que le puedo dar a lo de "un razonable rendimiento", radica en que incluye el rendimiento exigido por el inversionista, pero no una contribución a la Nación, por el hecho de que en el proceso se está consumiendo un recurso no renovable. 
Como venezolano, y considerando que tenemos una responsabilidad fiduciaria, ante las futuras generaciones, de darle un uso correcto a nuestros recursos naturales no renovables, simplemente me resulta inaceptable cualquier teoría que pueda, de alguna forma, sostener que el precio del gas sólo cubra el costo de extraerlo.
Hoy, en el sector eléctrico nacional, encontramos áreas en donde se genera energía con un petróleo que, de no dársele ese uso, podría ser exportado. El gas, sin duda, parecería ser a simple vista un buen sustituto, pero estoy seguro de que si el país le asignase, así fuera un valor mínimo al gas extraído, nos daríamos cuenta de que en la mayoría de los casos, la mejor alternativa sería la de optimizar nuestro sistema de transmisión de hidro-electricidad que, además de todo, es renovable. 
Puede que, hasta por razones de seguridad, exista una justificación para el uso del gas libre en el sector de energía nacional y no sugiero que debamos renunciar a su uso. No obstante, al tratar de establecer su costo de oportunidad, debemos tener en mente que la verdadera oportunidad para el gas, podrá encontrarse tan distante en el tiempo que hoy, ni siquiera la entenderíamos. 
En el mercado internacional, ya que exportamos a países que tienen un déficit energético, sí existe la figura del mercado, para evaluar el precio de oportunidad actual del gas. No obstante, creo que el simple hecho de que en ese mercado el precio resulte mayor al costo de extracción, no resulta razón suficiente para validar un proyecto destinado a explotar un recurso energético no-renovable.
Desde mi punto de vista, a largo plazo, el gas y el petróleo forman parte de un mismo mercado energético mundial y, en tal sentido, nuestras ventas de energía deben tener como objetivo maximizar nuestros rendimientos como país, por cada unidad energética que hemos sacrificado. 
Si gracias a Dios (y a la OPEP), nuestro país logra hoy obtener un cierto margen en el petróleo, así sea insuficiente, no entiendo quién pueda argumentar sacrificar nuestro gas no renovable, en un mercado (sin OPEG), y donde Venezuela sin duda obtendría márgenes muy inferiores, por no decir nulos.
Si adicionalmente, por apurados, para adelantar la gestación de la industria del gas libre, debemos recurrir a la inseminación artificial y a la cesárea, al asociarnos con terceros, diluyendo así la propiedad del gas, creo tener el derecho de decir que presiento un tufito de Apertura.
La teoría económica, que hoy alimenta nuestras decisiones energéticas, ha sido desarrollada en países con escasez de tales recursos. En el caso del gas libre, el que Venezuela se adelante, sólo puede ser de interés para quienes desean que Venezuela, a precios mínimos, maximice su oferta energética mundial y liquide, a precios bajos, sus reservas.
Antes de que nos volvamos locos poniendo a competir dentro de nuestro mercado nacional, unos contra otros, al petróleo, al gas y la hidro, (lo cual sólo traería como consecuencia su desperdicio), Venezuela debería desarrollar sus propios principios de cómo valorizar sus recursos energéticos. En tal sentido, podría ser que se fije, por ejemplo para el petróleo, un precio mínimo de US$ 20 neto por barril por el sólo derecho de extraerlo. Si hubiésemos hecho eso antes, quizás nos habríamos salvado de la históricamente bochornosa situación, que hace poco sufrimos cuando el país, recibiendo sólo un bruto de US$ 9 por barril, aplaudía la propuesta de elevar la producción a 7 millones de barriles diarios. 
El Domingo 19 de Marzo de este año el Sr. Giusti al hacer unas declaraciones a la prensa sobre la apertura, cual vendedor de tiempo compartido o, mejor dicho, de gas compartido, sometió el país a presión al decir que “Los integrantes de la actual generación no podemos cometer la irresponsabilidad de permitir que ..... dentro de pocas décadas los inmensos recursos del subsuelo corran el riesgo de verse convertidos en un monumento a lo que pudo haber sido y no fue.” 
Sin quitarle algo de razón a Giusti, considero mucho peor el permitir que los inmensos recursos del subsuelo corran la certeza de desaparecer por nada y para nada. Lo lamento, creo que los promotores del proyecto Cristóbal Colón, que hoy está resucitando, nos deben argumentos mucho mas sólidos que lo justifique. No bastan los tradicionales espejitos, relativos al mucho empleo que, a juicio de ellos, generaría la inversión en nuestro país y que, al final solo resultan espejismos o empleos generados en otros países.
¡Qué irónico sería que quienes ayer nos ayudaron salvar al petróleo de la Apertura I, hoy nos hagan perder el gas en una Apertura II.!
P.D. Hay muchos otros instrumentos analíticos que representan graves riesgos para un país en vías de desarrollo cuando son utilizados sin criterio. Un ejemplo es el uso del valor presente en la toma de decisiones de un país. Observen el siguiente circulo vicioso.
· Un país entra en problemas normalmente por falta de una política a largo plazo.
· Tales problemas inciden en un aumento de las tasas de interés.
· Al descontar los flujos con mayores tasas de interés los periodos mas alejados pierden importancia - resultando en aún menos consideración al largo plazo.



