agosto 14, 1997

¡Shhh! ¿Por qué debemos hablar tanto de la corrupción?

Traducido del Daily Journal

En el pasado, las estadísticas indicaban una tasa de suicidio extremadamente alta en Suecia, mientras que cifras comparables mostraban una tasa de suicidio muy baja en México, lo que implicaba una tasa muy baja. Escuché que esto se debía a que en Suecia el suicidio era más aceptable socialmente, y cuando las personas se quitan la vida, las autoridades registraban las muertes como suicidio.


Pero en México, según la teoría, los suicidios se registraban como "muerte por otras causas" porque estaban asociados a estigmas sociales.

 

Realmente no sé si esta explicación era correcta, pero me viene a la mente cada vez que veo clasificaciones que comparan países corruptos con países impecablemente limpios.

 

Obviamente, hay corrupción en Venezuela, y con mucha intensidad. Hay corrupción material, que implica el pago de todo tipo de comisiones, y hay corrupción menos tangible, la que inspira a los funcionarios del gobierno a nombrar a personas ineptas para puestos públicos importantes.

 

(Por cierto, esto último suele ser mucho peor a largo plazo que lo primero. Cuando un automovilista paga una comisión "tangible" a un agente para acortar una discusión sobre infracciones de tránsito, cuesta unos 4 dólares. Puede costar unos cuatro dólares. ¡Ni siquiera quiero empezar a calcular el coste de la corrupción intangible!)

 

Me cuesta entender cómo Venezuela siempre logra ocupar posiciones tan prominentes entre las naciones más corruptas. No somos ángeles, pero no creo que podamos ver esta situación como una situación de blanco y negro, que coloca a las naciones corruptas en un rincón y a los países no corruptos en otro.

 

En mi oficina cuelga una copia enmarcada de un fax enviado en 1990 a un exportador venezolano, informándole de que unas muestras que había enviado a una ciudad europea reconocida por su orden público en una aerolínea europea habían llegado y se habían almacenado en los almacenes de otra aerolínea europea. Desafortunadamente, luego fueron robadas. Se le pidió a nuestro exportador que enviara más muestras, esta vez sin marcar y en un envoltorio marrón simple, ya que de lo contrario era difícil garantizar la seguridad del envío.

 

Quién sabe por qué. Quizás quieran aumentar su valor de mercado en los programas de entrevistas.

 

La segunda teoría dice que, al gritar "la corrupción lo ha invadido todo", los venezolanos en realidad están diciendo que no se puede erradicar por medios convencionales. Es similar a un cáncer en etapa avanzada. Llega un punto en que el cáncer es tan grave que ni siquiera la quimioterapia puede ayudar. En ese punto, la cirugía radical es la única solución.

 

Quizás estoy ofreciendo estas reflexiones para expresar mi angustia personal por la corrupción y el hecho de que está afectando la prosperidad futura de nuestro país.

 

Mientras tanto, antes de encontrar evidencia de un verdadero esfuerzo de reforma, seguiré sosteniendo, ante mis hijos (para salvaguardar la ilusión que cada joven debe tener de su país), que el comisionado anticorrupción no ha podido hacer nada porque no hay corrupción.

 

Esto, por cierto, no es broma.

 

También me cuesta entender el fervor con el que la mayoría de mis compatriotas nos aseguran la omnipresente existencia de la corrupción. Claro que existe, pero ¿qué tan grave es realmente? Y si es tan grave, ¿deberían los venezolanos hablar tanto al respecto? Cuando una doncella pierde la virginidad, ¿debería salir corriendo a contárselo a todo el mundo? Probablemente no; tal confesión probablemente atraería la atención de otros pretendientes no tan bienintencionados.

 

Recuerdo haber conversado con un exportador europeo que (en un arrebato de loable sinceridad) explicó que en la estación de tren de su ciudad, unos ladrones se habían llevado una sexta parte de su mercancía y que en el puerto marítimo de su país había desaparecido otra sexta parte. Naturalmente, al llegar a La Guaira, se encontró que faltaba otra sexta parte. Entonces llegó a la conclusión de que la diferencia entre un país desarrollado, como el suyo, y un país subdesarrollado, como el mío, radicaba en que se culpaba al mío (es decir, a La Guaira) de la pérdida de cada sexta parte.

 

Durante toda esta introspección sobre la corrupción en Venezuela, he logrado desarrollar varias hipótesis. La primera es la que llamo la "Hipótesis de Geraldo y Cristina". Si alguna vez han visto estos programas de entrevistas, verán que cada invitado padece algún tipo de enfermedad exagerada. Bajo esta teoría, comparo a algunos venezolanos con estos invitados porque se muestran decididos a llamar la atención sobre sus enfermedades

 

Quién sabe por qué. Quizás quieran aumentar su valor de mercado en los programas de entrevistas.

 

La segunda teoría dice que, al gritar "la corrupción lo ha invadido todo", los venezolanos en realidad están diciendo que no se puede erradicar por medios convencionales. Es similar a un cáncer en etapa avanzada. Llega un punto en que el cáncer es tan grave que ni siquiera la quimioterapia puede ayudar. En ese punto, la cirugía radical es la única solución.

 

Quizás estoy ofreciendo estas reflexiones para expresar mi angustia personal por la corrupción y el hecho de que está afectando la prosperidad futura de nuestro país.

 

Mientras tanto, antes de encontrar evidencia de un verdadero esfuerzo de reforma, seguiré sosteniendo, ante mis hijos (para salvaguardar la ilusión que cada joven debe tener de su país), que el comisionado anticorrupción no ha podido hacer nada porque no hay corrupción.