julio 30, 1998

De bolívares y tiempo compartido

La tantas veces mencionada Ley de Salvaguarda del Patrimonio Público impone controles sobre la venta o liquidación de los activos públicos. Es interesante notar que esta ley es completa y totalmente ignorada a la hora de la venta, día tras día, hora tras hora, de lo que debe ser clasificado como principales activos públicos del país, es decir, su reserva de dólares.
En este punto en el tiempo, dudo que haya un economista que, tras haber analizado la evolución de los precios relativos y las previsiones para los niveles de ingresos del país (básicamente petróleo), no considera que el Bolívar está sobrevaluado por una suma de al menos 20%. Eso significa que el dólar debería valer al menos Bs. 670.
¿Por qué, entonces, no nos devaluamos? No sé la respuesta correcta para esta pregunta, pero si usted me pide especular, probablemente diría que es debido a factores tales como la ignorancia o terquedad. Todavía me recuerdo cuando en 1982 solicite una modesta devaluación del bolívar con el fin de reflejar correctamente las circunstancias económicas y que se asemejan mucho las presentes. El absurdo argumento en contra de tal devaluación que recibi de profesionales de fama y la reputación, era que esto era imposible ya que pronto celebraríamos el bicentenario de nuestro Libertador Simón Bolívar en 1983, y que una devaluación era equivalente a denigrarlo.
Tales referencias a la deshonra de la memoria de Bolívar, me resultan muy confusas. Fui educado bajo la influencia de un sistema de economías competitivas para quienes los verdaderos héroes eran esas autoridades que lograron devaluar las monedas de sus países un poquito más que sus vecinos, y así promover su propio desarrollo económico, incluso si esto se producía a expensas de la de otros. Considero que es patriótico buscar generar oportunidades de empleo interno por la vía de aumentar las exportaciones y reducir al mínimo las importaciones.
Es posible que todavía tenemos los servidores públicos que equiparan un reajuste a la baja del tipo de cambio con la debilidad nacional y un reajuste hacia arriba con fuerza. Si estas personas han invertido una gran cantidad de sus egos en tal argumento, que Dios nos libre si encuentran que teóricamente podrían volver a los días de Bs. 4,30 / US $ al aumentar los requisitos de reservas bancarias y el aumento de las tasas de interés.
Uno de los argumentos más ridículos que surgen de este debate es que el gobierno no está promoviendo una devaluación fiscal debido a que con ello demuestra una gran seriedad en el manejo de las finanzas del país. Las devaluaciones son la consecuencia de la gestión fiscal irresponsable, no la causa de la misma.
La única verdad devaluación motivado fiscalmente que ocurre es que, debido a la falta de confianza en el futuro del país, el mercado decide pagar una prima exagerada de moneda extranjera. Podríamos llamar a esto un impuesto sobre el nerviosismo. Cuando analicemos la reciente historia venezolana, no hay duda de que nuestros gobiernos han sido muy eficientes en su recaudación de este impuesto. "El presupuesto no cuadra. Vamos a asustar a los mercados y obtener más bolívares por cada dólar ".
Lo menos que cabe esperar de un gobierno en sus últimos días es que no dejan una gran brecha en la valoración de nuestra moneda basada exclusivamente en artificios tales como tasas de interés desproporcionadamente altos o de la simple quema de las reservas internacionales. El trabajo del próximo gobierno, sea quien sea, será suficientemente complicado sin tener que hacer frente a este tipo de problema.
El uso de mini-devaluaciones fijos dentro de una banda es una política razonable cuando uno está tratando de manejar las expectativas del mercado sobre la inflación y la devaluación en el futuro. El uso del sistema de bandas y mini-devaluaciones para ocultar hechos que ya existen (inflación y la caída de los precios del petróleo) es un insulto a nuestro país y nuestra inteligencia.
Si, en vista de todos sus errores, el Gobierno realmente quiere hacer un acto de penitencia, le sugiero que vayan reduciendo con seriedad y eficiencia la nómina pública improductiva. Y digo con seriedad y eficiencia por cuanto nuestros gobernantes en el pasado han demostrado su destreza en la aplicación de las técnicas utilizadas por los vendedores de unidades de tiempo compartido. Estos vendedores normalmente aumentan el precio de venta de US $ 15,000 para luego generosamente premios posibles compradores con un descuento de US $ 12.000. Lo mismo suele ocurrir con nuestros políticos, primero incrementan la nómina pública, para luego proponer su reducción.
Por cierto, se está diciendo que aunque el gobierno no ha sido capaz de reducir la nómina, que al menos ha diseñado los planes de reestructuración que permitan el próximo gobierno para lograr este objetivo "con facilidad". Con esto creo que, en lo que se refiere a la desvergüenza, nuestros políticos superan por largo rato la de los vendedores de unidades de tiempo compartido.