marzo 23, 2000

OPEP... Por favor negocie con firmeza

Si uno no tiene la voluntad de defender a su mamá, esposa o hijas, ¿cómo puede uno entonces esperar poder defender a la prima tercera de la vecina, que se mudó hace 9 años?. Así es Venezuela, si no sabemos defender al petróleo, ¿con qué fuerza de nación salimos a defender nuestros otros intereses?
Hace poco, nuestra industria petrolera estaba en manos de quienes, como si el petróleo valiese cero, estaban dispuestos a aumentar la producción, aun cuando el país sólo recibía US$ 8, que apenas cubrían los costos.
Por supuesto que hoy estamos mejor con un recorte en la producción que logró llevar el precio hasta casi US$ 30 por barril, aunque debemos recordar que tal precio no representa ni el 45% de su valor real para 1980.
La OPEP, con cierta razón temerosa, siempre contempla la posibilidad de que los precios ya sean tan altos, como para estimular a nuevos productores entrar al mercado o desestimular la demanda mundial, con el riesgo de que los precios nuevamente se derrumben. Como resultado, próximamente habrán de discutir aumentos de producción y/o bandas de precios.
Como país productor, claro que estamos interesados en la estabilidad del mercado petrolero, pero nunca debemos olvidar que justamente tal estabilidad, al otorgarle tranquilidad a los productores menos competitivos, puede ir en contra de nuetros intereses. Igualmente, debemos recordar que la estabilidad también le interesa mucho al consumidor. En tal sentido, considero que la OPEP, antes de otorgar lo que sin duda son concesiones, debe esforzarse más por lograr reversar factores, que han impedido que se reciba el valor justo por el petróleo.
De un barril de petróleo se extraen aproximadamente 80 litros de gasolina, 50 de jetfuel y gasoil, 20 de lubricantes y 10 en otros residuales pesados. Hoy, en marzo del 2000, la gasolina en Europa se vende a 1,25 US$ por litro, por lo cual el barril de petróleo, sólo en gasolina, ya vale 100 US$. Cuando agregamos los demás productos, podemos decir que el barril de petróleo, a precio del consumidor, se valoriza hoy en Europa y otras partes del mundo en 150 US$.
Los 150 dólares se distribuyen de manera injusta, 30 para el productor, 5 para el distribuidor y 115 para el fisco europeo. Los impuestos, que representan casi un 330% (15/35) resultan, a la luz de la apertura comercial y una supuesta reducción de aranceles a nivel global, extraordinariamente injustos.
De no aplicarse impuestos a los productos petroleros, tanto los precios como la demanda del crudo serían mayores y los términos de intercambio comercial para los productores de petróleo mejores. Tan es eso así que, en el caso de Venezuela, en muy poco tiempo podría cancelar toda su deuda externa e interna.
Por lo anterior, considero inaceptable que hoy la OPEP colabore con el mundo ofreciendo aumentos de producción o introducción de bandas de precios, sin ni siquiera denunciar, y mucho menos negociar, una reducción de los impuestos al petróleo.
Para quien dude lo anterior, presento a continuación unos datos extraídos del reporte'World Oil Trends 1999' publicado por Arthur Andersen y Cambridge Energy Research Associates. * El precio del barril de petróleo, a finales de 1998, se situaba en sólo el 18% de su valor real en 1980.* La demanda que ante tal caída en precios se podría haber esperado que subiera fuertemente, aumentó de 1980 a 1998 sólo un 11%, al pasar la producción mundial de 59,4 a 66,1 millones de barriles diarios.* La participación del petróleo en consumo mundial de energía primaria, en lugar de subir fuertemente ante tal caída en precio, sin embargo bajó del 43% al 35% de 1980 a 1998. Los datos parecen indicar que el petróleo perdió importancia, o bien por una mayor competencia en la producción, o bien por una mayor eficiencia en el consumo. Tal conclusión luce prematura al considerarse lo siguiente:
* El índice de los precios reales de los productos petroleros a nivel consumidor, de un 100% en 1980, para 1998 se situaba en un 91% para Estados Unidos y en un increíble 247% para Inglaterra todo lo cual no refleja, para nada, la caída del índice del precio de petróleo al 18%.* Los impuestos ad-valorem sobre la gasolina, calculados sobre la base de lo que recibe el fisco, comparado con lo que reciben todos los demás eslabones, evolucionaron entre 1980 y 1998 así: en Estados Unidos de un 12% a un 49% y en Inglaterra de un 85% a un 456%. La conclusión real es evidente. No es que el petróleo haya perdido importancia. Vía los continuos aumentos en los impuestos a su consumo, aplicados de manera discriminatoria (se excluye el carbón y otras fuentes energéticas), los gobiernos de los países consumidores lograron, tanto frenar la demanda por el petróleo como confiscar una mayor parte de su valor.
El petróleo es un activo no renovable y tenemos una responsabilidad fiduciaria de extraer su máximo valor. Para aumentar la producción y estabilizar los precios con bandas debemos exigir que se reduzcan los impuestos y que obtengamos un mayor porcentaje del valor del petróleo. Hoy sólo recibimos un 20% (30% US$ de 150 US$), creo que debemos aspirar al 80% de su valor así sea de un precio menor.
De no lograrlo, nuestra respuesta no debería ser la de reducir la producción, sino la de no mandarles ni un solo barril.

