¿Dónde queremos que Venezuela resuelva sus diferencias? ¿En las calles o en unos debates civilizados y televisados entre parlamentarios?
Lamentablemente hay parlamentarios que se crecen solo en la crecida; y que actúan con fuerza solo cuando tienen la fuerza de su lado; y que argumentan con claridad de iluminado, creen ellos, solo cuando no hay quien les cuestione… y que por todo aquello son unos perfectamente inútiles para los debates que el país necesitará próximamente.
Así que, tantos los oficialistas como los oposicionistas venezolanos que buscan tener un país viable, llamémoslos los razonables, comparten un alto interés en asegurar no solo la calidad de quienes han de representar su propia posición pero también la calidad de los interlocutores del lado contrario, para no arriesgar la paz del país con los irascibles irrazonables. Ante el dilema de tener que elegir entre un irascible irrazonable del propio lado y un razonable del lado contrario, el bien del país tiene que ir por delante.
Es más las próximas elecciones parlamentarias no debería plantearse tanto como una elección entre oficialistas y oposicionistas, sino entre racionales e irracionales, por lo cual la verdadera mesa de unidad que desearía que existiese el país es aquella centrada en buscar consenso electoral entre los dispuestos a dialogar para evitar que los irascibles irracionales acaben con todos nosotros.
Cómo podemos lograrlo. Ustedes sabrán mejor, pero, si grupos legítimos, de lado y lado, ayudan a separar a los próximos candidatos parlamentarios entre quienes albergan un amor puro y verdadero a Venezuela y que serían valiosos para encontrarle una salida pacífica a los problemas del país, de quienes solo albergan un lascivo e interesado amor en Venezuela, y más bien podrían llevarnos por la senda de una guerra fratricida, estoy seguro que, el electorado, llegado el momento, sabrá elegir.
En tal sentido llegó el momento de no meter a todos los candidatos en el mismo saco. Los oficialistas tienen el deber de levantar sus voces con relación a que candidatos de la oposición les merecen más confianza y los de la oposición la obligación de oír tales voces. Es para poder oír a las voces ajenas que Dios les ha dado los oídos y no solo para escuchar a sus propias voces, como tantos oposicionistas (y oficialistas) parecen creer.
Ahora bien para el caso de los candidatos del oficialismo, quienes serán todos elegidos apuntados por el Dedo, lo importante es transmitirle a los oposicionistas qué señal los oposicionistas observan que el Dedo le está haciendo al país al seleccionar a cada uno de esos candidatos.
El Dedo acaba de señalar a la oposición como unos amargados. ¿Amargados? Amargados es poco, profundamente tristes y decepcionados también, razones les sobran, y no son solo los de la oposición sino la mayoría de los oficialistas también… pero ¿qué ha de saber un dedo sin ojos u oídos de ello?
El Universal
Lamentablemente hay parlamentarios que se crecen solo en la crecida; y que actúan con fuerza solo cuando tienen la fuerza de su lado; y que argumentan con claridad de iluminado, creen ellos, solo cuando no hay quien les cuestione… y que por todo aquello son unos perfectamente inútiles para los debates que el país necesitará próximamente.
Así que, tantos los oficialistas como los oposicionistas venezolanos que buscan tener un país viable, llamémoslos los razonables, comparten un alto interés en asegurar no solo la calidad de quienes han de representar su propia posición pero también la calidad de los interlocutores del lado contrario, para no arriesgar la paz del país con los irascibles irrazonables. Ante el dilema de tener que elegir entre un irascible irrazonable del propio lado y un razonable del lado contrario, el bien del país tiene que ir por delante.
Es más las próximas elecciones parlamentarias no debería plantearse tanto como una elección entre oficialistas y oposicionistas, sino entre racionales e irracionales, por lo cual la verdadera mesa de unidad que desearía que existiese el país es aquella centrada en buscar consenso electoral entre los dispuestos a dialogar para evitar que los irascibles irracionales acaben con todos nosotros.
Cómo podemos lograrlo. Ustedes sabrán mejor, pero, si grupos legítimos, de lado y lado, ayudan a separar a los próximos candidatos parlamentarios entre quienes albergan un amor puro y verdadero a Venezuela y que serían valiosos para encontrarle una salida pacífica a los problemas del país, de quienes solo albergan un lascivo e interesado amor en Venezuela, y más bien podrían llevarnos por la senda de una guerra fratricida, estoy seguro que, el electorado, llegado el momento, sabrá elegir.
En tal sentido llegó el momento de no meter a todos los candidatos en el mismo saco. Los oficialistas tienen el deber de levantar sus voces con relación a que candidatos de la oposición les merecen más confianza y los de la oposición la obligación de oír tales voces. Es para poder oír a las voces ajenas que Dios les ha dado los oídos y no solo para escuchar a sus propias voces, como tantos oposicionistas (y oficialistas) parecen creer.
Ahora bien para el caso de los candidatos del oficialismo, quienes serán todos elegidos apuntados por el Dedo, lo importante es transmitirle a los oposicionistas qué señal los oposicionistas observan que el Dedo le está haciendo al país al seleccionar a cada uno de esos candidatos.
El Dedo acaba de señalar a la oposición como unos amargados. ¿Amargados? Amargados es poco, profundamente tristes y decepcionados también, razones les sobran, y no son solo los de la oposición sino la mayoría de los oficialistas también… pero ¿qué ha de saber un dedo sin ojos u oídos de ello?
El Universal