Con cierta regularidad visito el Parque del Este o Parque del Oriente, como a veces me ha parecido debe llamarse, en vista de las actividades recreacionales orientales que predominan – taichí – taekwondo o como se llamen.
Mis visitas siempre me llevan a reflexionar sobre lo cerca, pero también lo lejos, que el Parque del Este se encuentra de poder contarse entre los grandes parques citadinos del mundo. El 95% requerido ya lo tiene: espacios amplios, vista única del Avila, clima envidiable, bella y frondosa vegetación tropical, buena infraestructura básica; pero… ¡qué triste entonces que nos resulte tan difícil correr la última milla y completar el último 5% de los requisitos!
Por supuesto me refiero a los detalles, como por ejemplo la suciedad que, no obstante los pipotes y sin que sea mucha, lamentablemente está presente en todos sitios. Otros aspectos que merecen crítica son la acumulación de basura en las lagunas, la notoria diferencia entre el amable saludo a la entrada y el gruñido a la salida y, por último, lo incomprensible de que no obstante el poco tráfico, no se logre evitar crear las largas colas de vehículos que, sábados y domingos, adornan las entradas del parque.
Cuando digo que para tener un parque world-class hemos cumplido con el 95% y sólo nos falta el 5%, los porcentajes no necesariamente reflejan el verdadero esfuerzo requerido para alcanzar la meta. Como en tantas otras áreas, hemos hecho las inversiones físicas necesarias, las que objetivamente representarían el 95% del proyecto, pero que, dada nuestra relativa abundancia de recursos, en realidad sólo nos pesan el 5%, pero nunca logramos completar el esfuerzo humano restante, esfuerzo éste que si bien en otros lugares pudiese representar sólo el 5% del proyecto, sin embargo, en nuestro caso, cual bacalao al hombro, nos pesa un 95%.
¿Hay formas de lograr hacer del Parque del Este un parque world-class? Claro que las debe haber y a título de ejemplo, basta traer como ejemplo el caso del Metro de Caracas. Efectivamente, no obstante que las actuales dificultades económicas también afectan la calidad del servicio del Metro, sin duda el aire de comportamiento civil que se respira ahí, supera con creces lo que observamos en otros sitios de nuestro país. La única respuesta racional que explica lo del Metro, es que, de una manera u otra, ha logrado generar en la colectividad un genuino sentido de orgullo.
ORGULLO - ¡qué insumo tan productivo, tan abundante, pero al mismo tiempo tan escaso! Para el caso de nuestro análisis, creo que resulta evidente, que el ciudadano sabe de verdad que el Metro de Caracas es bueno – y está orgulloso de él, pero no conoce lo bueno que puede ser el Parque del Este.
Por lo anterior creo que sería muy productivo para INPARQUES, instituto que debe ser felicitado por sus actuales esfuerzos, considerar una sencilla campaña publicitaria, basada en establecer puntos de comparación – benchmarking –que consistiría simplemente de ubicar en varios puntos del Parque del Este, ilustraciones de otros parques del mundo, entre ellos los famosos tales como el Hyde Park de Londres y el Central Park de Nueva York.
El sólo hecho de dejar establecido, que la escala con la cual hemos de ser comparados cubre el rango de los mejores, ya de por sí sería suficiente para inducir un positivo cambio de actitud, tanto en visitantes como en trabajadores del parque, quizás hasta para cerrar la brecha del 5% faltante.
Si a lo anterior se le añade algo del ingrediente, que hoy se conoce como de cero tolerancia y que en sí significa el no permitir ninguna desviación en la conducta civil del visitante, por pequeña que ésta sea, creo que en poco tiempo, tendríamos la posibilidad de añadir al Parque del Este a nuestro hoy muy exiguo arsenal de elementos creadores de confianza y autoestima.
Y…¡cuánto necesita el país de mayor confianza y autoestima! El discurso de hoy – escupiendo hacia arriba en toda ocasión – sólo puede servir para estimular la huída del país o para sumergirnos en el más absoluto estado de un anarquismo depresivo.
Acepto que estas breves líneas, sin que fuese mi propósito, han adquirido un cierto tono moralista, pero ya que me encuentro en una posición de predicador, por la cual seguramente algunos amigos me habrán de criticar, me permito correr mi última milla y aprovechar la ocasión para dejar muy claro que mi interpretación de la cero tolerancia, incluye una seria reducción de la contaminación ambiental auditiva. Me refiero a las palabrotas y vulgaridades que se me asimilan a mocos, muy especialmente cuando brotan de los labios de bella mujeres de las clases A y B.
Acabo de leer el libro de Carlos Zubillaga Oropeza titulado “La marginalidad sin tabúes ni complejos”, que plantea con un sincero mea culpa, la existencia de una clase dominante en el país que, para todos los fines prácticos, se ha desentendido de la existencia de una clase marginal y hoy, ante una nueva realidad, despierta sorprendida. Zubillaga plantea la urgencia de que el país se integre como un todo, colocando, por supuesto, la responsabilidad de que esto ocurra sobre los hombros del país dominante. Reflexiono sobre lo útil que, para un reencuentro nacional, podría ser un proyecto de llevar al Parque del Este, a sencillamente ser el mejor parque del mundo.
Finalmente, jugando con la palabra “benchmarking” su significado literal, que es el de marcar bancos, creo necesario levantar una voz de alerta. En Venezuela, con frecuencia caemos en la trampa de enmarcar buenas acciones sociales con un triste afán publicitario por mejorar la imagen, tanto de empresas, como de personas. Ejemplo muy reciente de ello fue el acto en Chacao, donde con muy buen sentido se reconoció el esfuerzo académico a una gran cantidad de niñitos y niñitas, sin embargo, cuál no sería la sorpresa, o quizás la desilución cuando, sin ningun tipo de justificación, aparece en el reverso de la medalla, el nombre de una concejal. Sinceramente ruego que cualquier esfuerzo que se haga en el Parque del Este – no sea para publicitar marcas, empresas o políticos, marcando bancos.