Un éxito de todos… ¡ya!
CUAL cuero seco, que al pisar una esquina, se levanta la otra, los politicómicos de nuestro país pisaron durante unos seis años la tasa cambiaria, controlando la inflación, pero levantando, como era de esperarse, la esquina de las tasas de interés con sus expectativas de devaluación y, peor aún, la esquina del desempleo, por la falta de competitividad.
La situación se tornó insostenible y hubo que bajarse de la esquina cambiaria para pisar la del desempleo, pero por haberse acumulado tanta tensión, al soltar la tasa de cambio, se devaluó mucho más allá de lo teóricamente necesario, por lo que hoy sentimos fuertes presiones inflacionarias, ciertamente dolorosas, pero que no nos deberían preocupar demasiado, por cuanto se derivan más de los ajustes de costos, que del exceso de demanda.
Ante tales circunstancias y como todavía no hemos logrado disminuir el desempleo, les confieso que asuntos como la utilización por el Fisco de las utilidades cambiarias del BCV, no me quitan el sueño y, menos aún, cuando esas utilidades son más reales que aquellas con las que muchas empresas pagan sus dividendos. Por cierto, además de la inflación, existe otra amenaza aún peor, que ronda por el mundo, la deflación, que en términos reales llevamos tiempo sufriendo en Venezuela.
Cuando en un avión nos instruyen sobre el uso del oxígeno en casos de emergencia, siempre insisten en que debemos colocarnos nuestra propia máscara, antes de ponérsela a los niños. Eso no es por falta de amor, sino para poder ayudar. Digo esto por cuanto observo, que tanto los extremistas del oficialismo, como los de la oposición, a cuenta de su fanatismo, no se ponen las respectivas máscaras, así se vaya el país por el despeñadero con todo y niños. En la certeza de que nuestras diferencias políticas se resolverían mejor discutiendo sobre las bases de una economía sólida, le sugiero a todos buscar un éxito concreto YA.
Búrlense si quieren, pero les aseguro que con nuestro bajo nivel real de deuda externa y la inmensa incertidumbre que reina en el mundo, con muy pocas cosas y algo menos de gritadera, nuestra deuda podría aspirar a una calificación de riesgo de 'categoría inversión'. De lograrlo, saldríamos de esa trampa con la que sólo deleitamos a los mercados, ya que el carácter 'especulativo' nos obliga a refinanciar al plazo y al costo de una tarjeta de crédito. Con lo que nos ahorraríamos, pisaríamos muchas esquinas del cuero a la vez.