Basta ver cómo unos estudiantes brillantes, aceptados después de unos muy rigurosos filtros por las mejores universidades del mundo, aplicados a sus estudios y graduados con honores, de repente no encuentran ningún trabajo que ni de cerca se corresponde con lo que aspiraban, para intuir lo muy difícil que es la educación. En Estados Unidos por ejemplo, se oye mucho del problema de los estudiantes que han incurrido en deudas para sus carreras profesionales y hoy no encuentran cómo cancelarlas… por lo que me imagino que solo es cuestión de tiempo antes que uno de esos estudiantes demande a su Alma Mater, por una oferta engañosa o por servicios mal prestados.
No es difícil alinear los incentivos para los educadores con los resultados que buscan conseguir los alumnos, pero ya en algunas partes del mundo se esta comenzando trabajar sobre conceptos tales como préstamos educativos cuya cancelación será contingente a que se obtenga un cierto nivel de ingresos e igualmente sobre el desarrollo de unos contratos de participación en el capital humano formado que permitirá un esquema mediante el cual el estudiante paga parte de su matricula con un porcentaje de los ingresos que logre obtener por encima de un cierto nivel mínimo. ¿Un contrato de esclavitud? No lo creo. El que recibe una buena educación que le trae unos buenos ingresos siempre estará mucho más feliz pagando un cierto porcentaje que quien en libertad absoluta y sin que le haya quedado un céntimo de deuda financiera, le han colocado sobre sus hombros, de por vida, el bacalao de una mala educación.
Siempre han existido personajes en nuestros gobiernos quienes han creído que educar es sencillo, un coser y cantar, hasta tal punto que hoy algunos hasta consideran que hay tiempo para además meterles una induccionadita política a los muchachos. Hoy, más que nunca, resulta importante darles un parado a esos gestores de ilusiones falsas, por lo que los jóvenes, padres, madres, hermanos y amigos deben todos estar muy pendientes ya que, en su educación, el joven esta invirtiendo su vida para ganarse su vida, lo cual no es ninguna tontería.
Muchachas y muchachos venezolanas, el mundo cada día se esta poniendo más competitivo por lo que ustedes no pueden darse el lujo de perder ni siquiera un solo segundo estudiando algo inútil o aprendiendo de alguien inútil en su profesión de maestro. A ustedes también les toca levantar su voz cuando lo que le enseñan no les parezca adecuado o cuando a su maestro le falte calidad, pues sepan que, el día de mañana, jamás conseguirán al ministro de Educación para que les responda personalmente por sus desaciertos. Por cierto, no se preocupen solo de sus propios estudios sino mantengan también el ojo bien abierto sobre cómo les va a sus compañeros, ya que en la misma medida que a ellos les vaya bien a ustedes le irá mejor.
Uno de los 4.287.467 ciudadanos del país sombra. (El CNE aún no termina por contarnos)