Roberto Briceño-León en “Los efectos perversos del petróleo” menciona que “desde los años treinta hay dos argumento que han competido por explicar por qué hay una pobreza que surge de la riqueza.
El primero… que las ganancias no han sido sembradas en otras áreas productivas como la agricultura o la industrias.
El segundo… que se ha repartido mal la riqueza nacional.”
Ambas versiones tienen un origen similar…son de interés para los quítate-tú-pa-ponerme-yos. El primero lo defienden quienes desean sembrarle a los demás las resultas petroleras; el segundo quienes desean ser los distribuidores de las resultas petroleras.
Ambas versiones producen un país subyugado y en esencia son los causantes de que a los venezolanos gobernados se le dificulte tanto el ser ciudadanos con conciencia critica y en su lugar solo sean obedientes perritos falderos, o hienas buscando aprovechar cualesquiera sobras que encuentren.
Y ese es el principal, y por lógica de los interesados, rara vez mencionado efecto perverso del petróleo… ése que en otras ocasiones he descrito como el que nos imposibilita vivir en una nación sino que solo nos obliga a vivir dentro del negocio de otros… el negocio de sembrar o distribuir las resultas petroleras.
Si hemos de lograr escaparnos de esta realidad no nos queda otra alternativa que tumbarle ese negocio a los otros.
Fácil no será… los incentivos está alineados en nuestra contra. Si por ejemplo queremos repartir las resultas petroleras entre todos los venezolanos esas pueden llegar significar digamos entre $1.500 a $3.000 dólares anuales… a las aspiraciones de los más determinados quítate tú-pa-ponerme-yos a esa cifra habría que añadirle unos cuantos ceros.
Si hemos de lograr ser nación requerimos de la ayuda decidida de una generación consciente de que para el verdadero bien de nuestras futuras generaciones no deben caer en la tentación de caer en la tentación de ser uno de los sabelotodo y súper-remunerados sembradores o distribuidores.