VI NUEVAMENTE con mis hijas la película de dibujos animados Monsters Inc. En ella, sus dos simpáticos monstruos, Sulley y Mike Wazowski, tienen que entregarse en cuerpo y alma al perfeccionamiento de las técnicas del susto, para así lograr la máxima carga emocional en los gritos de los niños, de cuya extracción depende Monstrópolis para su generación eléctrica. A sabiendas de que "sin gritos no hay poder", estos tipos buenazos se sienten plenamente identificados con el lema de su empresa, "asustamos porque nos preocupamos". Por supuesto, el pavor que ellos, a su vez, sienten por los niños les ayuda a cumplir con su desagradable tarea cívica.
Debido a una creciente crisis energética originada porque "los niños de hoy ya no se asustan como antes", y al encuentro directo con una simpática y muy poco asustadiza niñita, Boo, nuestros héroes inician una aventura donde llegan a descubrir que el amperaje de la risa es diez veces superior al de los gritos y, en un final feliz, se redefinen profesionalmente como unos grandes comediantes.
Después de tantas historias de horror y que de no ser ciertas dejarían envidiosos a Stephen King, no hay duda de que en nuestra Venezuela existe miedo. Aún cuando un cierto miedo prudencial pueda ser bueno, sabemos que el miedo crónico es malo, paraliza todo y hasta puede llevar al suicidio colectivo, por lo que no dudamos que nos urge a todos espantar la oscuridad.
Me pregunto qué pasaría si, al prenderse la luz, descubriéramos que nuestro país, sin saberlo, sólo era Monstruicos 2, una película sobre un experimento social, que todo el resto del mundo veía para aprender a cómo manejar los conflictos, que puedan resultar de una polarización de opiniones.
¿Y si de repente descubriéramos también que la audiencia se está riendo de todos nuestros monstruos, ya que ellos sí pudieron detectar que éstos no eran más que unos globos, que los guionistas inflaron con aire caliente, para que se elevasen y nos asustasen?
Entonces tendríamos que concluir que fuimos los protagonistas de la Madre de todas aquellas Revoluciones y Contra-revoluciones que pudieran clasificarse como del tipo: Café, Bodega o Cantina y, en cuyo caso, nos restaría tenerle miedo al ridículo pero... ¡bienvenido sea!
¿Iluso? Quizás, pero mientras más observo cómo se encoge el mundo, más me convenzo que en Venezuela nos libraremos del miedo. Así que amigos, en palabras de Dory en Buscando a Nemo, la película que siguió a Monster Inc... sigan nadando... sigan nadando.