“Amigos, estamos hartos de oír a los políticos prometer una mejor distribución de la riqueza petrolera, como si acaso fuese de ellos, cuando lo que les toca es simplemente entregarnos nuestros cheques. Si necesitan ingresos, pues que cobren sus impuestos. Un país se construye haciendo al ciudadano responsable, no declarándolo irresponsable.” Así escribí hace dos semanas y como nunca me han rogado seguir sobre el tema.
Los revolucionarios, los neoliberales, los ni-lo-uno-ni-lo-otro, los indiferentes, los hombres, las mujeres, los viejos y los jóvenes, todos estamos de acuerdo en que el dinero que obtenemos en Venezuela a cambio de sacrificar nuestro recurso no renovable es de los venezolanos.
Lo que si podemos discutir es sobre cómo rayos caímos, como pueblo entero, en eso de entregarle nuestro dinero, enterito, a unos pico de plata que dicen saber administrarlo mejor, sin siquiera reservarnos el derecho de pedirles una verdadera rendición de cuentas. Algunos dirían que por confiados y otros por estúpidos, pero por cuanto ambos puede que tengan algo de razón, de acuerdo a la enciclopedia, todos clasificaríamos como borregos. El que nos dejemos engañar así tiene sus consecuencias.
La primera, quizás la mas inocua de todas, es que simplemente todo lo recibido por el petróleo se pierde, sin dejarnos mucho mas que las memorias de una borrachera. Otra, algo peor, es que por ser petroleros el mundo nos cree ricachones, con lo cual los gestores de crédito gestionan aún más recursos para nuestros gobernantes, para que igualmente los desaparezcan, pero en este caso dejándonos una resaca de deudas, que vendrán a cobrarnos justamente cuando los precios petroleros bajen.
Igualmente trágico, pero con viso de comedia, es el ritual que debemos iniciar el mismo día que elegimos a quien ilusionados creemos ser nuestro Rey Salomón, sólo para al poco rato descubrir de nuevo la triste realidad, no quedándonos otra cosa que pasarnos el resto de su gobierno haciéndole reverencias, a ver si logramos que nos devuelve algo de lo que era nuestro para comenzar.
No obstante, lo peor ocurre cuando vivimos una bonanza petrolera, como la actual, pues entonces nuestro simplón de turno, aparte de ser un mal administrador, como los demás, además llega a creerse lo de ser el Rey Salomón, o más aún. Amigos, una vez leí un anónimo definir la locura como el repetir vez tras vez lo mismo, esperando distintos resultados... ¿Hasta cuando Venezuela?
Publicado en Caracas en El Universal el 7 de Septiembre de 2006
Los revolucionarios, los neoliberales, los ni-lo-uno-ni-lo-otro, los indiferentes, los hombres, las mujeres, los viejos y los jóvenes, todos estamos de acuerdo en que el dinero que obtenemos en Venezuela a cambio de sacrificar nuestro recurso no renovable es de los venezolanos.
Lo que si podemos discutir es sobre cómo rayos caímos, como pueblo entero, en eso de entregarle nuestro dinero, enterito, a unos pico de plata que dicen saber administrarlo mejor, sin siquiera reservarnos el derecho de pedirles una verdadera rendición de cuentas. Algunos dirían que por confiados y otros por estúpidos, pero por cuanto ambos puede que tengan algo de razón, de acuerdo a la enciclopedia, todos clasificaríamos como borregos. El que nos dejemos engañar así tiene sus consecuencias.
La primera, quizás la mas inocua de todas, es que simplemente todo lo recibido por el petróleo se pierde, sin dejarnos mucho mas que las memorias de una borrachera. Otra, algo peor, es que por ser petroleros el mundo nos cree ricachones, con lo cual los gestores de crédito gestionan aún más recursos para nuestros gobernantes, para que igualmente los desaparezcan, pero en este caso dejándonos una resaca de deudas, que vendrán a cobrarnos justamente cuando los precios petroleros bajen.
Igualmente trágico, pero con viso de comedia, es el ritual que debemos iniciar el mismo día que elegimos a quien ilusionados creemos ser nuestro Rey Salomón, sólo para al poco rato descubrir de nuevo la triste realidad, no quedándonos otra cosa que pasarnos el resto de su gobierno haciéndole reverencias, a ver si logramos que nos devuelve algo de lo que era nuestro para comenzar.
No obstante, lo peor ocurre cuando vivimos una bonanza petrolera, como la actual, pues entonces nuestro simplón de turno, aparte de ser un mal administrador, como los demás, además llega a creerse lo de ser el Rey Salomón, o más aún. Amigos, una vez leí un anónimo definir la locura como el repetir vez tras vez lo mismo, esperando distintos resultados... ¿Hasta cuando Venezuela?
Publicado en Caracas en El Universal el 7 de Septiembre de 2006