Recientemente tuve la oportunidad de oír, en una conferencia organizada por el Banco Mundial, a la actual presidenta de Liberia, H.E. Ellen Johnson-Sirleaf, exponer sobre lo que necesitaron hacer en su país para lograr salir de los conflictos que lo tenían sumergido en una guerra civil. Su exposición emocionó, especialmente a quienes estamos observando no la construcción sino la destrucción de nuestros respectivos países. Al llegar a casa encontré el siguiente apunte y que seguramente lo base en algo que dijo ella o un comentarista: "Las visiones no producen entendimiento, las grandes visiones, que pueden implementarse, resultan de un proceso de entendimiento".
Una sociedad totalmente polarizada entre quienes están a favor de algo y quienes se oponen a ello, simplemente suma cero. En tal sentido parece ser que la única manera que tenemos de salir de las nefastas circunstancias en las cuales todas la partes aceptan nos encontramos sumergidos, es lograr sentar, en una misma mesa, tanto a los que adoran a Hugo Chávez como a quienes con igual pasión lo detestan, en el convencimiento que Venezuela vale muchísimo más que una sola persona.
Si no logramos resolver con urgencia la absoluta incomunicación que existe entre las partes y damos inicio a un proceso de colaboración constructiva, por ejemplo vía una asamblea nacional paralela, jamás lograremos suficiente confianza entre las partes para poder actuar con racionalidad, ni siquiera en los asuntos donde existen consensos. Ausente tal entendimiento, al país no le quedaría sino el comunicarse por la vía de los incomunicados, o sea, la violencia.
La Presidenta de Liberia, cuando habló mencionó que lo hacía no solo como Presidenta, sino además como madre y abuela. A la pregunta si las mujeres eran mejores para buscarle una salida en este tipo de circunstancias, respondió con un sí rotundo. Sus argumentos iban en el sentido que las mujeres tenían más capacidad de equilibrar las necesidades de hoy, el pan, con las necesidades del futuro, la educación, sin perderse en el resto de los asuntos intermedios que solo ofuscan y que supuestamente son de mas interés para los hombres. No me toca hoy debatirle ese punto, pero en lo que sí estoy totalmente de acuerdo es cuando a la pregunta sobre qué era lo mas necesario para un país frágil respondió lo siguiente: "Más que comida y alimentos lo que necesitamos son buenas y esperanzadoras fuentes de empleo para nuestros jóvenes".
En lo personal naturalmente creo que los hombres tenemos mayores facilidades de entendernos que las mujeres, con su mayor emotividad, pero por cuanto puedo estar equivocado (como esposo y padre de tres muchachas más me vale aceptar esa posibilidad) de repente lo que debemos es pedirle a Marta Colomina y a Lina Ron que cada quien de ellas se busque cinco madres y abuelas entre los de su lado y luego que debatan abiertamente, una semana seguida, mínimo seis horas por día, en televisión, sobre las necesidades inmediatas y futuras del país, con una sola regla, el que les sea prohibido mencionar el nombre de esa barrera divisiva que se llama Hugo Chávez. Si quieren, para el bien del debate, podrían incluir a otros nombres como innombrables.
Una sociedad totalmente polarizada entre quienes están a favor de algo y quienes se oponen a ello, simplemente suma cero. En tal sentido parece ser que la única manera que tenemos de salir de las nefastas circunstancias en las cuales todas la partes aceptan nos encontramos sumergidos, es lograr sentar, en una misma mesa, tanto a los que adoran a Hugo Chávez como a quienes con igual pasión lo detestan, en el convencimiento que Venezuela vale muchísimo más que una sola persona.
Si no logramos resolver con urgencia la absoluta incomunicación que existe entre las partes y damos inicio a un proceso de colaboración constructiva, por ejemplo vía una asamblea nacional paralela, jamás lograremos suficiente confianza entre las partes para poder actuar con racionalidad, ni siquiera en los asuntos donde existen consensos. Ausente tal entendimiento, al país no le quedaría sino el comunicarse por la vía de los incomunicados, o sea, la violencia.
La Presidenta de Liberia, cuando habló mencionó que lo hacía no solo como Presidenta, sino además como madre y abuela. A la pregunta si las mujeres eran mejores para buscarle una salida en este tipo de circunstancias, respondió con un sí rotundo. Sus argumentos iban en el sentido que las mujeres tenían más capacidad de equilibrar las necesidades de hoy, el pan, con las necesidades del futuro, la educación, sin perderse en el resto de los asuntos intermedios que solo ofuscan y que supuestamente son de mas interés para los hombres. No me toca hoy debatirle ese punto, pero en lo que sí estoy totalmente de acuerdo es cuando a la pregunta sobre qué era lo mas necesario para un país frágil respondió lo siguiente: "Más que comida y alimentos lo que necesitamos son buenas y esperanzadoras fuentes de empleo para nuestros jóvenes".
En lo personal naturalmente creo que los hombres tenemos mayores facilidades de entendernos que las mujeres, con su mayor emotividad, pero por cuanto puedo estar equivocado (como esposo y padre de tres muchachas más me vale aceptar esa posibilidad) de repente lo que debemos es pedirle a Marta Colomina y a Lina Ron que cada quien de ellas se busque cinco madres y abuelas entre los de su lado y luego que debatan abiertamente, una semana seguida, mínimo seis horas por día, en televisión, sobre las necesidades inmediatas y futuras del país, con una sola regla, el que les sea prohibido mencionar el nombre de esa barrera divisiva que se llama Hugo Chávez. Si quieren, para el bien del debate, podrían incluir a otros nombres como innombrables.