La verdad es que en la oposición cohabitan figuras tan extrañas que a veces algunas de ellas parecen más bien infiltradas.
Entre los más extraños sin duda alguna se encuentran aquellos que odiando a fondo la mueca de primitivismo del gobierno caen en su propio culto del "no hay nada que hacer" y parecen estar a punto de convocar un suicidio colectivo similar a ese que hace una década ocurrió en Jonestown, Guyana, cuando un charlatán religioso condujo a la muerte a más de 900 personas. Lo único que les falta es su propio charlatán.
Los abstencionistas incluyen los que con razón desconfían del sistema electoral y los que no quieren participar por cuanto eso significa darle legitimidad a algo ilegitimo de por sí. Ambas posiciones son muy razonables pero cuando estas derivan en un extremismo que hasta prefiere que el régimen siga haciendo de las suyas con tal de no votar, sin duda que nos enfrentamos a otro grupo bien extraño.
Y los abstencionistas al extremo también tienen su contrapartida en quienes sólo aceptan salir del régimen por la vía del voto, así sea votando durante generaciones, sin importarles para nada la falta de credibilidad del sistema electoral, por cuanto lo suyo es un acto de fe en la democracia. Éstos que prefieren que el régimen persista en sus quehaceres antidemocráticos, si es que aún con mayoría no se puede sacar por la vía del voto imposible, también clasifican como extraños.
La energía que alimenta la extrañez de todos los anteriores es esa tendencia bastante frecuente en el venezolano de siempre querer tener razón y de siempre querer dar la impresión de saber la respuesta y que por cierto permite a tantos con toda la desfachatez del mundo revolcarse en placer cuando alguien los tilda de expertos, cuando en otras culturas se hubiesen muerto de vergüenza.
Como remedio entonces a estos grupos de extraños que nos tienen divididos en el qué hacer aun cuando todos comparten un solo objetivo yo lanzo mi llamado ¡Borregos unámonos!
Dobleguemos todo nuestro intelecto ante la imperante necesidad de elegir una sola opción. No analicemos más el si votar, si abstenernos o el si hacer otra cosa, sino dediquémonos sólo a buscar identificar qué opción escoge la mayoría de la oposición para seguirla con todo el entusiasmo del mundo. Con la frente en alto, a mucha honra, nos debemos convertir en los más borregos de los borregos… así sea nos acusen de extraños: ¿por esta causa quién no?
Si la mayoría elige un camino, quien vaya por otra vía votando, absteniéndose o inventando, ya lo podremos entonces eliminar de la lista de los extraños e incorporar definitivamente a la lista de infiltrados. Por cierto, el voto y la abstención no son incompatibles. Si por ejemplo la mayoría llegase a votar en contra de la propuestilla el 2 de Diciembre y ésta queda aun así aprobada, es obvio que hay lugar para la madre de todas las abstenciones, a todo, el 3 de Diciembre.
Mientras estamos en la tarea de identificar la opción única recordémosle a nuestros compatriotas que a nuestra querida nación no la podemos reencontrar en la senda donde la perdimos sino que tenemos que buscarla donde queremos que llegue a encontrarse y que para lograr llegar ahí, no le podemos dar el gusto a quienes disfrutan, gozan y ganan con que nos odiemos.
El Universal