En un video del Banco Mundial observé como de una manera sencilla se buscaba comprobar si los niños del Perú, que acababan de terminar el segundo grado de primaria, sabían leer de manera fluida unas 60 palabras por minuto, lo que dicen es un mínimo aceptable para el español. Por cuanto la fluidez en la lectura se relaciona con la capacidad de comprensión, de no lograr alcanzar este estándar mínimo, se puede haber condenado de por vida al niño a la acumulación de asuntos no comprendidos y al país un inmenso despilfarro por invertir de manera ineficiente sus escasos recursos enseñando a quien no posee una base suficiente.
Hubo unas excelentes lecturas tanto de unos niños de un colegio en Lima, como de unos niños indígenas de un colegio muy humilde de una zona extremadamente pobre y alejada, a más de 4.000 metros de altura y quienes, aparte de leer en español, también lo hacían en quechua. No obstante, en un claro contraste también hubo muchos niños (35%) que casi no llegaban ni a leer la primera palabra.
Amigos, no soy un experto educador, pero el mensaje no pudo ser mas claro. Si yo aún tuviese hijos de esa edad, hoy mismo les haría esa sencillísima prueba de lectura para que si la pasan bien, ir a darle de inmediato un gran abrazo de agradecimiento a su maestro mientras que, si no la pasan, darle una patada por el trasero a ese sinvergüenza que con su desidia le puede haber producido un daño irremediable a mi hijo; para luego darle otra patada al Ministro, que por ocuparse en tonterías ignoró lo más importante; y para finalmente pegármela a mi mismo, por idiota, por no haber averiguado antes sobre la existencia de este sencillo pero valioso examen.
Seguro volveré sobre el tema al estar leyendo el borrador de un fascinante escrito de Helen Abadzi, una psicóloga que trabaja para el Banco Mundial, en el que entre otros puntos plantea la provocadora tesis de que los gobiernos, en lugar de buscar aumentar el número de graduados, podrían ser más eficientes asegurando que los que abandonen la educación hayan logrado un nivel mínimo, es decir, no sólo que los que más puedan echar hacia delante sino también que los que menos no se queden totalmente atrás.
Leer lo escrito por Abadzi evoca tristes memorias sobre esa inmensa oportunidad histórica que perdió nuestro país por no tener el coraje intelectual para seguir a ese verdadero revolucionario llamado Luis Alberto Machado, en su revolución de la inteligencia… y todo sólo para caer en ésta de ahora.
El Universal (ya no se encuentra en la web) voy a scanearlo