Cuando los precios del petróleo están altos, a un país exportador de petróleo le resulta difícil beneficiarse de los acuerdos comerciales tradicionales por cuanto el valor relativo de su moneda también estará alto, lo que naturalmente le cierra espacios para la exportación de los productos y servicios de menor valor agregado. En tal sentido, para convivir con la maldición-bendición petrolera, podemos decir que en materia de exportaciones no le alcanza con saltar alto, sino que necesita de una garrocha de creatividad. De igual manera, con respecto a las importaciones, debe buscar evitar que la palanca que representan los ingresos petroleros se quiebre por un dispendioso nuevo-riquísimo.
Lo anterior obliga al Estado a actuar con mucha inteligencia en la economía, pero si su intervención termina siendo destructiva o constructiva, dependerá ante nada de si el gobierno se encuentra en manos de unos sabiondos sabelotodos o en las de unos sensatos facilitadores. Las diferencias pueden ser dramáticas.
Un sabiondo tiene la tendencia de hacerlo todo él, en nombre del Estado, mientras que un sensato buscará siempre colocar al Estado a la orden de la ciudadanía, para proveerles de una base analítica, los recursos y las infraestructuras necesarias para que ella misma lleve a cabo sus propios planes.
Un sabiondo tiene la tendencia de no darse cuenta de lo que el pueblo demanda, ya que como de todas formas decide, les ofrecerá las hierbitas que prefieren los brujos que a él le gustan, mientras que un sensato se coloca al servicio de los gustos de la ciudadanía, buscando ingeniárselas para ayudarla a conseguir lo que ella desea.
Un sabiondo tiene la tendencia de conservar para sí todo el poder decisivo, mientras que un sensato prefiere entregar parte del poder directamente al ciudadano, por ejemplo, vía una “La Negra”.
¿Significa esto que el sensato no debe inmiscuirse para nada en lo que producen o consumen los ciudadanos? ¿Y si el producto o el consumo es una droga, también debe facilitarla? Por supuesto que no. El gobernante sensato siempre conserva el derecho y el deber de ejercer su liderazgo para convencer a la ciudadanía sobre lo que él considera es el mejor rumbo, tal como la ciudadanía, vía un Congreso legítimo, siempre debería conservar el derecho de frenar al gobernante sabiondo.
En otras palabras, el 3 de Diciembre, elegiremos o a un sabiondo, que espera que nosotros le seamos serviles, o a un sensato, que quiere ser nuestro servidor
Lo anterior obliga al Estado a actuar con mucha inteligencia en la economía, pero si su intervención termina siendo destructiva o constructiva, dependerá ante nada de si el gobierno se encuentra en manos de unos sabiondos sabelotodos o en las de unos sensatos facilitadores. Las diferencias pueden ser dramáticas.
Un sabiondo tiene la tendencia de hacerlo todo él, en nombre del Estado, mientras que un sensato buscará siempre colocar al Estado a la orden de la ciudadanía, para proveerles de una base analítica, los recursos y las infraestructuras necesarias para que ella misma lleve a cabo sus propios planes.
Un sabiondo tiene la tendencia de no darse cuenta de lo que el pueblo demanda, ya que como de todas formas decide, les ofrecerá las hierbitas que prefieren los brujos que a él le gustan, mientras que un sensato se coloca al servicio de los gustos de la ciudadanía, buscando ingeniárselas para ayudarla a conseguir lo que ella desea.
Un sabiondo tiene la tendencia de conservar para sí todo el poder decisivo, mientras que un sensato prefiere entregar parte del poder directamente al ciudadano, por ejemplo, vía una “La Negra”.
¿Significa esto que el sensato no debe inmiscuirse para nada en lo que producen o consumen los ciudadanos? ¿Y si el producto o el consumo es una droga, también debe facilitarla? Por supuesto que no. El gobernante sensato siempre conserva el derecho y el deber de ejercer su liderazgo para convencer a la ciudadanía sobre lo que él considera es el mejor rumbo, tal como la ciudadanía, vía un Congreso legítimo, siempre debería conservar el derecho de frenar al gobernante sabiondo.
En otras palabras, el 3 de Diciembre, elegiremos o a un sabiondo, que espera que nosotros le seamos serviles, o a un sensato, que quiere ser nuestro servidor