Mi plan Colombia
En momentos de desavenencias es importante dibujar las conveniencias, es por ello que firmemente creo que con la gente y tierra de Venezuela y Colombia podríamos construir una Nación capaz de competir, de tú a tú, con las demás superpotencias del mundo. No obstante, dadas las múltiples barreras mentales y reales que existen, probablemente me pregunten ¿qué lumpia me fumé?
Parafraseando a Carlos Zubillaga, considero que uno de los obstáculos a la integración de intereses de los dos países, se debe a que Colombia parece haberse desarrollado bajo la influencia de una clase dominante, que sólo buscaba dominar, mientras que en Venezuela, nuestro rumbo quedó marcado por una clase dominante que rehusaba dominar.
Otro impedimento es la pérdida de confianza en nosotros mismos, causada ante nada por el evangelio de la globalización. Normalmente, nuestras condiciones geográficas, entre norte y sur, este y oeste, representarían para un filósofo del vaso medio lleno un cúmulo de fortalezas, pero lamentablemente, para nuestros filósofos de vasos medio vacíos, ellas sólo constituyen flancos débiles que proteger.
Para empeorar las cosas, hasta el ciclo de vida de Bolívar, su nacimiento y muerte, que tanto nos podría unir, en vez de constituir una plataforma para lanzarnos a un futuro más grande, sólo parece anclarnos en el pasado.
Ante estas dificultades es comprensible que la prudencia sugiera diferir un esfuerzo de integración para cuando existan condiciones más propicias. No obstante, la realidad es que nuestra Colombia, dicho esto con el mismo derecho y respeto con el cual espero que ellos puedan referirse a su Venezuela, enfrenta algo muy cercano a una guerra civil, que simplemente no podemos ignorar.
Por supuesto, si queremos conservar las ambiciones de lograr una futura y hermanada grandeza, no podemos participar directamente en este conflicto, pero creo que esto no deba significar que nuestra única alternativa de acción, sea la de apertrechar nuestra frontera y evitar el salpique de un Plan Colombia.
Por el contrario, el momento es históricamente oportuno para relanzar un agresivo plan de integración económica que nos ayude, tanto a ellos como a nosotros, a comprender que los verdaderos obstáculos hacia un futuro mejor, se encuentran muy pero muy lejos de las causas de un conflicto fraticida.
En tal sentido, propongo que busquemos de inmediato reafirmar el Pacto Andino, por lo menos en lo atinente a Colombia y Venezuela. Para comenzar, debemos buscar alinear nuestras monedas a fin de maximizar el intercambio comercial colombo-venezolano e imponer unas significativas barreras comerciales externas y comunes, que nos permitan crear un importante mercado interno.
Lo anterior, cual exitosa angioplastia, podría desbloquear las arterias comerciales y oxigenar las economías hasta tal punto, que tanto Colombia como Venezuela, puedan observar nuevos y mejores horizontes y quizás incluso una bonanza que permita generar nuevas y pacíficas soluciones.
En tantos lugares del mundo observamos la presencia de guerras originadas por pasiones absolutamente inexplicables para un ser normal. Por Dios, pase lo que pase, les ruego que no le dejemos como herencia a nuestros hijos ese odio absoluto, eterno y corrosivo entre pueblos hermanos, que carcome una vida recién nacida.
El Universal, Caracas, 4 de Enero de 2001