https://petropolitan.blogspot.com/2000/03/opep-por-favor-negocie-con-firmeza.html



marzo 14, 2000

Giusti - el petróleo..... no es leche

El domingo 12 de marzo, [en El Nacional] el Sr. Luis Giusti usando un “lenguaje muy sencillo, que pueda ser comprendido por Petra Pérez”, hizo un esfuerzo, en un artículo de prensa, por tratar de explicarle al país las bondades de que PDVSA fuese dueña de Citgo y de sus 15.000 estaciones de servicio.

Para darle fuerza a sus argumentos, Giusti, con fines pedagógicos, nos relata sobre las dificultades de un pequeño productor de leche, Pedro González, en lograr asegurar una adecuada remuneración para su producto. El sólo ordeñar y entregar la leche a puerta de corral, situó al pobre Pedro en tal desventaja que, para sobrevivir, tuvo que incursionar en el transporte de la leche y luego en su pasteurización. Al final de la saga, el Conglomerado González termina siendo propietario hasta de los supermercados donde se vende la leche.

 

Estoy de acuerdo con que la voluntad de trabajo de Pedro constituye un buen ejemplo para el país, pero no estoy del todo seguro de lo que aprendió el venezolano del simpático cuento de Giusti. En cuanto a mí, por fin obtuve la respuesta al por qué, un profesional con tantas calificaciones como Giusti, pudo haber impulsado una política petrolera tan equivocada.

 

El misterio me lo aclaró el mismo Giusti cuando, explicando su parábola, nos dice “El petróleo crudo en los terminales y los derivados en los muelles de nuestra refinerías, son como la leche a puerta de corral.” Por supuesto, quien parta de una premisa tan falsa como la de que el petróleo y leche son lo mismo, necesariamente tiene que llegar a conclusiones equivocadas.

 

La leche es un producto renovable, que puede ser producido en muchos lugares, y una integración aguas arriba, puede ayudar a maximizar las ganancias o por lo menos asegurar, que un solo eslabón no se quede con todas. Por cierto, a Giusti por algo se le olvidó aquello de crear valor económico adicional y no mencionó la interesante posibilidad de hacer quesos.

