Cuando un joven venezolano sienta cómo la pulsante fuerza del Río Caroní le ilumina su libro al estudiar, ese día tendremos un verdadero usuario eléctrico en Venezuela. Quizás piensen que es una cursilería, pero no lo es.
Siempre he sostenido la necesidad que la sociedad civil, en lugar de maldecir al petróleo, hasta el grado de catalogarlo como ”excremento del Diablo”, debe defender los intereses nacionales que tan importante producto representa. De haberlo hecho antes, estoy seguro de que no se habría permitido, por lo menos sin pelear, que el índice de precios del crudo bajase del 100%, en 1982, al 18%, en 1998, no obstante que, también durante ese mismo período el índice de precios al consumidor de los productos petroleros subía de un 100% en 1982, hasta 111% en Alemania, 185% en Francia y 247% en Inglaterra – de acuerdo a datos publicados en World Oil Trends 1999 por Arthur Andersen y Cambridge Research News.
Igualmente, para lograr un sano desarrollo económico del país, también creo necesario que un cierto numero de usuarios, una masa crítica bastante importante, comprenda y se interese por el sector eléctrico. Lo cual sólo se consigue con una verdadera educación, que debe ser más formativa que informativa.
Si revisamos el material educativo relativo a la energía, usado hoy en el país, encontramos que, en términos generales, es escueto, gris y poco inspirador. Por el contrario, si a nuestros muchachos, de sexto grado de primaria, se les hubiera suministrado información completa y bien presentada sobre el sector energético venezolano, en combinación con una motivadora visita al Guri, estoy seguro que tendríamos una generación de venezolanos, con un sentido de país y futuro, muy distinto al actual.
Con una formación así, esos venezolanos jamás hubieran permitido que, por falta de inversión en transmisión, un país con tanta hidro-electricidad y gas como tiene Venezuela, tenga que estar generando electricidad con petróleo en muchos lugares, y que nuestra industria, agricultura, comercio y servicios, hoy tenga que sufrir tanto de un servicio eléctrico pésimo y poco confiable, como de tarifas injustificadamente altas.
Igualmente creo que una mejor educación eléctrica, nos habría evitado la vergüenza de ver a sectores dirigentes, como Fedecámaras, aplaudiendo una privatización, como las del servicio eléctrico en Margarita, cuyo único propósito fue el de levantar algunos ingresos a ser desperdiciados por la Tesorería Nacional del país, y que dejó a la Isla no sólo sin las fuentes de energía primaria eléctrica, que debería tener, sino ahogada bajo la presión de una estructura tarifaria, ridículamente alta, que atenta contra el potencial turístico de Margarita.
El Sector Eléctrico de Venezuela tiene por fin una Ley que lo regula. Adaptarse a sus disposiciones no será un proceso sencillo y obligará a revisar todos los paradigmas existentes. En el proceso, el país deberá definir asuntos que, por lo controversial, hasta la fecha han sido ignorados. Difícilmente se podrá cumplir esa tarea, sin la debida comprensión y participación del usuario. Para lo cual se requiere que el usuario, deje de ser un ente abstracto, impersonal, cuya única relación con el sector es usar y pagar la electricidad y se convierta en un venezolano, para quien la electricidad y la energía, conforma otro elemento más, sobre el cual resolver en la búsqueda de un futuro mejor para el país.
Probablemente la pregunta más difícil de responder en la actual reestructuración del sector eléctrico sea la siguiente: El precio de la energía que brota de las riquezas del Caroní, ¿deberá fijarse de acuerdo a su bajo costo o de acuerdo a su alto valor?
De usar como base el costo, estaremos aplicando como principio, el reconocer que Dios quiso que Venezuela tuviese una electricidad buena abundante y barata. No hay nada malo con lo anterior pero, lamentablemente, con frecuencia, la venta de energía primaria barata, fomenta distorsiones, como por ejemplo; que algunos sectores abusen de su bajo valor, desperdiciando recursos del país; que las riquezas de la Nación sean injustamente distribuidas, energía barata a quien mas consume, quien implícitamente es quien más tiene y, finalmente, lo peor, que los precios bajos no le lleguen a los usuarios, sino que sólo sirvan para aumentar los márgenes u ocultar la ineficiencia de los intermediarios.
Por el contrario, si a la hora de fijar el precio de la energía del Caroní, se utiliza como base su valor, éste sería el precio de las fuentes alternas más costosas, que hayan sido usadas para equilibrar la oferta y la demanda y, por lo tanto, el Caroní le proporcionaría mayores ingresos al Estado. La validez para el país de esta alternativa, será función directa de la eficiencia con la que el Estado gaste los recursos obtenidos. Por supuesto, si el país finalmente decide ir por este camino, esto sólo debe ocurrir con la total anuencia del usuario, debiéndose además cuidar la trayectoria del cambio propuesto.
En el artículo 40 de la Ley de Servicio Eléctrico se establece, entre los derechos del usuario eléctrico, el organizarse para participar en la supervisión del servicio eléctrico y el recibir información completa, precisa y oportuna para defender sus derechos. Al considerar que si el usuario no se hace activamente presente en el sector eléctrico de Venezuela, se corre el riesgo de desarrollar una relación incestuosa entre los demás participantes, quizás el legislador debería haber incluido lo anterior, no entre los derechos, sino entre los deberes del usuario.
La Comisión Nacional de Energía Eléctrica CMEE, tendrá próximamente la obligación de proteger los intereses de los usuarios. Si la CMEE quiere cumplir con su misión, deberá, ante nada, formar, motivar e iluminar al usuario, en el arte de la defensa propia.
Publicado en Economía Hoy el 22 de Febrero de 2000