A chávez (ver nota abajo) lo que le sobraba era esa magia de permitirle al ignorado sentirse tomado en cuenta, con nombre y apellido, como un ser humano y nadie me podrá argumentar que eso no sea vital para un país, especialmente en tiempos cuando la desunión es la más poderosa arma de destrucción masiva que existe. El sábado 19 de junio, por lo que a mi respecta, a chávez se le fue por completo la señal cuando, en un acto de aspirantes a dirigentes del PSU, por televisión lo vi informar a sus seguidores que ahora ellos pasaban a ser importantes por cuanto eran multitudes.
¡Adiós! Hay pocos en el mundo que están tan lejos de poder identificarse con solo ser parte de una multitud como los venezolanos. Como prueba personal de ello, entre tantos otros, siempre acaricio el testimonio de mis abuelos maternos suecos cuando desde hace ya cincuenta años regresaban de sus largos paseos por las aldeas que nos rodeaban en Palmira y me contaban sobre las más maravillosas personas con las que se habían topado. Como parte de una generación responsable, no es por mí que me quejo, pero la rabia que me entra cuando pienso en los olvidados que invirtieron sus últimas reservas de esperanzas en chávez para ahora terminar tratados como multitud, esa sí que me mata. En tal sentido, la tarea más importante e inmediata que tenemos por delante es asegurarles a esos pobres venezolanos recién multitudinados, que tienen compatriotas que siguen considerándolos y respetándolos como individuos.
Puede que chávez alguna vez haya tenido todas las intenciones correctas del mundo y la verdad es que es difícil imaginarse que no fuere así y que hubiera logrado todo lo que logró para sí mismo a punta de solo ser un buen actor. No obstante, en el camino, algo le pasó, comenzó a fallar y cualquier buena intención que tuvo degeneró en algo distinto, hasta hoy perder la señal. Para mí lo anterior se debe antes que nada a que los ingresos petroleros se le subieron a la cabeza, como estoy seguro le hubiese pasado a la inmensa mayoría, por no decir a todos. El encontrar la manera de evitar exponer a nuestros presidentes a las enloquecedoras tentaciones que producen nuestros ingresos petroleros es otro de nuestros muy urgentes retos como país.
Otro tema distinto. Hace poco cuando observé a los jóvenes demostrando en las calles, sentí por agarrar una guitarra, una armónica y una videocámara y dedicarles a ellos una versión de la canción Acuarela de Toquinho, vía YouTube. Aun cuando mi intención era principalmente que mis hijas lo vieran (y sufrieran con la buena broma que les echó su papá) alguien encontró ese video y lo colocó en el Noticiero Digital y hoy me enfrento a la cruda realidad que con un video malazo alcanzo más audiencia que lo que logro con mis tremendos artículos. En tal sentido decidí YouTubearles sobre algunos de mis tópicos favoritos, por lo que les invito al wx3.pkurowski.blogspot.com y donde justamente comienzo con el tema del petróleo-nuestro-no-tan-nuestro. Eso sí, no abandonen la lectura, ya que quedamos pocos lectores, o quizás el problema sea más bien el de demasiados aspirantes a escritores, tentados como yo a masajear su ego llegándole a todo el universo por Internet. ¿Será que el Internet nos hará todos argentinos?
Por favor no le demos el gusto a quienes disfrutan, gozan y ganan con que nos odiemos.
Nota: Para quienes se preguntan sobre el porqué escribo chávez con minúscula, esto se debe a una pequeña sanción social privada mía que le impuse cuando en una cadena lo oí insultar a una buena parte de la muy buena juventud venezolana. El retiro de la mayúscula es por 10 años, aun cuando su pena puede ser extendida o reducida, de acuerdo al nivel de arrepentimiento que me demuestre.