Nacieron en una tierra bendita, que tiene de todo para apoyarlos en la búsqueda de su futuro, pero lo que les entregan son unos rifles kalashnikow, que generalmente sólo sirven para destruir sus propios sueños y defender las vagabunderías de otros. El que algunos de ellos pudiesen haber sentido algún entusiasmo por recibir un rifle sólo puede explicarse desde la perspectiva de una bajísima autoestima o de un profundo sentido de desesperación. Sea lo que sea, para rescatar a los que siguen siendo tan jóvenes venezolanos como los demás y evitar que otros caigan en lo mismo, la sociedad necesita ofrecerles algo mucho mejor. Aún cuando una laptop sea mil veces mas poderosa que un rifle, ni con regalar millones de ésas nos alcanza.
En tal sentido, y aún cuando faltará hacer aún mucho más, sugiero que para comenzar les ofrezcamos las dos siguientes reformas, tan vitales para que nuestros jóvenes puedan llegar a donde pueden, deben, quieren y merecen.
I. El problema-dilema-maldición de nuestro país petrolero se resume en que cuando nuestros ingresos petroleros son bajos y no tenemos los recursos para poder hacer mucho, entonces nuestros gobernantes son humildes y nos oyen, pero cuando los ingresos son altos y nos permitirían dar un verdadero salto hacia adelante, pues entonces nuestros gobernantes se convierten en unos insoportables y arrogantes sabelotodos. Nuestra única posibilidad de lograr escapar de esta trampa-jaula institucional es la de cortar el vínculo directo entre el petróleo y el bolsillo de los políticos, asegurando que la mayor parte del producto petrolero vaya directa y equitativamente a los ciudadanos, para que luego el Seniat haga el trabajo a cuenta de quienes deben convencernos que el Estado merece nuestra contribución fiscal.
II. Hoy, el país puede recibir por cada litro de gasolina 1.380 bolívares en el exterior, por lo que al venderlo localmente en 80, estamos transfiriendo 1.300 bolívares por litro del que tiene o usa carro al que no, lo cual es sencillamente incompatible con el buen gobernar de cualquier país con voluntad de futuro. Corregir lo anterior para llegar a que más nunca se venda la gasolina por debajo de su costo de oportunidad, es quizás la principal bandera que se debe ondear para poder evidenciar el querer rectificar a fondo.
Muchachos del Batallón Francisco de Miranda, devuelvan sus kalashnikows y en su lugar pidan a gritos estos dos misiles.
En tal sentido, y aún cuando faltará hacer aún mucho más, sugiero que para comenzar les ofrezcamos las dos siguientes reformas, tan vitales para que nuestros jóvenes puedan llegar a donde pueden, deben, quieren y merecen.
I. El problema-dilema-maldición de nuestro país petrolero se resume en que cuando nuestros ingresos petroleros son bajos y no tenemos los recursos para poder hacer mucho, entonces nuestros gobernantes son humildes y nos oyen, pero cuando los ingresos son altos y nos permitirían dar un verdadero salto hacia adelante, pues entonces nuestros gobernantes se convierten en unos insoportables y arrogantes sabelotodos. Nuestra única posibilidad de lograr escapar de esta trampa-jaula institucional es la de cortar el vínculo directo entre el petróleo y el bolsillo de los políticos, asegurando que la mayor parte del producto petrolero vaya directa y equitativamente a los ciudadanos, para que luego el Seniat haga el trabajo a cuenta de quienes deben convencernos que el Estado merece nuestra contribución fiscal.
II. Hoy, el país puede recibir por cada litro de gasolina 1.380 bolívares en el exterior, por lo que al venderlo localmente en 80, estamos transfiriendo 1.300 bolívares por litro del que tiene o usa carro al que no, lo cual es sencillamente incompatible con el buen gobernar de cualquier país con voluntad de futuro. Corregir lo anterior para llegar a que más nunca se venda la gasolina por debajo de su costo de oportunidad, es quizás la principal bandera que se debe ondear para poder evidenciar el querer rectificar a fondo.
Muchachos del Batallón Francisco de Miranda, devuelvan sus kalashnikows y en su lugar pidan a gritos estos dos misiles.