Quince conocidos economistas circularon el 12 de mayo un manifiesto titulado, “Ante la situación económica nacional”, en el cual expresan la gravedad de lo que enfrentamos. Excepto para quienes con o sin manifiesto su dependencia sicológica les impide ver lo que pasa, en él no se decía nada nuevo. De hecho, excepto por algunas particularidades malas rojo-rojitas, pudo haberse escrito en otras ocasiones bastante recientes de nuestra era petrolera, antes que nada por la tanta lloradera sobre leche derramada.
Okey, quince economistas, tienen ustedes toda la razón, pudimos haber ahorrado los reales en vez de gastarlos pero, como de nuevo le dimos los reales a quienes de antemano sabíamos que se los iban a gastar, igualito como a nosotros nos encanta gastar esa valiosa gasolina que nos regalan sin que jamás protestemos por ello, pasó lo que sabíamos tenía que pasar, así que... ¿ahora qué hacemos?
Okey, quince economistas, tienen ustedes toda la razón, pero si se hubiesen ahorrado esas resultas del petróleo, como las deberíamos haber ahorrado, entonces, excepto por ayudar a sostener mejor lo insostenible… ¿de qué manera ayudaría ello a resolver los problemas estructurales que nos vienen de ser un país petrolero?
Los quince economistas terminan con un "queremos advertir al país… no con el propósito de acentuar la ansiedad… sino para resaltar el hecho que los desequilibrios y distorsiones que se vienen conformando tendrán impactos negativos de importancia sobre la vida de los venezolanos debido a los graves errores de interpretación de la realidad nacional y de diseño y ejecución de las políticas que se llevan a cabo bajo la presente gestión gubernamental". Quince economistas, ¿con qué se come eso? ¿Con quitando a unos y poniendo a otros?
Lo que sí sabemos es que el obligado ajuste de nuestra economía que hoy se nos acerca a pasos agigantados, a diferencia de todos los recientes ajustes obligados, esta vez no se encuentra con una Venezuela bien dispuesta, como aquella que con entusiasmo se dedicó a proyectos tan ilusos como el sembrar manzanas de clima templado en Maracay, sino con una Venezuela dividida llena de odios y amarguras, donde parece que a algunos no les importaría dejar unos cientos de miles de compatriotas muertos con tal de quedarse con el poder.
Así que, quince economistas, si tienen algo que de verdad pueda ayudar al país en un momento donde de verdad se necesita de la verdad, díganlo, pero, si no, de verdad, mejor es callar.
Por ejemplo quince economistas ¿qué sugieren que hagamos con lo de la gasolina? Por supuesto, si nuestros hijos no tuviesen absolutamente nada de alimentos y medicinas, todos o casi todos estaríamos de acuerdo en vender la gasolina en Venezuela a su precio de mercado internacional, para que no se consuma tanto y para que se pueda exportar algo más de ella, pero… ¿tenemos verdaderamente que llegar al extremo de que no quede otro remedio para remediar? El costo de oportunidad del regalo de la gasolina que le hacemos a quienes la compran anda fácilmente por los 25 millones de dólares, ¡diarios!
Que luego nosotros no queramos aceptar el aumento del precio en la gasolina por cuanto el gran cacique o el gran hacendado de turno no tiene la suficiente credibilidad política para ello, pues eso es otro problema, su problema, pero la obligación de los economistas es sugerir lo que se debe hacer en función de la economía… ¿o debo suponer que el silencio de los quince economistas sobre lo de la gasolina implica que no están de acuerdo conmigo?
De nuevo oí a una señora venezolana argumentar por televisión "no es justo que un país que tantos ingresos ha obtenido durante la última década como el nuestro... (y su queja particular)". Doñita, eso es justamente lo que se debe esperar en un país donde los ciudadanos, y sus quince economistas, sin siquiera discutirlo, aceptan entregarle sus resultas petroleras al gobierno.
P.S. En la semana oí una de las más deprimentes cuñas jamás producidas, decía: "Chequea tu cupo en Cadivi con nosotros… ¡Tu banco para crecer!"
El Universal
Noticiero Digital