¡CUANTO más fácil resulta darle recomendaciones a las empresas acerca de qué hacer durante una crisis económica, que, como me lo han pedido, a personas de carne, hueso y corazón poco curtido!
Es más, creo que hasta sería un irrespeto tratar de darle datos de cómo buscarse un resuelve o sobre cómo hacer rendir más el dinero, cual ingeniosa ama de casa. Cada quien sabe lo que está a su alcance y sólo me restaría desearle lo mejor. Muchísimo menos me atrevería a darle recomendación alguna a un padre desesperado, que no tiene recursos para las medicinas que necesita su hijo enfermo, que no sea rezarle a Dios, de ser creyente.
De lo que sí me atrevería a hablar es sobre cómo enfrentar la presión emocional, que naturalmente surge ante una crisis como la actual. ¡Ah...Kurowski se metió a psicólogo! dirán... Noooo, ¡qué va! Mis recomendaciones no tienen otro fundamento que mi intuición y si alguien tiene la osadía de publicarlas, sólo es suerte mía.
Quizás, por ser consultor financiero, me venga la imagen del deudor agobiado, que da tumbos en la cama sin poder dormir, hasta que abre la ventana y le grita a su vecino, el banquero, ¡amigo no te puedo pagar! deslastrándose así de un inmenso peso luego de haberle echado la gran a su amigo. Lo anterior demuestra que no conviene tragarnos las angustias, sino que debemos compartirlas abiertamente con la esposa, hijos y amigos y no sólo con la almohada.
Quizás, por ser economista, entienda que la peladera individual no debe causar vergüenza alguna, ya que un desempleo de la magnitud existente en Venezuela, sugiere un estado de guerra y, en la guerra, nadie tiene por qué sentir vergüenza de que un misil loco alcance justamente su casa.
Quizás, por ser padre, vea la imperiosa necesidad de buscar obtener como enseñanza de las dificultades, que debemos aprender a disfrutar lo máximo de las cosas pequeñas de la vida, las cuales además son gratis.
No obstante, como venezolano, embargado por una profunda rabia ante la ridícula e injustificada situación en que nos encontramos, sí estoy seguro de que la solución está en nuestras manos y no en la de curanderos importados. Colegas, dejemos de buscar una puerta de escape. ¡Eso es deprimente! Dediquémonos a buscar la puerta de entrada a una Venezuela mejor, por donde todos podamos pasar.
P.D. A los compatriotas que no están pelando, les recuerdo el reto sobrehumano de ser humanos y de evitar ostentaciones.