febrero 25, 2000

Globalizando los mercados y los salarios domésticos

En fotos viejas, en blanco y negro, podemos ver como los pobladores de nuestra Caracas se vestían de abrigos y demás ropaje adecuado para un clima temperado. Lo anterior, ya debería ser historia, por cuanto el mundo, según fuentes confiables, a ritmo rápido, iba hacia un recalentamiento. 

Algo debe haber ocurrido para explicar el como una famosa tienda de España, ubicada en un famoso centro comercial de nuestra capital tropical, ofrece y vende ropa de invierno - no de otoño - de invierno.

 

Al comentar el hecho con uno de mis socios, él, agitando un pasaporte español, evidentemente nuevo y sin sellos, me argumento que lo anterior no tiene nada que ver con la evolución climática, sino que se inscribe en las nuevas realidades del mundo globalizado. Como entenderán, mi socio pertenece al grupo de venezolanos, que de manera instantánea fueron convertidos en españoles globalizados, en virtud de la incorporación de España al Mercado Común Europeo.

 

Según mi socio, sus neopaisanos son numerosos en Venezuela y representan además una importante capacidad adquisitiva. En tal sentido, la referida Tienda, solo estaba prestando sus servicios a un mercado domestico globalizado. Ante mi aparente sorpresa, mi socio casi me recrimino sobre ¿quién era yo para cuestionar el derecho de los españoles de aquí de poder accesar los mismos productos que los españoles de allá?

 

Mi intención no era cuestionar los derechos de mi socio y así se lo hice ver, ratificándole mi profunda admiración por el servicio global de las cadenas españolas. Pero, ya era tarde, mi socio, ratificando en su voz su origen español, siguió, en un tono algo enardecido.

 

"Es injusto que yo, como español globalizado, no tenga acceso automático a las mismas facilidades financieras que aquellos paisanos que por pura casualidad residen en España." Entendí de inmediato por donde venia y estando interesado en que nuestra sociedad perdure, inmediatamente me le uní, echándole leña al fuego.

 

Sostuve la tesis que todo Banco de origen español, con Oficina en Venezuela, debe ofrecerle, a toda español aquí residente, créditos hipotecarios a 30 años, al 6% anual o lo que sean las superventajosas condiciones del momento y rematé con un "Si los bancos españoles pueden traer a Venezuela algo tan español como los cochinillos y los sorteos, también deben traer sus prestamos baratos".

 

Felizmente terminada la discusión, seguí reflexionando sobre las relaciones entre los mercados domésticos y los globalizados. Algunas posibilidades, poco exploradas, se vislumbran como interesantes.

 

Según el  evangelio de la apertura comercial, las diferencias salariales entre países, son, en principio, de carácter temporal y se supone que el crecimiento económico resultante, debe hacerlas desaparecer. No obstante, en una fase inicial, está claro que las diferencias salariales son sin duda uno de los principales elementos de competencia disponibles para países en vías de desarrollo, y de no ser así hubiese sido imposible mercadear la apertura. 

 

Pero, en los últimos meses nos ha sorprendido ciertos planteamientos hechos ante la Organización Mundial de Comercio (OMC), por algunos movimientos sindicales de países desarrollados. En estos se ha comenzado a presionar por medidas proteccionistas destinadas a compensar la injusta competencia, que, según tales sindicatos, surge del hecho de que países en vías de desarrollo tengan salarios bajos. Lo anterior plantea la amenaza de nuevas restricciones comerciales para los países en vía de desarrollo.

 

También, durante los últimos años, hemos podido observar como la oferta de servicios profesionales, a nivel mundial, cada día se concentra en menos y menos empresas. Como resultado, nuestros abogados, contadores, publicistas y demás profesionales, tienen que destinar mas y mas de sus ingresos a cancelar las franquicias exigidas por estas modernas patentes de corso. Tal evolución ha definitivamente cambiado el ámbito tradicional de los servicios no transables y no estoy nada seguro que esto represente una evolución favorable para nuestro país - o en general para los países en vías de desarrollo.

 

Tratando desarrollar una defensa para lo anterior se me ocurre que una manera de devolver la pelota, se encuentra en las siguientes preguntas: 


Si es posible referirse a la posibilidad de mercados domésticos globalizados, ¿podríamos entonces pensar en condiciones laborales domésticas globalizadas? y, si los sindicatos de países desarrollados pueden acogerse a una cláusula de salarios distintos a su nivel doméstico, para negociar protección para sus bienes transables, ¿podríamos nosotros aplicar el mismo concepto para los servicios no transables?

 

Una respuesta afirmativa a lo anterior nos permitiría estudiar la posibilidad de exigirle a las empresas extranjeras que operan localmente en el sector de servicios, por ejemplo empresas contables, que tengan que remunerar, a su personal local, con salarios mínimos equivalentes a los que pagan en sus propios países. 

 

Si lo que es igual no es trampa, para ellos, lo que es igual, no debe ser trampa para nosotros.