Oímos con tanta frecuencia hablar sobre la importancia de encontrar nuestra identidad, que a veces se nos olvida que nuestra realidad humana también es la de compartir muchas identidades, por lo que aún cuando debemos sentirnos identificados, igualmente debemos evitar que se nos encasille en “cajitas de miniatura”, según lo predica mejor que nadie Amartya Sen, el premio Nobel en economía de 1998, quien también es un profesor de filosofía, y que parece encaminado a un premio Nobel de la paz.
Sen, en un reciente libro suyo titulado “Identidad y Violencia” ataca con vehemencia a quienes siembran divisiones, creando identidades malas, frecuentemente con malas intenciones. De sus propias memorias de niño, en la India de los años 40, Sen nos recuerda la “rapidez con la cual los seres humanos de mente amplia de Enero, de repente se transformaron en los despiadados Hindúes y los feroces Musulmanes de Julio”, con el resultado de que cientos de miles de personas fueran asesinadas por turbas comandadas por carniceros, que actuaban todos en nombre de su “propia gente”.Sen concluye que “La violencia es fomentada por competentes artesanos del terror que le imponen a gente crédula, identidades singulares y beligerantes.”
Lamentablemente, Sen tampoco tiene dificultad en encontrar ejemplos mas recientes, Rwanda, Yugoslavia y hasta las prisiones de Abu Graib son todos casos donde el terror tiene su origen en el “tú sabes, es que son muy distintos a uno”. Por supuesto, que del libro de Sen a nuestra actual realidad venezolana de chavistas y no chavistas, unas identidades divisivas y sin sentido de las cuales ni soñábamos hace menos de una década, dista demasiado poco como para no sentirnos angustiados.
Amigos, desautoricemos en todo momento y en todo lugar a quienes instigan para darnos una identidad que sólo sirve para dividir y busquemos con un humanismo desaforado todas aquellas identidades que nos unen, tales como la de venezolanos, padres, madres, hijos y el gusto por las arepas.
Amigos, no permitamos que nos dividan en un ellos y un nosotros ya que, como humanos, en cada uno de nosotros hay muchísimo de ellos y, en cada uno de ellos, hay tantísimo de nosotros, tanto que a la hora de la verdad todos somos distintamente igualitos. Si lo anterior les parece recetar un cierto trastorno colectivo de personalidades múltiples, pues que así sea, la salud mental de nuestra Venezuela depende de ello.