Nuestro petróleo es pesado y contiene mucho azufre, por lo que resulta más difícil de vender que el néctar de nuestros competidores. Gracias al Programa de Internacionalización de PDVSA, basado principalmente en la compra de una serie de refinerías especializadas, parecería que hasta la fecha hemos logrado superar ese obstáculo o por lo menos así nos lo dicen y así lo creemos. No obstante, es triste que nuestra confianza en PDVSA deba resultar de un inmenso acto de fe y no de contundentes respuestas a las preguntas y dudas que flotan en el ambiente.
Hay quienes se preguntan si nuestras refinerías verdaderamente son usadas para procesar crudos pesados, al existir información que apunta a que muchas de ellas procesan crudos livianos y que seguimos contratando con terceros la refinación de los pesados.
Aún cuando suene increíble, hay quienes sospechan, que el verdadero trasfondo de estas adquisiciones obedece a un intento de PDVSA por asegurar que ciertos flujos financieros queden fuera del alcance de las garras de su propietario. En tal sentido, hay quienes llegan a sostener que nuestros tecnócratas petroleros están tan aislados del resto del país, que prefieren que PDVSA pague impuestos al 35% en los Estados Unidos, que pagar el 66% en Venezuela, sólo porque eso le resulta menos oneroso a La Corporación.
Hay quienes piensan que de decidir PDVSA vender algunas de estas refinerías, probablemente no recuperaría su inversión, salvo que se incluya dentro del precio la garantía de un contrato de suministro de crudo a descuento. Algunos sostienen que eso fue justo lo que pasó cuando PDVSA las compró, es decir, que los precios de adquisición fueron demasiados altos, porque de antemano incluían la plusvalía que se podría derivar de una relación preferencial con PDVSA.
Siempre me he preguntado si no resultaría más efectivo vender nuestros crudos directamente en el mercado, así sea con grandes descuentos, en lugar de incurrir en los costos de ejercicios tipo Citgo, tan difíciles de controlar, más aún cuando la propia Citgo, en documentos públicos, reconoce que de todas maneras le compra petróleo a PDVSA a precios por debajo del mercado.
En 1986 declaré a la prensa que no importaba lo bueno, lo capaz y lo meritorio que fuesen los profesionales de PDVSA, si se les dejaba actuar solos y sin supervisión, tarde o temprano, pondrían la torta… eso es humano… Basta el ejemplo de ENRON.
Amigos, por meritorios que sean los meritócratas de PDVSA, siempre serán nuestros empleados, con sus propios intereses. Asimismo por buenos que sean los políticos de turno, tarde o temprano su interés se limitará a cuánto le puedan sacar a PDVSA para el gasto público, para así ganar las próximas elecciones. Es por ello que insisto en la urgencia de un Ombudsman Petrolero o una Comisión Nacional de Energía, fuerte y autónoma, que sólo responda al país civil, para que vigile nuestros intereses a largo plazo.
Señores, aprovechemos el actual despertar de la ciudadanía para exigir la verdadera apertura de PDVSA.
Publicado en Tal Cual 19 de Junio de 2002