El BID estimó que las transferencias de los emigrantes a los países latinoamericanos fueron 62,3 mil millones de dólares en el 2006. Si ese monto representase entre el 20% a 15% de los ingresos de los emigrantes estamos entonces hablando de un Producto Bruto Emigrante (PBE) de 310 a 415 mil millones de dólares, lo que significa como mínimo más que dos Venezuela.
Para El Salvador, lo que producen sus emigrantes, quienes por supuesto no son menos salvadoreños por trabajar fuera de su país, eso representa, usando los mismos parámetros, un PBE de 90% a 120% del PIB normal de El Salvador, lo que en términos económicos significaría que existen dos en El Salvador.
Para el caso de Nicaragua, donde Chávez acaba de condonar una deuda de 30 millones de dólares y prometerles otros 10 en dinero fresco, es importante recordar que los emigrantes nicaragüenses enviaron a su patria 950 millones de dólares en el 2006, algo de lo cual debe estar consciente un Daniel Ortega.
Por supuesto es lógico que ante tales cifras los entes multilaterales como el BID y el Banco Mundial le presten mucha atención a las transferencias, pero en ese sentido necesito comentar sobre tres asuntos en los cuales no estoy muy de acuerdo con lo que esos entes dicen o hacen.
Primero. La transferencia que un hijo emigrante envía a su mamá, no tiene nada de distinto que la ayuda que da el hijo que se quedó en casa, por lo que siempre debemos recordar y machucar que estas transferencias son de carácter eminentemente privado. Lo digo por cuanto en muchos de los escritos sobre el tema uno queda con la sensación de que estos fondos representan una oportunidad nueva y distinta para intervenir. Si desean ayudar a los dos hijos y a la mamá a hacer un mejor uso general de los recursos, bienvenidos sean, pero si lo que tienen en mente es caerle de manera especial a las transferencias de quienes trabajan afuera, creo que el tiro les puede salir por la culata.
Segundo. Se han gastado fortunas analizando y buscando reducir los costos de las transferencias lo cual aun cuando de por sí no es malo, representa una verdadera irrelevancia dentro del contexto total del Producto Bruto Emigrante. En lugar de ese análisis umbilical sobre un problema que sólo se resuelve creando más competencia entre quienes están en el negocio de las transferencias, muchísimo más importante es ver cómo se logra elevar el ingreso per cápita del inmigrante, de la misma manera como se busca elevar el ingreso de quien se quedo en su país.
Tercero. Se discute mucho sobre la posible pérdida de cerebros que puedan sufrir los países, pero muy poco o nada sobre lo que debe preocupar mucho más, la posibilidad de una fuga de corazones. La verdad es que si los países receptores de las transferencias no se ocupan de mejorar para que no sigan haciendo casi obligante la emigración de mantener el contacto con los corazones de sus emigrantes, las madres patrias quedarán muy pronto sustituidas por una madrastra patria y con ello las transferencias desaparecerán… y no por magia.