Para prestarle dinero a Venezuela, los mercados internacionales, a cuenta del “riesgo-país”, le exigen un 12% adicional al que le solicitarían a los Estados Unidos… para una tasa final de unos 17%. En consecuencia, si esperamos contratar 4.000 millones de dólares de deuda este año, nos habremos comprometido al pago de un exceso anual de 480 millones de dólares, monto superior al que, en el mejor de los escenarios, produciría el gas de Paria. Estoy convencido de que el seguir por la vía de aceptar los dictámenes internacionales, sin negociar, equivale a una eutanasia financiera.
A los 25 dólares, que se reciben hoy por barril de petróleo crudo, los transportistas, refinadores y distribuidores le incrementan otros 10, situando el precio del producto terminado en 35 dólares. Los fiscos europeos y de muchos países le añaden 115 dólares en impuestos, llevando el precio final al consumidor a 150 dólares por barril y, como si tales impuestos ya no fuesen suficientes para desplazar la demanda del petróleo, favorecen a otras fuentes de energía con inmensos subsidios y castigan al petróleo con dudosas excusas ambientales. Estoy convencido de que mientras tengamos “expertos petroleros venezolanos” que insisten en que debemos capitular ante tales discriminaciones, aumentando nuestra exportación petrolera al mundo, sin pelear lo nuestro, no desarrollaremos voluntad de Nación.
No somos un país rentista… somos un país en liquidación, que obtiene sus ingresos saldando un activo no renovable, como el petróleo y reexporta simultáneamente tales ingresos importando cualquier clase de bienes, baratijas y servicios, masacrando así las fuentes de empleo locales. Estoy convencido de que mientras usemos los recursos petroleros para satisfacer nuestras necesidades de consumo, no tendremos un modelo económico válido para Venezuela.
Estoy convencido de que no tenemos un sistema financiero local… con todo lo que éste debería significar para un país.
Estoy convencido de que la sociedad no tiene un proyecto educativo de país, acorde con las necesidades de aprender a negociar con dignidad y patriotismo en un mundo globalizado.
Estoy convencido de que no hay gobierno y, peor aún, de que no es posible reconstruir un gobierno con el simplista “quítate tú pa` poneme yo”, sino que se requiere de una nueva generación de políticos promotores, verdaderos creadores de riqueza y renta venezolana.
Estoy convencido de que el descuidar la defensa de nuestras fronteras económicas y culturales hace de toda nuestra institución militar una simple parodia incoherente.
Estoy convencido de que si no hacemos nada… rápido… no habrá nada que hacer… excepto contratar unos mejores subastadores, para que la puja por el país nos produzca algo más.
Estoy convencido de que es posible darle vuelta a nuestro país en un lapso mucho más corto que las tantas décadas que dicen requerirse.
P.D. Mientras un padre no encuentre respuesta que darle a sus hijos, sobre cuál será el castigo para los que cacharon, en vivo, disparando desde puente Llaguno, estoy convencido de que no tendremos justicia, paz y progreso en nuestro país.
Publicado en El Universal el 18 de Julio de 2002