 

El petróleo, por el contrario, es un activo no renovable y su viabilidad económica sencillamente se fundamenta en tenerlo y poder extraerlo a un costo razonable. Si Venezuela tuviese petróleo ilimitado, cuyo costo de extracción y transporte fuese más barato que el de la competencia, tendríamos en un mundo de libre comercio, sin una sola gasolinera, el 100% del mercado. Si nuestros costos petroleros fueren más altos, tendríamos el 0%, aún con todas las gasolineras del mundo.

 

Claro está, hay productos de muy bajo valor, tal como el agua,  que a cuenta de puro mercadeo, se puede vender a precios muy altos – hasta mayores que los de la gasolina – pero no creo que Giusti se refiera a esta posibilidad, por cuanto dudo que las estaciones de Citgo puedan vender su gasolina a un precio más alto que Esso, Texaco y BP.

 

El petróleo constituye para Venezuela una inmensa fuente de riqueza estratégica, que debe ser administrada con genuino criterio de escasez y un sagrado sentido de responsabilidad histórica. Jamás debe ser sólo una simple  materia prima, que se explota intensivamente a cualquier precio que exceda su costo de extracción o, como entendería Petra, mientras el cuerpo aguante.

 

Uno de los aspectos más importantes que Giusti dejó fuera de su análisis es la interferencia de las naciones en el mercado. Como el entiende de leche, basta recordarle que, por muy integrado que estuviesen los productores de leche en Europa, hoy estarían quebrados si no fuera por el acceso a los subsidios de la Comunidad. Aún cuando en dirección opuesta, pechan y no subsidian, también los Estados interfieren en el la gasolina. Hoy, en muchas partes del mundo, de cada 100 unidades que el consumidor paga por ella, 80 son retenidas por el fisco del país y sólo 20 quedan para el productor y el distribuidor.

 

Lo anterior, evidencia que para maximizar el valor del petróleo necesitamos  de armas geopolíticas, tipo OPEP. Por cuanto  el acceso a tales armas, depende de nuestras posibilidades para, de manera autónoma, decidir sobre la oportunidad y los volúmenes de producción, soy un convencido de que el petróleo, en su actividad primaria, debe ser 100% propiedad del Estado. 

 

Lo del petróleo siendo 100% del Estado, no invalida propuestas dirigidas a permitir que una parte de las rentas petroleras pasen directamente al bolsillo privado del ciudadano venezolano, para de esta manera evitar algunas desventajas de la excesiva centralización de ingresos. Por supuesto, esto nunca puede ser vía alternativas hedonísticas, como el crear derechos a dividendos petroleros negociables, lo cual sólo significaría que una generación disfrute por adelantado de ingresos a costa de las futuras generaciones de venezolanos.

 

De igual manera, estoy seguro o, como dirían en lenguaje jurídico, más allá de cualquier duda razonable, de que una vez que el petróleo haya sido explorado, extraído y refinado, de ahí en adelante, cualquier cosa adicional que el Estado trate de hacer directamente con él, sólo servirá para perder parte de la riqueza petrolera obtenida. El intentarlo, por vanidad, le resta valiosos recursos, que de otra manera pudiesen ser invertidos en sus propias funciones, tales como salud, educación, seguridad y hasta la defensa de sus propios intereses petroleros.

 

Comprenderán entonces la frustración que, como venezolano y padre de tres venezolanas sentía cuando, durante la apertura petrolera, observaba como PDVSA, a cuenta de una falta de recursos, abría espacio a las inversiones privadas en el ámbito de la explotación petrolera, sólo para luego disponer de recursos en inversiones tan carentes de sentido como construir gasolineras. 

 

No lograba entender cómo alguien podía visualizar el riesgo de que Kuwait le quitase a PDVSA participación de mercado en Chacao. Hoy lo entiendo mejor, Giusti se creía presidente, no de PDVSA, sino de Pasteurizadora de Venezuela S.A. y, como González, buscaba estaciones de servicio por cuanto éstas, aún las de Citgo, quizás ganan más vendiendo leche y chucherías que gasolina. ¡Qué mala leche la nuestra!